por Fernán Cisnero
Surgida a mediados de la década de 1980 de la experimentaciónde Teatro Uno y Alberto Restuccia, María Dodera ha construido una carrera sólida como dramaturga y directora teatral desde su primera obra, El segundo pecado original estrenada en 1991. Su trayectoria incluye trabajos con Gabriel Peveroni (Groenlandia, Shanghai) y elogiadas puestas como Máquina Hamlet o Slaughter, la obra de Sergio Blanco que repone en abril. Ahora, los viernes de marzo en el Teatro Stella, tiene Último encuentro sobre joven infractor y su ex profesor del internado.
—¿Cómo quedó el teatro después de la pandemia?
—Tuvimos una gran bienvenida con todos los teatros llenos. La Comedia Nacional o La Gaviota tuvieron temporadas impresionantes. No me esperaba ese recibimiento y fue como un período donde vimos que nos necesitábamos y que era el importante el encuentro. El teatro está en muy buen momento y va a estar mejor aún ya que hay una gran sobreproducción de estrenos. El año pasado fue impresionante quizás porque veníamos de pandemia y que había muchos espectáculos por estrenar en espera y empezaron a emanar cuando se reabrió todo.
—Las temporadas son más breves hoy...
—Antes pensábamos en tres meses en el Teatro Circular de El herrero y la muerte: eso ya no existe más. Ahora son tres viernes, tres sábados y tres domingos. Hay muchos factores. Uno es que cambió la forma de comunicarnos con los celulares y eso de estar en varias pantallas al mismo tiempo que trajo una multiplicidad de estímulos y de encontrarnos en diferentes medios. Y eso todo ha llevado a que todo vaya más acelerado. Eso trae una consecuencia media fatal para los que producimos porque imagínate que al producir un espectáculo para temporadas pequeñas, la ecuación costo beneficio a nivel de productividad -no directamente de arte- es difícil de sostener.
-¿Y esas temporadas breves cómo inciden en el producto final?
-Yo trabajo con periodos de ensayos largos y generalmente hago clínicas, o sea, encuentros con espectadores antes de estrenar, así que cuando llego, dentro de mi proceso llego bien. Siempre, igual, el espectador es el que culmina la pieza teatral y es un jugador más. La escena tiene su impronta según los espectadores, según el momento. Y ahí la obra cambia.
—Y eso hace de cada función, una obra única...
—Eso es lo fascinante del arte escénico. Es un arte muy peculiar porque es único en cada instante y con cada punto de vista que se le suma.
—Y en eso de nuevos estímulos y plataformas. ¿Cómo cambió?
—La comunicación cambió y por lo tanto cambió el ritmo. Hay una reformulación de ciertas estéticas que influyen transversalmente y el uso de lo digital en las puestas en escena está más presente. Cambió estéticamente pero tiene algo ancestral, primitivo con una mitología y un rito que necesitan del aquí y ahora.
—Pensaba en usted como una creadora generacional. La década de 1980, Teatro Uno en la de 1990. ¿Cómo recuerda aquellos tiempos?
—Caminaba por Rivera y Bulevar Artigas y había un cartel que anunciaba que en unas horas había una clase de teatro en un garage. Esperé y entré. Y era Teatro Uno. Fue algo maravilloso.
—¿Ya tenía inquietudes?
—Vine de Florida a estudiar Economía y si bien allá tenía mi grupo de teatro no vine a estudiar de actriz aunque me anoté enseguida en el teatro universitario. Fue una época muy fermental. Con Restuccia hicimos un montón de teatro callejero. Y estuvo El Circo en el Parque de los Aliados. Allí hice una obra que se llamaba El pequeño fascista que llevamos dentro. Yo era medio punk y me enfrenté a un público punk. Nunca había tenido un público tan masivo y lo primero que recibí fueron chiflidos y un “bajate gorda”. En cinco minutos me pasaron mil cosas por la cabeza y me acordé lo que decía Restuccia de llegar a la esencia y a lo común y seguí adelante con mi fuerza punky y terminó con un gran aplauso.
-Cuénteme de Ultimo encuentro...
-La escribí en la pandemia. Generalmente escribo desde el escenario, pero al no tenerlo, fue como un acto físico que completé en una noche y media. Es una obra que nos hace reflexionar sobre las adolescencias porque hay varias adolescencias en nuestro país y en el mundo; sobre el abandono que existe y la falta de respuesta que tenemos la sociedad entera. Así, los protagonistas somos también la sociedad ya que muchas veces por un mecanismo de defensa o por no saber qué hacer damos vuelta el la cara y no sabemos qué responder.