Sara Nieto, de vuelta en el Ballet del Sodre: "Yo no me hubiera ido nunca de Uruguay"

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Sara Nieto. Foto: Difusión

ENTREVISTA

La icónica exbailarina y coreógrafa visita al Ballet Nacional del Sodre, esta vez para estrenar "Giselle", que va desde hoy en el Auditorio. Antes habló con El País

Sara Nieto no se queda quieta. Camina y habla rápido, cuesta seguirle el paso por los pasillos del Auditorio Nacional del Sodre. Nada hace pensar que tiene 74 años. Durante la charla con El País prefiere no sentarse y quedamos parados, hablando en una salita del Auditorio con los bailarines de la compañía ensayando cerca.

La exbailarina, directora y coreógrafa uruguaya vive en Chile hace varios años, pero siempre regresa al país para veranear. Esta vez también para reponer Giselle, un ballet clásico con el que siempre se ha sentido identificada: fue el título que la consagró como primera bailarina, el que bailó cuando se retiró, y al que le creó la coreografía que ensayan ahora los bailarines del Ballet Nacional del Sodre que dirige María Noel Riccetto.

Y que mostrarán al público en 10 funciones desde hoy al 20 de marzo con entradas por Tickantel desde 90 pesos.

“Es el ballet romántico más maravilloso que hay, tanto para el público como para la bailarina”, dice Nieto sonriente. “Es un rol muy demandante y que todas las bailarinas quieren interpretar. Hay un dicho que dice: ‘la que puede bailar Giselle es una gran bailarina’, porque también hay que interpretar bien el papel. Es un desafío”, agrega.

—¿Por eso es difícil encontrar la bailarina para Giselle?

—Sí, es difícil. Cualquiera lo puede bailar, pero que realmente te llegue, no es sencillo. Nos emocionamos al verlos en los ensayos, porque están compenetrados. Yo, que soy llorona, me emociono mucho. Y las bailarinas le dan su toque personal a la interpretación. Eso es importante porque siempre es una Giselle diferente a pesar de que los movimientos son los mismos.

Giselle. Foto: Agustín Martínez
Imagen del ballet "Giselle". Foto: Archivo

—¿Cuál es el secreto para una buena Giselle? ¿Se requiere técnica o es algo innato?

—Se precisa todo. Hay que encontrar el equipo perfecto y los mejores bailarines. Acá tenemos cuatro elencos y son todos buenos y muy diferentes entre sí, pero todos te emocionan. Eso es lo importante.

—Ahora va al ensayo. ¿Siempre hace correcciones?

—Sí. La semana pasada tuvimos el primer ensayo con orquesta que funcionó muy bien pero igual vas haciendo anotaciones. Son millones de cosas, pequeñas y grandes a corregir. Después se repite con las correcciones y pasa el siguiente elenco.

—¿Y en qué se fija?

—En todo. Desde el blanco del ojo a los pies. Es mi ballet, pero le he cambiado cosas que ya no me gustan. O pienso distinto de cuando vine antes. Por eso me encantan los ensayos en el escenario, porque tenés la proyección de verlo de lejos y ahí ves qué es lo mejor para tal bailarín. Hay infinidad de correcciones y a veces es de noche y no puedo dormir pensando en que me olvidé de decirle a Fulano tal cosa para corregir.

—Ha dicho que le gusta darle libertad al bailarín, ¿cómo se maneja la balanza entre las correcciones y esa libertad?

—Hay gente que salta mejor para un lado que para el otro: ¿por qué lo vas a hacer saltar para un lado incómodo si lo hace mejor para el otro? Se puede hacer eso sin cambiar la coreografía. Así los principales se sienten mejor. Todo lo que es sentimiento también varía entre los bailarines. Por ejemplo, demostrar locura. Una aconseja, pero no te podés meter dentro de ellos para crearle los sentimientos que tienen que mostrar.

—¿Es perfeccionista?

—En esta profesión hay que ser perfeccionista y lo mínimo que dudes, lo que no te guste, hay que corregirlo.

¿Cómo ha visto la evolución del BNS?

Sara Nieto ha estado en tres oportunidades junto al Ballet Nacional del Sodre. Su Giselle abrió la temporada de Julio Bocca al frente de la compañía, volvió con este ballet en 2015; esta es su tercera visita.

—¿Notó una evolución en el BNS a lo largo de estos años?
—Sí, ha habido una diferencia enorme. Cuando vine en 2010, la compañía todavía no estaba del todo completa. Julio (Bocca) había hecho cambios y traído gente nueva. La compañía estaba dividida, había problemas gremiales y no se sentía esa unión que sí se siente ahora. Estaba todo verde. En 2015 ya funcionó mejor, estaba todo más homogeneo y armado; pero esta vez es la que va ganando. No sé si es a causa de María (Riccetto) o porque es la tercera vez y ya conozco a muchos de los bailarines. Ahora no quiero irme.

—¿Desde cuando conoce a Riccetto?
—Desde que era estudiante en la Escuela Nacional de Danza. He seguido su carrera, la iba a ver bailar a Nueva York. La he admirado muchísimo como bailarina y ahora como directora me ha sorprendido muchísimo.

—Se fue de Uruguay y llegó al Ballet de Santiago que dirigía Iván Nagy quien hizo grandes cambios a la compañía. ¿Siente que al BNS le pasó algo similar?

—Lo que hizo Julio Bocca fue igual a lo que hizo Nagy allá. El proceso de avance de una compañía es lento porque se va armando, va creciendo, y la parte técnica crece en el mundo todos los días. Hoy los físicos son diferentes porque el trabajo técnico y el entrenamiento cambió. Esta compañía ha crecido muchísimo y acá hay mucho talento. Uruguay es increíble, somos un país chiquitito y hay gente con mucho talento que a veces tienen que ir al extranjero, como le pasó a María.

—También le pasó a usted.

—Sí, pero yo no me hubiera ido nunca. Pasó el desastre del incendio del Sodre que nos dejó sin teatro. Me dio una depresión horrible y me fui de casualidad. No busqué irme, pero en Chile me contrataron, me ofrecieron el puesto de primera bailarina y fui a probar. Ahí quedé.

Imagen del ballet "Giselle". Foto: Ballet Nacional del Sodre
Imagen del ballet "Giselle". Foto: Ballet Nacional del Sodre

—Allá también se casó y se convirtió en primera bailarina estrella, un título que pocas portan. ¿Cómo lo obtuvo?

—Ese título me lo dio Iván a raíz de la presentación que hicimos en Nueva York. Yo era la única primera bailarina que había en ese momento que podía hacer los roles, o sea, tenía mucha responsabilidad. Fuimos y tuvimos mucho éxito, y para Iván era la primera compañía que lo tenía como director. Estaba tan feliz que como demostración de su locura y alegría me nombró primera bailarina estrella. Fue una época muy linda, él levantó mucho a la compañía y Julio acá también, trayendo gente de todas partes. Aunque esta es la vez que encuentro mejor el BNS. Hay mucha más unión, se trabaja con confianza, más ganas y seguridad. No hay problemas que molestan o desconcentran porque entre los compañeros se apoyan mucho.

—¿Pero el ballet no es un mundo muy competitivo?

—Sí, pero cuando la competencia es buena, es distinto. Los bailarines a veces son celosos, pero cuando el director tiene una explicación de por qué alguien hace tal rol y no otra persona, y eso lo tiene María (Noel Riccetto), te lo agradecen. Ella les explica y les dice la verdad. Así quitan ese choque que se da de si uno es mejor que otro. Esa es la tarea difícil del director de la compañía.

—Usted se retiró de grande, ¿hay una edad para hacerlo?

—Yo era grande, grande, tenía 48 años; María se retiró a los 39, pero no hay edad. En el mundo, el retiro es a los 40 más o menos, porque el físico empieza a morir después de los 35 años. Depende del esfuerzo de cada uno y de las ganas que tengas. Físicamente estaba bien, empecé a sufrir por los huesos de los pies. El último año ya no daba más y me empezó a sonar una campana que me decía: es el momento de irse.

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