El actor y entertainer argentino Martín Bossi recuerda que la primera vez que vino a Uruguay fue a comienzos de la década pasada y desde entonces solo ha recibido cariño de este lado del río. Ahora vuelve con Bossi Live Comedy al Teatro Metro este próximo fin de semana: está el viernes a las 20.00; el sábado a las 20.00 y 22.45 y el domingo a las 18.00 y a las 20.30. Hay entradas en RedTickets. Se trata, se anuncia, de “un nuevo espectáculo con humor, comicidad, música e interacción plena con el público, el sello que Bossi imprime en todos sus espectáculos”. Sobre ese sello, por ejemplo, pero también sobre cómo se para frente al mundo, Bossi charló con El País
-Es una de las figuras del espectáculo de su país, ¿cómo ha incidido esa popularidad en su arte?
-No me afectó en nada. Fue todo tan natural y amo tanto lo que hago que, en realidad, lo único que me interesa de ser conocido es que a mí me saludan y me dicen: “Hola Martín”. Eso es lo único que me enamora y por lo que trabajé: por hacerle bien a la gente y que en todos lados me digan “Hola Martín”. Pero sí me dio una responsabilidad. Siempre digo que no soy un influencer, ni un youtuber ni un tiktoker: soy un “teatragamer”. Nos vieron dos millones de personas en dos años, es mucho. Y no te ven en un video de 30 segundos, se visten para ir al teatro. Cuando me di cuenta que me seguían ahí dije: ¿de qué quiero hablar?, ¿qué quiero hacer con todo esto? Me pregunté si iba a seguir imitando a Charly o a Fito o iba a tomar conciencia y hacer espectáculos de risa, de humor. Y ahí es donde hoy me paro: soy un showman, un entretenedor para nada liviano, porque los shows que hago son muy pesados. Tan trágicos que nos reímos todo el tiempo. Ahí es donde la popularidad me modificó. Después todo lo del show business -la parodia del artista, como dice Fito Páez- me da asco, tristeza y risa.
-A menudo también se asocia lo popular con cierta liviandad. Usted, sin embargo, ha ido sofisticando su acto...
-A veces pienso si no se me está yendo la mano. Pero la verdad es que nos vieron 90.000 personas en cinco meses y ahí digo que no estoy equivocado. La gente necesita amor y se lo damos en el espectáculo. Es un show de melodías de amor, de caricias, de recuperar rituales perdidos. Esa es la fiesta que venimos a ofrecer a Montevideo.
-Hablando de amor y de lo que necesita la gente, hoy con Argentina en otra de sus crisis, los teatros en la calle Corrientes están llenos, por ejemplo, y no creo que sean todos uruguayos. ¿Qué necesidad hay ahí?
-Es un momento teatral, sí con mucha gente, pero no de gran nivel, salvando raras excepciones. Así como la vida ha bajado, la política ha bajado, el fútbol ha bajado (aunque tengamos una selección maravillosa), todas las varas han bajado y el teatro tampoco escapa a eso.
-¿Y usted bajó para adaptarse a esas nuevas exigencias?
-No. Mi vara son Alfredo Alcón, Jerry Lewis. Igual lo miro todo con mucho cariño y respeto porque son cambios de paradigma y no se los puede juzgar. Simplemente yo sé dónde me quiero parar. Y no me vas a ver sacando la lengüita por TikTok. Antes me mato.
-¿Cuánto hay de personaje en el Bossi que muestra en entrevistas, por ejemplo?
-Hace 10 años te hubieras encontrado con otra cosa. Para mi todo es un medio para comunicar no que estoy acá (eso es otra cuestión), sino lo que pienso. Estamos en momentos de urgencia en la humanidad. Estamos jodidos como humanos y nos están llevando a un lugar de mucho odio, de mucha soledad. Vivimos cada vez peor. Pero, como la banda del Titanic, voy a seguir tocando hasta que nos tape el agua.
-¿Ha notado un cambio en lo que el público precisa?
- Sí, está desesperado por un poco de amor. A veces vienen pibes con el pelo violeta que arrancan y terminan abrazados al abuelo. Cuando a un pibe le mostrás algunas cuestiones que no le quieren mostrar, terminan diciendo: “creo en el amor” o “¡qué lindo estar junto con el otro!”, Están ahí, pero no se les informa, no se los mima, solo se los guía hacia un mundo de soledad y de violencia.
-En su biografía de Wikipedia dice “actor, humorista, imitador”. ¿Qué es usted?
-Soy todo y nada. Combino las artes y los recursos para poder comunicarme. Soy un curioso que he aprendido algunas cuestiones, tengo autoridad para pararme en el escenario y me la rebusco como para comunicarme y hacerle pasar a la gente un buen momento. Nada más.
-¿Cómo llegó a este mundo del espectáculo?
-Murió mi viejo y había que parar la olla en casa y con las clases de tenis que daba no me iba a ir bien, así que por el acto de desesperación de salvar a mi vieja tuve que recurrir a lo más honesto que tenía: meterme a una escuela de teatro. A mí el tenis y el arte me salvaron la vida y me abrieron los ojos de lo que venía. Hoy salgo a la calle y y puedo ver con mis dos ojos.
-¿Qué quiere decir eso?
-No caigo en la cámara oculta, en los hilos que manejan el mundo. Lamentablemente, soy un hombre muy consciente. Tan consciente que todo me parece muy predecible y muy feo. No es una fiesta que me cope la del mundo de hoy...
-¿En qué sentido?
-Porque me imaginé algo mucho más romántico, un mundo diferente, sin ser idílico. Ni hablar de mi país, al que amo profundamente. A veces pregunto en el teatro si somos víctimas o somos cómplices. Y creo que somos cómplices, porque nadie nos puso el revólver en la cabeza para elegir todo lo que hemos elegido en los últimos 100 años. No hay autocrítica. Y guarda con hacer esa pregunta en algunos lugares porque puede ser la muerte mediática.
-Hablemos de cosas más alegres como que vuelve a Uruguay...
-Y lo celebro. No sé cuánto durará esto: ya van 13, 14 años de romance, de poder hacer lo que sé hacer. Por eso agradezco cada vez que piso un escenario.