Roxana Blanco: "Las cosas ya no pasan por un debate crítico, sino por la emoción que nos provocan"

La actriz presenta con la Comedia Nacional, un texto del libanés canadiense, Majid Mou

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Roxana Blanco
ALONSO CIGANDA Luis

Cuando descubrió Todos pájaros en 2018, Roxana Blanco atravesó un largo proceso hasta llegar a convertirla en su segunda obra como directora; la primera fue El salto de Darwin, la obra de su hermano, Sergio Blanco que estrenó en 2022. Fue Sergio, precisamente, el que le insistió que le escribiera directamente a Wajdi Mouawad, el escritor libanés-canadiense que escribió Todos pájaros como parte de su tetralogía “La sangre de las promesas”, que también incluye Incendios, la obra que tiene una película de Dennis Villeneuve y que tuvo una puesta local en El Galpón. Es uno de los más importantes dramaturgos contemporáneos.

Blanco le escribió a Mouawad una carta manuscrita -incluida en el programa de mano de esta obra que va viernes y sábados a las 20.00 y domingos a las 18.0 en la Sala Zavala Muniz del Teatro Solis.

El tema es una variación de Romeo y Julieta ambientada en una familia israelí con un hijo enemorado de una mujer árabe; ese resumen es mínimo para una historia que tiene giros imprevistos y una capacidad para aportar a un debate muy actual: aunque el proyecto se inició en 2018, la obra está marcada ahora por la coyuntura del conflicto entre Israel y Hamás.
Sobre eso y una película de 2005 adelantada a su tiempo, Blanco charló con El País.

—La primera vez que la vi fue en el rodaje de Alma mater, la película de Álvaro Buela, que le dio un impulso a su carrera. ¿Cómo recuerda ese tiempo?

—Me encanta empezar por ahí. Buela fue un adelantado. Fue mi primera película y yo no quería hacer cine porque sentía que había algo muy potente en mi carrera como actriz de teatro, que no quedaba en ningún lado, y eso me parecía interesante, y quedar grabada en una cinta me volvía loca. Álvaro se sentó conmigo y me dijo: “Eso es narcisismo”. Y pensé, yo que vengo del psicoanálisis que si era eso tenía que combatirlo y me metí en la película.

—¿Y en qué sentido era una adelantado?

—Todo lo que plantea de lo trans, de las religiones en Alma mater en 2005, hoy hubiera sido un escándalo, hubiera generado un debate interesante. Pero en aquel momento, no sé si el Uruguay estaba preparado para una película así.

-¿Y hoy sí estamos preparados para debates de ese tipo?

-Escuchaba un programa en una radio francesa que decía que estamos en la dictadura de la emoción. Las cosas ya no pasan por el pensamiento y un debate crítico, sino por la emoción que nos provocan. Por supuesto que hago teatro y me encanta cuando la gente me dice que sale conmovida. Pero ese es otro plan.

—¿En qué momento se perdió esa capacidad crítica?

—No sé. Estoy llena de colegas, amigas y amigos con quienes puedo debatir y hablar, pero se está perdiendo un poco la cultura del debate, porque pasás a ser el enemigo. Por eso me interesaba Todos pájaros, no sólo por el conflicto geopolítico.

—Pero el conflicto geopolítico se presenta como central en Todos pájaros...

—Sí, pero es una obra en donde hay mucha violencia intrafamiliar, por ejemplo. Quería que fuéramos a lo que conocemos: el teatro y nuestras almas. En los días que empezaba con Todos pájaros justo me llegó una frase que decía: “pasemos de la opinión al conocimiento”. Y entonces dije: “No opinemos, todo el mundo opina”. Y en este conflicto tan delicado tampco opinemos, vayamos al conocimiento (investiguemos, leamos) y a lo que conocemos: hacer teatro y nuestras historias. Si esta familia no se puede poner de acuerdo, ¿cómo vamos a pretender que el mundo lo haga? Eso fue un viaje interesantísimo, de mucha deconstrucción interna y honestidad. Y muy bello.

—El conflicto que plantea ha tomado toda una dimensión con la escalada de violencia en la franja de Gaza...

—La obra la descubro en 2018. O sea que no tuvo nada que ver con un oportunismo o hablar de esta última escalada de octubre, una escalada gravísima en un conflicto histórico. Ya estaba programada, ya estaban los derechos, pero sí nos preguntamos qué hacer. Y ahí, Gabriel Calderón, como director de la Comedia Nacional, dijo: “Creo que más que nunca hay que hacer esta obra ahora”.

-¿Pero cambió algo?

-Tuvimos que ser extremadamente sensibles y delicados para evitar que quedara una cosa maniquea. Era muy delicado porque a veces un tono de un actor cambia la cosa. Había que ser muy cuidadosos en esas cosas, que nadie se fuera a sentir ofendido. Mis proyectos son procesos largos y me parece que eso es lo lindo, porque vas entrando en la obra de diferentes maneras, como una suerte de espiral. No soy la misma que en 2018.

-¿Ha recibido alguna reacción negativa?

-No. Ha tenido muy buena recepción. Sobre todo hace pensar a la gente, que se va conmovida y un poco heridos o heridas, pero básicamente es como que hay una cosa muy conciliadora. Yo tenía ciertos miedos, pero por suerte no se cumplieron. Ha habido mucho respeto.

-La obra tiene una posición que muchos pueden considerar polémica...

—Mouawad, que es libanés, dijo en una entrevista que acá decidió hacer hablar al otro (en realidad, él dice “enemigo”). Es lo mismo que hace Esquilo cuando le da la palabra como griego al derrotado, a los persas. Es darle la voz al otro. Y por eso ubica la historia en una familia israelí.

—A partir de la última película de Nanni Moretti y de su obra, pensé en el concepto de arte político, que suena a cosa antigua, quizás. ¿Por dónde pasa el teatro político hoy?

-No sé, la palabra política es tan fea y se banaliza tanto. Pero sí, Todos pájaros es teatro político en el más bello sentido de la política, la de todos los días, la de los pequeños gestos. Un teatro político que sabe que no va a salvar el mundo. Recién hablábamos de geopolítica pero eso es la micropolítica, la del día a día. Tengo la suerte de dar clase y a veces a mis alumnos los veo tan perdidos en este mundo y me pregunto qué hacer. Y creo que con que puedan generar belleza, o un momento conmovedor, ya está.

-¿Cuánto deja en sus puestas?

-Mucho, pero me salvan mucho. Al otro día del estreno ya estaba hablando con una amiga sobre hacer algo sobre Marguerite Duras, no sé. Y mi amiga me dijo: “Ya estás pensando en la próxima, qué genia”. Y le respondí: “Es que me quiero salvar”. A mí me salva el teatro. Dejo mucho, pero me deja mucho también. Es mi vida y me encanta.

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