ENTREVISTA
La actriz argentina se presentará en el Teatro Metro junto a Soledad Silveyra con la obra "Dos locas de remate", antes habló con El País
A pesar de tener una larga carrera que empezó en el under porteño de los 80 y se extendió a la televisión y al cine, Llinás está por debutar en Uruguay. Será con Dos locas de remate, una comedia donde comparte elenco con Soledad Silveyra. Va en el Teatro Metro, el viernes 3 y el sábado 4.
—¿Cómo ve a su generación, aquella del under de los 80?
—Esa época fue un semillero de gente que estaba aburrida del teatro “importante” incluso del teatro comprometido. La dictadura tuvo que ver en eso: eran ganas de liberarse y de hacer un montón de cosas que estaban prohibidas. El Parakultural fue un espacio de libertad y sin interés económico. Eso da al artista una libertad que hace que de pronto puedan surgir cosas diferentes y no estar respondiendo a la exigencia de que guste, de que venga gente a verlo o que traiga plata. Fue revolucionario eso. Y salió gente muy valiosa.
—¿Cómo fue cambiar pasar a algo más “mainstream”?
—Yo sabía que no quería recorrer el camino de ir a dejar currículum para entrar a programas o para entrar en el San Martín y cuando eso me llegó fue con Gasalla que tampoco estaba tan alejado de lo mío.
—Pero tiene que haber significado un salto, igual...
—Ahí entré a la televisión y pasar a Gasoleros estuvo bueno porque lo otro ya lo conocía y esto era descubrir cómo era actuar normal, hacer una cosa más tranquila, más naturalista. Y para mi era un desafío.
—Y le trajo otra fama.
—Nunca busqué la fama. Más bien todo lo contrario. Con Gasalla salía tan disfrazada que la gente no me reconocía. Cuando sí sentí la diferencia fue cuando trabajé (porque Antonio se enojó conmigo y al año siguiente no me convocó) con Gerardo Sofovich en La peluquería de don Mateo. Ahí la popularidad fue impresionante. Cuando me echó fue un alivio.
—En todos esos trabajos ha podido ser usted misma. ¿Tiene que ver con aquella libertad del comienzo?
—No me siento atada a ninguna forma de teatro, ni a ninguna forma de ser actriz así como no me siento atada a un partido político. Me considero con la libertad de cambiar de camino y de opinión. Eso conlleva un riesgo pero si no me empiezo a aburrir y no hay nada peor que aburrirse en el trabajo. Adoro ser actriz, pero también en algún momento necesité dirigir una obra o ser directora de cine.
—¿Cómo se vincula en esa búsqueda, Dos locas de remate, la obra con Soledad Silveyra?
—Si uno hace una comedia tiene que ser graciosa. Tengo muchas herramientas y muy claro sobre cómo llegar a un gag. Por eso estoy permanentemente viendo qué funciona mejor. A mí me gusta la minucia, el bordado.
—La obra es sobre dos hermanas muy distintas, ¿las diferencias entre Silveyra y usted ayudaron en ese sentido?
-Con Solita, a pesar de ser muy distintas, logramos un común denominador. Su humor es mucho más del clown y trabaja con el público rompiendo la cuarta pared. Yo, al principio, rechazaba eso en esta obra pero después pensé que si ella iba por ahí, había que ir por ahí. Y ella también se adaptó a un montón de cosas mías. Así encontramos la obra. El hecho de ser tan diferentes y venir de mundos distintos se replicó y así como se encuentran los personajes también se encontraron las actrices. Estoy muy contenta de haber aceptado salir de gira con Dos locas de remate. Es muy divertida.
—Tiene presencia en las redes sociales. ¿Consideró el riesgo que significaba eso?
—No sé si fue una cosa muy buscada. Fue más que nada catártico como una forma de exprear una bronca. No fue muy pensado, sino que si había algo que no me gustaba del gobierno o la vicepresidenta, sentía que tenía la herramienta de mi humor y mi cinismo. Después me di cuenta de la repercusión que tenían pero eran cosas que pensé que no iba a leer nadie. Cuando vi lo que generaba me corrí de ahí y hasta hoy pago un precio más grande de lo que cualquiera puede imaginar. El nivel de agresión en Twitter que tuve era infernal pero cuando salía a la calle, la gente me abrazaba y seguía viniendo al teatro.
—¿El humor se volvió peligroso?
—Al humor se le exige lo que no se le exige a nada. Las series están hechas para simpatizar con asesinos o son baños de sangre. Y nadie plantea que estás llevando al público a simpatizar con un criminal. Pero al humor se le exige ser políticamente correcto. Es raro.