Petru Valensky: "Hay personajes que ya no puedo hacer pero no me molesta, me adapto"

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Petru Valensky

Entrevista

El actor y comunicador se presenta en el Auditorio del Sodre con su espectáculo de café concert; antes charló con El País sobre sus comienzos y que es lo que más escucha cuando va a una fiesta

Petru Valensky
Petru Valensky

Hay pocos comediantes que puedan alardear de haber hecho reír a más uruguayos que Petru Valensky. Lo ha hecho en tugurios y en palacios, en teatros y en bares, en televisión y en radio y -una de las razones de su enorme popularidad- en miles de fiestas privadas. Nadie, además, se ha sentado en tantas faldas de espectadores incómodos pero divertidos.

Y es uno de los pocos que puede reclamar hoy la corona del rey del café concert (aunque él, respetuoso, siempre reconoce como “rey indiscutido” a Carlos Perciavalle), un género que hoy lleva a la sala Hugo Balzo del Auditorio Adela Reta del Sodre, a las 21:00 (Tickantel a 480 pesos).

Allí inaugurando el ciclo “Sala de comediantes”, cuya maestra de ceremonias es Paola Bianco, se presenta junto a Fabián Silva en un show que respeta los protocolos del género.

“El café concert es una montaña rusa”, dice explicando un género que se hace combinando monólogos, canciones y personajes. El café concert es así de exigente para un actor.

—Ahora que lleva su espectáculo a una sala como la Balzo, pienso, con todo respeto, en los antros en que empezó con el café concert. ¿Cómo era aquello?

—Empezamos en Sherlock, el boliche que tenía Ramón Mérica. Iba todos los sábados y cantaba con Juca Shepard al piano. Canciones como “El viejo varieté” de María Elena Walsh que le encantaba a Ramón y por eso la incluyo ahora en este espectáculo. Y de ahí arrancamos a los otros boliches: Controversia, Arco Iris, Milenio, Espejismo. Era una época gloriosa. Los domingos se cerraban las puertas y no entraba ni un alfiler y hacíamos textos de Gasalla, canciones de Benedetti. Era una hermosa época y la viviría mil veces más. En la Asociación Cristiana de Jóvenes hacía teatro para niños a la tarde, y a la noche, Controversia.

—Para públicos más jóvenes. ¿Cómo define el café concert?

—Hice cuatro temporadas en Washington y la primera vez que fui, pusieron cafeteras. Pero no es eso. Es un sketch, una canción, otra canción, dos sketches. Cosas irreverentes y otras no tanto pero que todas te hacen pensar o salir con un mensaje. Es fantástico.

—¿Tiene un público?

—Hace 12 años que lo vengo haciendo con Fabián Silva y Danilo Mazzo con distintos títulos y siempre con éxito. Y lo que hacíamos con Fito Galli en el Anglo también era café concert. Y Quién le teme a Italia Fausta, claro. El café concert es un bioritmo que comienza muy arriba, baja un poquito, mantiene una línea horizontal, sube de golpe y de golpe, como una montaña rusa, te baja con una reflexión.

—Es distinto al stand up, entonces.

—Cuando estrené Más loca que una cabra, el diario Mundo Color me preguntó qué era. Yo recién había llegado de Estados Unidos y dije stand up. Ahí se lanzó una moda del stand up que todo el mundo se puso a hacer...

—¡Ah! ¡Usted es el culpable!

(se ríe) Sí. Pero después seguí nombrando lo que hacía como café concert.

—Usted pertenece a una generación del humor rioplatense en la que también están Tortonese, Urdapilleta, Barea pero lo suyo siempre ha sido menos, digamos, picante.

—Lo que pasa es que nuestra sociedad es diferente. De haber hecho lo que hacían ellos en el Parakultural en Buenos Aires, no sé si hubiera tenido tanto éxito.

—Una característica suya es que siempre está riéndose y de buen humor. ¿Cómo logra eso?

—Esto es tan corto, un pestañeo, entonces no hay que vivir amargado. Por eso no me gusta el tema política y aunque sí tuve mis épocas en las que batallaba, ya no: ahora la vida pasa por otro lado y lo disfruto. Ya tengo 64, y ojalá Dios me de muchísimos años más, pero uno nunca sabe. Así que este paso tiene que ser de alegría y no de sufrimiento. La vida y los amigos son la mejor escuela para aprender esa clase de cosas.

—Trabajó mucho de noche, ¿fue muy complicado?

—Se hizo complicada. Había códigos. Salíamos con una barra increíble y nunca tuvimos problemas. Lo disfrutábamos. Ahora cambió porque los tiempos cambiaron. No está mal porque sería aburrido si todo siguiera igual. Pero a veces los tiempos cambian con algunas fallas que los hacen malos.

—¿Y cómo cambió el humor de la gente?

—Hubo que adaptarse a esto. Hay personajes y números que ya no puedo hacer y quedaron en un cajón. Pero eso no me molesta porque saludo los cambios.

—Cuando repuso Sigo más loca que una cabra le contó a El País que tuvo que dejar cosas afuera.

—Sí, claro. No fue la misma cabra de cuando la estrené.

—¿Y eso como lo pone?

—Celebro los cambios para bien: los derechos de las mujeres, los derechos de los gays. Esos cambios nos hacen crecer como seres humanos. Por eso me adapto.

—Entendió que algunas gracias ya no correspondían.

—Totalmente. Soy un tipo que me ha reído primero de mí y después de lo otro.

—Hablando de los cambios en el humor o en el público, vivió una situación complicada cuando se lo mostró firmandopor el “Vivir sin miedo” de Jorge Larrañaga. ¿Cómo vivió esa situación?

—Eso fue un error y algo que se dio en el momento y el lugar donde no se tenía que dar. Hoy, los artistas tenemos que ser apolíticos. Y no hablar de fútbol. La gente está muy sensible y yo trato de entender a todo el mundo. Pero en ese caso particular sufrí mucho y lo dije. Me pidieron disculpas y las acepté. Ya está.

—Cambiando completamente de tema. ¡Debe ser de los artistas que más se sentó en faldas masculinas en sus espectáculos!

—Es verdad. Sobre todo con la Fausta. Y la cantidad de fiestas que he hecho es impresionante: soy el tipo que, vestido de mujer, ha entrado en más casas. Y siempre con el respeto de todo y el cariño de los niños. Nunca una agresión. Eso debe ser celebrado.

—Cuando llega a una fiesta genera dos comentarios. Los hombres piensan: “¡Ojalá no se meta conmigo!”, y las mujeres dicen: “¡Qué piernas que tiene Petru!”. ¿Sabe eso?

—Sí, lo de las piernas y la frase es: “Que no venga para este lado”.

-—Pero usted sabe a dónde va.

—Eso, justo, eso te lo da el café concert, el entender la psicología, encontrar el parecido a un personaje.

—Con todos esos antecedentes y un programa diario en televisión. ¿Cómo es su fama?

—No sé cómo es porque yo voy a la almacén y me quedo charlando con los vecinos. Mi trabajo es el que hago después soy uno más. Lo único que extraño es cuando salía con mis amigos en auto y gritábamos, hacíamos escándalo. Era divertido. Eso ahora lo hago en Estados Unidos porque no me conoce nadie. Y siento una felicidad increíble.

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