CRÍTICA
Se acaba de estrenar Cuando pases sobre mi tumba, que va de martes a jueves en Sala Zavala Muniz
El teatro deSergio Blanco, sus últimas obras principalmente, son atractivas de ver, y más aun para reflexionar sobre ellas desde el punto de vista estético. Cuando pases sobre mi tumba, que se estrenó el jueves pasado y desde hoy está en cartel de martes a jueves en la Sala Zavala Muniz, tiene todos los elementos infaltables en sus escenificaciones, que lo han llevado a ser el dramaturgo uruguayo más exitoso a nivel internacional.
Un buen trabajo de video ofrece un marco escenográfico que estimula mucho al espectador. Allí pueden aparecer hasta 32 imágenes al mismo tiempo, es decir, un bombardeo óptico inabarcable. En esas imágenes, el autor y director va desplegando todo un juego de sentidos que se entremezcla con el argumento de su texto, lo detallan, lo glosan. Allí desfilan obras de arte que suman su belleza al montaje. Él se vale de todo un mar de elementos, propios y ajenos, para embellecer su puesta.
En ese entorno, el artista echa a andar una trama de personajes oscuros, excéntricos. Pero no son seres desbordados, ni excesivamente dramáticos. Son más bien seres algo fríos, que tienen sus deseos claros, y que se expresan con suma corrección. Personajes mayormente cerebrales, aunque movidos por sus deseos retorcidos. Eso le da un clima particular a las acciones. Pero el fuerte de su teatro es la estructura de la trama, más que el interés literario del texto en cuanto a su prosa.
Como muchos de los autores del nuevo teatro local, Blanco no ofrece un texto de alto vuelo literario desde el punto de vista de la prosa. La potencia de su trabajo está en la concepción global del texto, en el modo en que articula el espectáculo. En esa dinámica interminable de referencias y autorreferencias. Y en esa cosa abarrocada, muchas frases son como almibaradas, pero en ese contexto van bien.
El autor ofrece un texto que habla todo el tiempo de la muerte, pero lo hace desde un montaje que tiene algo como lúdico en su estructura. Los personajes hacen desdoblamientos entre distintos niveles de ficción. Y todo el tiempo hay un trasfondo erótico, que indaga en la sensibilidad gay.
En algún aspecto su teatro puede recordar a los viejos radioteatros locales, con su aire trascendente y melodramático. Con sus frases demasiado dulces. Pero Blanco coloca todo eso como un elemento más, de una escenificación abundante en sentidos. Hasta un componente ensayístico tiene el montaje, ofreciendo reflexiones estéticas, que el propio autor despliega en la gran pantalla.
La estética de Blanco tiene algo daliniano, dado que como Salvador Dalí, este autor uruguayo viene incluyendo su propio éxito en su poética. El éxito internacional de Blanco es utilizado por él como un elemento más para poner en juego sobre el escenario. El autor ironiza con su propia imagen en escena. Y enmarca todo eso también en todo un contexto musical, que pasa por diversos ritmos. Porque si bien estamos ante un teatro de notorio sesgo experimental, hay pasajes musicales que son conocidos por el espectador, y que le dan un sentido de familiaridad. De hecho, otro de los puntos en los que el teatro de Blanco es hábil, es en saber incluir al espectador, que en ningún momento se siente ajeno. Por el contrario, el autor hace sentir al espectador culto, inteligente, que puede comprender sin esfuerzo el teatro de vanguardia de hoy.
Y todo en un marco visual que expresa asepsia, pulcritud, también tranquilidad. Blanco hace sentir cómodo al público. Y hasta rico. Como que está participando de sucesos que ocurren entre gente sofisticada.
Tres actores de rostros muy expresivos arman esta historia algo delirante, insólita. Con personajes que todo el tiempo consultan internet para aportar datos a la obra misma. En esa dirección, el autor tiene un lenguaje que se comunica muy bien con el público juvenil, y lo hace a través de una trama que no para de sumar datos curiosos a esta historia inverosímil. Un teatro afortunadamente raro, distinto, con sello propio, que conviene ir a ver.
Cuando pases sobre mi tumba [*****]
Texto y dirección: Sergio Blanco. Intérpretes: Alfonso Tort, Gustavo Saffores y Enzo Vogrincic. Diseño de visuales: Miguel Grompone. Escenografía y luces: Laura Leifert y Sebastián Marrero. Diseño de sonido: Fernando Castro. Preparación vocal: Pablo Routin. Sala: Zavala Muniz. Funciones: martes, miércoles y jueves a las 21.00. Entradas en Tickantel, a $ 600.