Leonardo Lorenzohace de todo. En los medios públicos conduce junto con su compinche Adriana Da Silva, Buenas tardes Uruguay por Radio Uruguay (lunes a viernes de 14.00 a 17.00) y Basta de cháchara en Canal 5 (lunes a viernes de 11 a 14) y desde 2014 es coach y docente en Comunicación de Ideas. Y además está en Votemos, la obra de teatro que dirige, precisamente, Da Silva, y que este viernes a las 21.00 tiene función en Teatro Movie donde desde su estreno, ha sido un éxito de público. Es una comedia que también fue un suceso en la calle Corrientes, aunque el tono de la versión uruguaya, es bien diferente a la argentina, le dice Lorenzo a El País. En el elenco están, además, Alejandro Camino, Elena Brancatti, Joaquín Diano, Jorge Temponi, Leonor Svarcas, Luciana Acuña y Octavio Tellechea. Es una producción de Diego Sorondo.
La historia, escrita por los españoles, Santiago Requejo, Javier Lorenzo y Raúl Barranco se concentra en una reunión de consorcio en el que surgen algunos temas de convivencia y otros con un alcance que interpelan a los espectadores haciendo reflexionar, entre risas, sobre salud mental.
Como actor, Lorenzo se hizo notar en su protagónico en Una forma de bailar, el telefilme de Alvaro Buela de 1997. Desde entonces no ha parado de trabajar en teatro (Víctor/Victoria, Doña Flor y sus dos maridos, entre sus éxitos) a lo que sumó una presencia televisiva de cerca de 15 años al frente de Buen día Uruguay, el magazine matutino de Canal 4 que fue un hito televisivo. Así, ha sido una figura constante de la cultura uruguaya en los últimos 25 años.
Sobre algunas de esas cosas, y el papel del cuerpo en su vida y en su método de actuación, Lorenzo charló con El País.
-Su carrera tuvo un impulso con su protagónico en la película Una forma de bailar en 1997. ¿Quién era antes de eso?
-Hasta 1989 era una persona totalmente perdida. Soy el mayor de cuatro hermanos y los otros tres tenían su vocación clarísima y era lo que son hoy. Probé diferentes facultades porque me parecía que era el camino: hice Ciencias Económicas, Psicología, un año y medio de Ingeniería, Oceanografía. No sentía que tuviera a una vocación para nada. Y me encontré con un amigo que vivía con una actriz y me invitaron a a participar de un grupo de teatro en la Asociación Cristiana de Jóvenes. Al salir de la primera vez que fui, ya sabía que era lo que tenía que hacer.
-Encontrar la vocación es una gran cosa, ¿qué pensaba hacer con eso?
-Nadie en su sano juicio piensa que va a poder vivir del teatro. Trabajaba en el Poder Judicial que me daba la ventaja de tener asegurado el sueldo...
-Perdón la interrupción, ¿cuál era el grupo de teatro?
-La gotera con Hugo Bardallo, quien hizo que me diera cuenta que quería hacer esto.
-¿Qué le gustó?
-Me gustó el acercamiento a los personajes desde lo corporal. Eso era algo que me podía llevar. Yo, Leo, caminaba mal, encorvado, tenía una postura enrollada, me encerraba y Bardallo trabajaba en las posturas, y cómo afectaban lo que podía pensar, decir o sentir la persona, y cómo ese mismo trabajo se podía aplicar a un personaje. Me interesó porque había un enganche psicológico y corporal que se aplicaba a un fin último que era el personaje, pero servía para la vida. Tengo el cuerpo que tengo y me manejo como lo recomendaba Hugo.
-Lo corporal es clave para usted aun hoy...
-El cuerpo y lugar en el espacio que ocupas. El cuerpo dice cosas pero es coherente con las ideas. En el teatro lo que hacés es comunicar una idea escrita por un autor y si el cuerpo es incoherente porque estás diciéndolo de memoria sin pasar ese texto por tu cuerpo se va a notar la incoherencia: un cuerpo que es de uno y un texto que es de otro. Lo interesante es unir el cuerpo con las emociones que genera el texto.
-Su método actoral pasa literalmente por el cuerpo.
-Muchas veces a un personaje lo defino cuando me pongo los zapatos. Si te cambio de zapatos ahora, o te pongo un grano de arroz en un zapato, vos vas a caminar diferente. Y de noche vas a notar que te duele la columna solo porque pisaste distinto. Me ha pasado de tener un personaje armado y cuando llegan los zapatos -que generalmente es lo último- te los pones y decís, “ah, iba por otro lado”. A veces es más cuerpo que texto, otras veces es el texto el que te lleva al cuerpo.
-¿Y en el caso de Votemos?
-Fue extraño porque pensaba que el personaje supuestamente tiene un buen cuerpo al que cuida. Hasta dice que el peso de una persona habla de su estilo de vida, como queriendo decir “yo tengo un buen estilo de vida”. Generalmente la gente arrogante levanta el cuello y la pera, mira desde arriba y por ahí fue que encontré cómo miraba este personaje y se empezó a acomodar el texto. Fue desde el cuerpo que empezó a aparecer.
-Hablábamos del momento en que se dio cuenta que iba para actor. ¿Le pasó lo mismo como conductor?
-Nunca. Pensaba ser empleado público toda la vida y actor. La televisión llegó de casualidad. Había hecho un comercial bastante famoso de Radio Montecarlo y estaba la película y la productora general de Buen día Uruguay, me tuvo en la cuenta para hacer un casting. Lo hice y pegué muy buena onda con Verónica Peinado (la conductora del ciclo) a quien aún considero mi maestra, y decidieron que quedara con el puesto. Y, justamente, recuerdo no saber qué hacer con el cuerpo: me movía nervioso y no me daba cuenta que las cámaras amplifican todo, que todo lo hacen más visible. No tenía ninguna preparación. Me sentía de paso y más teniendo cuenta que la televisión siempre es fugaz.
-Para usted no lo fue...
-No tuve en cuenta que Buen día Uruguay fue una rareza porque duró 15 años. Así que seguí y en determinado momento aquello que iba por dos años no se terminó. Cuando pasaron ocho años me di cuenta que iba a ser mi profesión y renuncié al Poder Judicial.
-Cuando se terminó, ¿extrañó estar en televisión?
-En realidad, fue un alivio aunque lo que extrañé, sí, fue a los compañeros de todos los días. Por ahí pensé que iba a volver más pronto pero no hubo propuestas. El negocio de la tele había cambiado y ya no era un conductor para cada programa, sino un conductor que hacía cuatro programas. Después cuando empecé en Canal 5 con Modo país, me di cuenta que lo que extrañaba era prepararme, estudiar, saber de qué iba la cosa.
-Una compinche de sus aventuras es Adriana Da Silva quien ahora lo dirige en Votemos. ¿Cómo es esa relación?
-Con Adriana nos encontramos en 1989: entramos juntos a la Escuela Municipal de Arte Dramático e hicimos los cuatro años. No nos volvimos a ver hasta 1998 en Buen día Uruguay. Desde entonces no hemos parado. Mientras hacíamos Buen Día Uruguay haciámos Víctor Victoria, Doña Flor y sus dos maridos: nos veíamos en el canal y al rato en el teatro. Y hace tres años que volvimos a juntarnos para hacer radio.
-¿Cómo es como directora?
-Si ves la versión argentina de Votemos, se nota que hay una muy buena dirección en la versión uruguaya. La versión porteña es todo grito y en el grito no hay matices. En la versión de Adriana, cada personaje es diferente del otro y calzan en algunos momentos y en otros se repelen. El silencio tiene un valor que prepara para la risa. Eso es la visión de una directora.
-Votemos ha ido siempre a sala llena y la gente verdaderamente lo disfruta. ¿Cómo se vive esa energía desde el escenario?
-Venía de hacer Bajo terapia, que era mucho más chiste, chiste, chiste y al final se revelaba lo terrible. En Votemos se revela al principio y es el problema de la salud mental y uno no puede hacer tantos chistes sobre eso. Sí es una comedia y la gente me ha dicho que pasa volando, y eso que son casi 80 minutos, que para los estándares de ahora es bastante. No es una obra en la que permanentemente haya risas pero están tan bien colocadas que sentís que hay una atención hacia el escenario. Prende en la gente.
-¿Cambió el público de teatro?
-Al final de la dictadura si vos hacías comedia estaba mal visto vos tenías que hacer teatro comprometido. Diez años después si hacías teatro comprometido, la gente no iba, quería ver comedia. Ahora ha cambiado y Votemos o Bajo terapia son comedias sobre la tragedia. La gente exige reírse pero se quiere llevar algo. Es una mezcla del teatro comprometido de antes al que se le agrega una risa. Es jugar con muchos más sabores que si hicieras una comedia lisa y llana o un drama profundo.
-Ha trabajado en un montón de comedias, ¿se siente un comediante?
-Hace poco nos juntamos para ver un partido con Christian Font, Leo Paccela, José Redondo y Luis Alberto Carballo y al lado de ellos, no soy nada: son los tipos más graciosos que vi en mi vida. Esos son comediantes. Yo soy solo un actor que hace comedia. Puedo ser efectivo, pero al lado de ellos, soy la tragedia.