Patricia Palmer: "Siento que en Uruguay estoy en un lugar que me pertenece"

Compartir esta noticia
Patricia Palmer. Foto: La Nación
ESP - Patricia Palmer , Actriz Buenos Aires, 11-02-2021
PATRICIO PIDAL/AFV/

ENTREVISTA

La actriz argentina vuelve a Montevideo con "Radojka", la comedia que protagoniza con Cecilia Dopazo. "No fui uruguaya de casualidad", confiesa a El País.

Patricia Palmer podría haber sido uruguaya, pero al final fue mendocina. Patricia Palmer, que es actriz —de cine, de teatro, de televisión—, docente, directora y dramaturga y, ante todo, mujer y madre, podría haber nacido acá, en la tierra de su padre, en este lugar que es genuinamente otra casa propia. Pero nació en Mendoza y esa fue la provincia que, a los 24 años y con una hija de uno, dejó para llegar a Buenos Aires con el sueño de ser artista. El resto es historia.

“Pero para mí Uruguay es un país que me produce mucha emoción, porque mi papá era uruguayo, mi tío fue cónsul de Uruguay acá en Argentina, y estoy muy ligada emocionalmente. No soy uruguaya de casualidad, ¿viste?”, dice a El País. “Siento que en Uruguay estoy en un lugar que me pertenece, donde soy afín a todo. Es como ir a la otra casa”.

Palmer cuenta esta historia antes del regreso de Radojka, la tragicomedia sobre dos mujeres en apuros que ha protagonizado con Cecilia Dopazo durante el último año y medio, que escribieron dos uruguayos (Fernando Schmidt, Christian Ibarzabal), dirige Diego Rinaldi y que, tras agotar entradas en noviembre en la ciudad, tendrá nuevas funciones mañana y el sábado en el Teatro Movie. Quedan tickets vía web y esta vez, a diferencia de la anterior, Palmer cumplirá un pendiente personal y traerá a su nieto, de 11 años, a que conozca el suelo del bisabuelo.

Cecilia Dopazo y Patricia Palmer en Radojka. Foto: Difusión
Cecilia Dopazo y Patricia Palmer en Radojka. Foto: Difusión

De la risa, la actuación y más, Palmer —que por delante tiene dos películas, una sobre el cuento "Casa tomada" de Julio Cortázar y otra de Marcos Carnevale con Martín Bossi; y otras dos obras teatrales, con las que sueña llegar a Uruguay— charló con El País.

—En su momento dijiste que lo que más te interesó de Radojka fue la posibilidad de salir y trabajar después de la pandemia. Ahora que llevás tanto tiempo haciéndola, ¿qué es lo que más te entusiasma?

—A donde vamos, a la gente le pasa algo particular. Un poco porque se ríen sin parar una hora y eso ya es sanador, liberador, sobre todo viniendo de situaciones difíciles: la pandemia, lo económico, la guerra en el mundo, son situaciones donde reírte vale un montón. Y también creo que las cosas se sostienen por algo, y esta comedia está muy bien escrita, muy bien actuada (se ríe), muy bien dirigida, y se dio un combo que no se da mucha veces, y que tampoco lo podés armar. Cada día la función está más viva, porque con Cecilia Dopazo hacemos una dupla profesional y personal muy intensa. Nos queremos mucho y queremos mucho lo que hacemos, y tratamos que cada función tenga la misma vida que el primer día. Realmente estamos muy conectadas en el escenario. Es como entrar todos los días a salita verde con la misma sorpresa, el mismo entusiasmo y la misma curiosidad. Todavía no hay nada automatizado, al contrario: hay un enamoramiento impresionante con la comedia.

—Y qué privilegio trabajar así, ¿no?

—Uff. Yo agradezco cada función y me emociono, y digo: “Qué bendición infinita, qué bendición”. Porque el teatro no es lo que nosotros hacemos en el escenario ni lo que pasa en el público: es lo que está en el medio, la energía que se produce. Es un encuentro vivo y esa es la bendición.

—¿Qué encontrás en Cecilia Dopazo como actriz?

—A Ceci la conozco desde chica porque fue hija mía en la ficción, en Regalo del cielo, por el año 91. La he visto crecer, brillar, y sobre todo lo que veo en ella y en lo que más coincidimos es en las ganas de aprender y superarse día a día, como actriz y como persona. Porque va unido: sos mejor actriz si sos mejor persona, si sos más empático, si estás más sensible al dolor del otro. El instrumento es uno, son las emociones, y si afinás en la vida, se afina en el escenario. Con ella encuentro eso. Y somos recontra buenas compañeras, nos queremos y admiramos mucho, y eso es recontra importante en el escenario. Porque no siempre se da, para serte honesta. Cuando se da es una fiesta.

"Sos mejor actriz si sos mejor persona, si sos más empático, si estás más sensible al dolor del otro"

Patricia Palmer

—Hace poco te escuché decir que el teatro es tu amante. En esos términos, ¿el cine y la tele que son?

—(Se ríe) Yo digo que el cine es como el amante parisino: el que viene de vez en cuando, exquisito, con el mejor perfume... Ahora estoy haciendo dos películas y es eso, tengo la suerte de que haya venido dos veces este año. No prefiero nada: prefiero la vida, prefiero actuar donde sea. En un tablado, en un plató, un estudio de televisión, un cine, la ciudad, donde sea. El medio es indistinto y hago lo mismo, pongo la misma energía y el mismo amor en cualquier lado, porque lo hago para mí.

—Y tenés tu propia sala de teatro, otro desafío profesional…

—Eso es el sueño del pibe, ¿viste? La tengo desde 1997 y te juro que cada vez que entro a la sala me conmueve. Este teatro, que lo hicimos de abajo con mi hermano que ya no está, que hoy lo continúa mi hija que es cantante de ópera… Y me conmueve porque yo vine de Mendoza solita, con mi hija que tenía un año, y ver que se haya podido realizar todo eso con tanto esfuerzo, es una emoción. Y la continuidad, porque hay cantidad de gente joven que hace sus primeras experiencias ahí. Entonces te retrotrae a tus comienzos: yo empecé en un teatro así, de 100 localidades en Mendoza, y ahora tengo la suerte de abrir las puertas para otra gente.

Patricia Palmer. Foto: Gentileza Patricia Palmer
Patricia Palmer. Foto: Gentileza Patricia Palmer

—Sobre los primeros pasos, trabajaste con Natalia Oreiro en su debut en televisión, en Dulce Ana. ¿Te acordás de la impresión que te dio?

—Absolutamente. Ella tenía 16 años y ya yo veía a una estrella. Era una nena regordeta, muy preocupada por eso; hacía gimnasia, no era la época de ahora donde los cuerpos no tienen mayor importancia. En esa época era muy obsesivo el tema de la imagen, y ella era tan atenta a su carrera, a lo que quería, a lo que iba a hacer... Una persona superdisciplinada, amorosa, amable, sensible y muy enfocada. Y solo tenía 16 años. Vivía en una casa donde alquilaba una habitación, y te llamaba la atención una criatura tan chica con tanto enfoque. Tengo el mejor recuerdo de Natalia; siempre supe que iba a ser una grande.

—¿Y hoy qué buscás en las nuevas generaciones de artistas?

—Yo no busco nada, más bien trato de darles validación, porque creo que nadie te puede poner un techo de nada. Cuando tenés un techo es porque alguien te invalidó, y lo único que trato de hacer es dar esa validación. Hay gente muy invalidada, gente joven que no cree sí misma, que cree que el mundo es una jungla, amenazante. Yo creo que cada ser humano es maravilloso y que cuando la acción conecta con el deseo, no hay quién te pare. Pasa que a veces las vocaciones están muy obturadas por monólogos internos de autodestrucción, de comparación; rótulos que muy de a poco están cayendo. Pero muy de a poco. Me gustaría que cayeran todas las etiquetas juntas, y que se entendiera que cada ser humano es único. Que no haya etiquetas en nada: sos el que sos.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Teatro Movie

Te puede interesar