Aunque parecía ya encaminada, desde 1999 una campaña electoral no queda oficialmente inaugurada hasta que Jorge Esmoris vuelve con su Esmoris presidente. Esta vez, sí, el líder del PAM (el Partido al Medio) se retira de la política y los escenarios con el espectáculo El Candidato Esmoris y su Banda de Votantes Solitarios.
Será desde hoy al 16 de junio en el Auditorio Nelly Goitiño con funciones los viernes y sábados a las 21.00, y los domingos a las 19.00; las entradas están en Tickantel.
“Sumergiéndose en una realidad distorsionada para hacerla entendible y, por qué no, más llevadera, El Candidato Esmoris utiliza el humor como lente para explorar nuestras peripecias como seres humanos, invitando a no tomarnos tan en serio”, dice el resumen oficial. El monólogo clásico de Esmoris se vuelve un musical acompañado con banda en vivo.
Sobre ese regreso, Esmoris, en una pausa entre tanto ensayo, charló con El País. Este es un resumen de ese diálogo.
-Hoy empieza la campaña...
-¡Arrancamos con tutti! Con mucha fuerza, como siempre, porque además es un candidato de los más confiable que va quedando.
-Está invicto. Nunca tuvo que cumplir sus promesas...
-Ni cumplió, ni no cumplió. Es el único neutro.
-¿Cómo fue el proceso de creación de El candidato Esmoris y su banda de votantes solitarios?
-La idea fue cerrar el ciclo de Esmoris presidente: son 25 años, ya está bien. Llegó ese momento. Y por otro lado me resulta difícil hacerlo porque siempre estoy hablando de las mismas cosas. No sé si los políticos se dan cuenta pero siempre tengo que cambiar cosas pero hablando de lo mismo. Cuando empecé en 1999, los temas eran economía, educación y seguridad. ¡Los mismos que ahora!
-¿Y cómo trabajó el espectáculo?
-Es muy quirúrgico y llego a hacer muchos libretos para que no se vean referencias a nadie ni a nada de lo que está pasando. Sí, quedó un tema concreto que me impactó que fue bajar la carga horaria de filosofía en los liceos. Para mí, uno de los grandes problemas que tiene el mundo es que no se enseña a nadie a pensar. Es la única referencia de coyuntura, y pido perdón por tener que hacerla.
-En 2014, en una entrevista con El País, decía que era la última campaña y después se presentó en 2019. ¿Por qué siempre vuelve?
-La constante es siempre la misma y la que me llevó a hacerlo por primera vez: zafar un poco de la vorágine de la campaña electoral verdadera. Era como que lastimaba. Bueno, cada vez lastima más. Entonces me cuesta más decir que no, pero esta sí es la última. Queda bien claro en el espectáculo que el personaje en esta se va.
-Y para esta despedida incluye música...
-El teatro y lo musical fueron mis dos corrientes y era juntar las dos cosas. Así El candidato que siempre fue un monólogo ahora es parte de un musical.
-¿Cómo ha cambiado ese candidato desde las últimas elecciones?
-Es que no necesita cambiar mucho (se ríe). Los cambios, en todo caso, tiene que hacerlos para no parecerse a los candidatos reales. Me he cruzado con algunos políticos en la campaña y les termino diciendo “por favor basta, vengo ensayando esto desde seis meses, no lo puedo cambiar”, por las cosas que decían. Se reían pero cada vez están más en mi territorio, no es que yo gané terreno en el de ellos.
-¿Su plataforma se volvió real?
-El plan siempre fue tratar que la campaña electoral, como ciudadano, me vaya un poco por el costado, no sumergirme. Pero cada vez tengo que seguirla más, porque me veo obligado a sacar cosas que van por el lado del absurdo, de la patafísica, pero las termino escuchando en la campaña. Y como la consigna de este candidato siempre fue la propuesta y no la respuesta, nunca habló de nadie en particular. Lo hice en España y me decían que podía ser cualquier político de allá. Se trata de eso.
-Es un personaje universal...
-Es shakesperiano. El tipo no tiene que convencer a nadie sino que lo que tiene que hacer es juntar votos. Pero cada vez la realidad se va acercando a eso. Yo soy consciente que estoy haciendo la patafísica pero los otros no sé. Y la gente tampoco sé. Así se da un juego porque además veo que la política se ha convertido en una representación y los electores, ya pasamos a ser espectadores. Aquello de Shakespeare de que el mundo es un teatro, cada vez es más real, dejó de ser una metáfora.
-¿Cómo lo imagina al personaje?
-Siempre lo pensé como un candidato real solo, en una habitación de hotel después que terminó la gira y plantearme qué pensará ahí. Entender qué piensa, cómo se siente, si sabe que está mintiendo y si se termina creyendo lo que está diciendo. De ahí también viene lo shakesperiano. Puede ser Hamlet o el Rey Lear pero siempre busco el humor para decirlo, no la tragedia.
-¿Hay una degradación de lo político?
-Lo defino últimamente como el mundo Tik Tok y para mí es eso, cosas de 10, 15 segundos. En el espectáculo embromo sobre esa especie de estigma que en el Uruguay nunca pasa nada y para mi el problema es que pasa mucho en poco tiempo y no nos da tiempo de procesarlo.
-El humor político parece limitado al Carnaval. ¿Cómo ve eso?
-El carnaval es lo que es y además es de Montevideo. Lo viví y tuve problemas porque íbamos por otro lado, a pesar de lo que podíamos pensar porque yo estaba haciendo teatro en el carnaval y lo que no hago en el teatro no lo voy a hacer en carnaval. Por más que las reglas sean esas, porque el carnaval te exige que hagas crítica. Yo evité lo didáctico: el panfleto es una herramienta de la que estoy muy lejos. Para mi tiene más peso la palabra público que la palabra pueblo. El público está ahí pero el pueblo es un ente indefinido que todos usan para ellos.
-¿Qué lugar tiene el teatro en ese mundo Tik Tok del que hablaba?
-Es decirle a la gente que haga el juego que tienen que hacer en la política, pero si en algún momento necesitan un corte, pasarla bien, vengan a ver este espectáculo u otro espectáculo. Los teatros se convirtieron en oasis porque tiene eso que es que la gente termina escuchando. Y no se trata de oír, se trata de escuchar.