Pablo Echarri: por qué no pudo decirle que no a "ART" y cómo Natalia Oreiro marcó su historia con Uruguay

Pablo Echarri llega al Auditorio del Sodre con "ART", la comedia que agotó entradas y sumó función. De eso y un documental sobre China Zorrilla, esta nota.

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Pablo Echarri, Fernán Mirás y Mike Amigorena hacen "ART".
Foto: Difusión

Envuelto en una bufanda gris, mientras camina por el patio de la casa de Carlos Perciavalle donde filma un documental sobre China Zorrilla, Pablo Echarri articula una especie de calma adquirida con ese entusiasmo vehemente, tórrido, que ha estado siempre ahí: en cada uno de sus personajes más característicos, en su forma de hablar, en la intensidad que parece ser su sello.

Echarri es pasión pura. Cuando habla de este proyecto sobre China —una película como una conversación entre Carlos Perciavalle y Soledad Silveyra que se filma por estos días; él atiende como productor—, narra su vínculo con Uruguay, evoca a su familia junto a Nancy Dupláa o se concentra en la obra que lo trae de vuelta a Montevideo y que parece tenerlo en uno de sus mejores momentos actorales, hay un ardor vocacional que lo envuelve todo, como si cada una de esas cosas fuera, en verdad, eso que dice: bendiciones, regalos del cielo.

La obra es ART, la comedia que comparte con Fernán Mirás y Mike Amigorena y que este sábado tendrá doble función en el Auditorio Nacional del Sodre, con dirección de Ricardo Darín y Germán Palacios sobre texto de Yasmina Reza.

ART se estrenó en Buenos Aires a la misma vez que en Madrid y en Nueva York, en 1998, protagonizada por Oscar Martínez, Ricardo Darín y Germán Palacios (los dos que ahora dirigen): estuvo cinco años en cartel, superó el millón de espectadores, se fue de gira internacional, pasó por Mar del Plata, cambió a Martínez por Brandoni y luego por José Luis Mazza y así. Doce años de éxito sostenido la convirtieron en una de las obras más convocantes del teatro argentino de todos los tiempos, y todo eso con la trama de tres amigos en conflicto por la compra de un cuadro.

Acá, el sábado, en el Sodre, la función de las 19.30 está agotada y para la segunda, a las 22.00, quedan entradas en Tickantel desde $ 1.800.

De eso, Echarri —uno de los últimos galanes de la pantalla argentina, figura de telenovelas como Resistiré, Montecristo y La leona, o de pelícuas como Plata quemada y — charló con El País. Este es un extracto de esa entrevista.

—Estás haciendo el documental de China Zorrilla que es uno de tus vínculos con Uruguay. ¿Cómo es tu relación con este país, cómo la definís en términos más generales?

—Mi primera relación con Uruguay es de algunos momentos de mi adolescencia. Después, fue a través de la relación que tuve con una de las uruguayas más famosas, con Natalia (Oreiro); estuvimos muchos años juntos (seis, desde 1994) y veníamos muy seguido a Montevideo, a Uruguay. Fue el lapso donde pude entablar una relación más estrecha, con Uruguay y los uruguayos. Creo que ese hecho en sí determinó mi vida con Uruguay, con su gente, al punto de que hoy hacemos ART en Buenos Aires y tenemos una cantidad de público uruguayo que es fantástico. Lo agradezco muchísimo y si bien nos vienen a ver a los tres, también sé que tiene mucho que ver con esa historia.

—Hace 15 años viniste al Teatro Metro con The Pillowman. ¿Volviste a actuar a Montevideo después?

—(Piensa) No. Con teatro no volví. Sí filmé acá. En Montevideo filmamos parte de una película emblemática para mí, importante en mi carrera, que fue Plata quemada. Pero teatro, que es la expresión artística que te da la posibilidad de encontrarte con el público cara a cara, donde existe ese feedback energético del actor otorgando su oficio hacia el público y del público recibiéndolo, no. Esta experiencia que vamos a tener en este auditorio tan extraordinario y con el que estoy un poco asustado, porque además de ser bello es enorme, me parece que va a ser una comunión y una misa. Estoy muy emocionado y muy contento.

—Charlemos de ART. A diferencia de a tus compañeros de elenco, Mike Amigorena y Fernán Mirás, no te llamó Ricardo Darín para convocarte sino el propio Fernán…

—(Se ríe) Es verdad. Somos amigos hace mucho…

—¿Qué te atrapó de su llamada?

—Todo lo que viene de la mano de Fernán, al ser mi amigo y lo talentoso que es: además de ser un actor extraordinario es un gran autor y director. Está presentando su segunda película que protagoniza Natalia, Casi muerta (se estrena el 6 en Uruguay), y acá vamos a poder ver su extraordinario manejo de la ironía y el humor en pantalla gigante. Bueno, todo lo que viene de Fernán siempre me llama la atención, y cuando vi que el título era ART… Recuerdo haberla visto en la despedida, cuando la hacían Ricardo, Germán y José Luis Mazza, y vi una de las obras más completas, sólidas, compactas, profundas, graciosas que yo había visto en mi vida. Entonces sabía que venía un texto único, que iba a estar flanqueado por dos actores geniales (Mirás, Mike Amigorena), que íbamos a estar en uno de los teatros de los Rottemberg (el Multitabarís), que no es menor; que es la dirección de Ricardo y Germán... Es como uno de esos ofrecimientos a lo que no te podés negar. Hay que ser tonto para decirle que no a semejante cúmulo de cosas positivas. Fue bárbaro porque apareció en momento de pandemia, entonces ART se estaba transformando como en esa esperanza de volver a la vida. Y así fue. Empezamos en 2021 con una temporada corta, en 2022 estuvimos todo el año y este año continuamos, siempre con un éxito creciente. Salir de la pandemia con esta obra, estos compañeros y esta respuesta es una bendición. Si es por mí, me quedaría toda la vida haciendo ART. Me da mucho placer este texto, este personaje un poco polémico por su dificultad para controlar la ira, escéptico, intolerante y a la vez entrañable, porque todo le pasa muy a su pesar.

—Hay algo de lo temperamental, lo irascible, que ha estado presente en varios personajes de tu carrera. ¿Cuánto tiene que ver eso con el Echarri persona, actor?

—(Se ríe) Se ve que bastante. Mis hijos dicen que este personaje está escrito para mí. Yo trato de decir que no y de colocarle paños fríos a mi personalidad, a esa cosa tan intensa que he manejado desde siempre. Siempre me consideré un actor visceral, apasionado, donde las exposiciones físicas y la cuestión que tiene que ver con el involucramiento del cuerpo fue la tecla que más he sabido tocar. Con el tiempo, no solo en lo actoral sino en mi vida, voy sumándole dosis de serenidad, sobre todo porque ya no hay quién aguante. Por salud y por seguir viviendo en mi casa, que me dejen entrar, que a esta altura es fundamental.

—Esta obra habla de la amistad, de esas amistades que parecen inexplicables. Se dice que la carrera del artista es solitaria, y también se dice que particularmente en el mundo del espectáculo argentino es muy difícil hacer amigos. Más allá de Fernán Mirás, ¿cuál es tu experiencia personal? ¿Has cosechado amistades?

—Fernán es un amigo entrañable; hemos atravesado momentos difíciles de la vida. No he cosechado una legión de buenos amigos, pero creo que es difícil cosechar una legión de buenos amigos incluso por fuera de este oficio. Pero me considero un afortunado. No sé si la vida es tan solitaria; yo creo que la vida solitaria, el artista que hace su vida solitaria, es porque tiene un componente de soledad grande, y no todos los artistas son solitarios. No es mi caso. En mi caso, lo mejor que he hecho en mi vida lo construí con alguien al lado. Nunca hice mi mejor personaje solo, ni he sido artífice del éxito más grande; al contrario, siempre me ha ido bien por ser un eslabón más de la cadena, por ser un instrumento de una gran sinfonía. Cuando me toca trabajar, sobre todo ahora que soy un señor grande, trato de tener muy claro cuál es el rol que me toca y de implementarlo a la perfección, sin estridencias y sin querer pasar por encima de la obra. Soy muy consciente de que nadie se salva solo y que el éxito y el triunfo viene cuando somos varios tirando para el mismo lado.

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