Pablo Mascareño, La Nación/GDA
Recarga el termo e inicia una nueva ronda de mates. Santiago del Moro pivotea entre el hombre campechano que atesora el anclaje con Tres Algarrobos —el pueblo donde nació, ubicado en el partido bonaerense de Carlos Tejedor— y la estrella que, en los últimos años, se encuentra al frente de Gran hermano, el tanque de Telefe, un imbatible que sacude el statu quo televisivo y que, desde este lunes, regresó para revalidar sus honores.
Como quien no quiere la cosa, el conductor desliza “al pasar”: “Buscamos que el público vuelva, Gran hermano le devuelve a la televisión siete u ocho puntos que hoy no están”.
Si de mediciones de rating se trata —léase millones de televidentes en todo Argentina—, el reality de confinamiento, suceso en todo el mundo (espiar al otro por la mirilla es una debilidad humana que no sabe de fronteras), no solo arrasa en su franja horaria, sino que se convierte en contenido de casi toda la programación de Telefe y hasta impacta en la competencia. “Si no puedes con tu enemigo, únete a él”, es la lógica imperante. “Se es totalmente visto, sin ver jamás”, sostenía Michel Foucault en Vigilar y castigar. Algo, mucho, de todo eso, se pone en juego en esta competencia de encierro que en Uruguay va por Canal 10.
“Cada temporada la vivo con pasión, intensidad y ganas. Uno siempre piensa si estará lo suficientemente preparado, si le gustará a la gente, pero estoy feliz y agradecido”, reconoce el profesional de estricto perfil bajo que poco deja escudriñar sobre su vida privada. Vaya paradoja. La antítesis de lo que propone.
Para mostrarse están los 24 participantes que se sumergirán en “la casa más famosa del mundo” para contar sus cuitas, plantear alianzas, enrevesarse y cavarle fosas al “enemigo” y, con un individualismo creciente a medida que avance la competencia, lograr llevarse el premio mayor, luego de varios meses de encierro. La orden de clausura se extenderá más de lo previsto si los números del rating resultan tan auspiciosos como en las últimas dos temporadas.
“Nunca se sabe qué puede pasar, es un programa desmesurado, visceral y apasionante”, define el conductor de manera precisa la esencia del formato neerlandés (Big Brother) creado por John de Mol.
—¿Por qué elegís continuar al frente de la conducción de Gran hermano?
—Es un formato súper elástico, se hace en vivo, así que te puede pasar cualquier cosa. Es un trabajo muy difícil porque estoy solo ante las mil personas que hay dentro del estudio y frente un país que me está mirando. La exposición es tremenda.
—Le legaste tu impronta al ciclo, una suerte de identidad a favor de una estructura y una dinámica preconcebida.
—Es la resultante de todo lo que he hecho. Desde que empecé en Much Music hasta Infama e Intratables, todo tiene que ver con lo mismo, reunir a la familia entera. Gran Hermano lo logra, es muy popular.
Los detalles del nuevo "Gran Hermano"
Los nuevos participantes pasaron este fin de semana alojados en un lugar cuyo enclave fue guardado bajo siete llaves. La idea era potenciar la expectativa y que la opinión pública los conociera recién este lunes. Para ellos, más permanencia en la casa implicará, regla de tres directa, una mayor popularidad, el sueño de regresar a la “vida normal” convertidos en “celebridades” e intentar sostener el nuevo rango con presencias estelares en boliches, panelismo y hasta algún papel en teatro. Claro que, en la mayoría de los casos, todo se esfuma en un suspiro y son unos pocos angelados los que logran construir una carrera pública posterior.
“En la Argentina, el programa se encontraba fuera de radar, los anunciantes estaban algo reacios en volver a creer en la propuesta y hubo que hablar mucho para convencerlos, ya que es un programa muy caro de hacer”, señala Del Moro.
En la temporada 2016 se había llevado a cabo la última edición de Gran hermano, que se vio por la pantalla de América con la conducción de Jorge Rial. El espacio, algo devaluado, se discontinuó del aire. En el medio aconteció la pandemia y, cuando la lógica hacía suponer que nadie querría ver un ciclo que implicase un confinamiento —aunque a diferencia del impuesto por el covid, este era elegido por los jugadores— el programa se convirtió en suceso.
En 2022, Gran hermano regresó a la pantalla de Telefe, donde había salido al aire por primera vez en 2001 con la conducción de Soledad Silveyra. “Poco a poco le dimos forma hasta que salió la primera edición mía que rompió todos los récords”. El 7 de julio de este año finalizó la “segunda gestión” a cargo de Del Moro. Marcos Ginocchio y Bautista Mascia resultaron los ganadores de estas dos ediciones de la “nueva era” del show.
—Cuando se adquiere el nivel de masividad y, en términos cuantitativos, el éxito que venís cosechando tanto en televisión como en radio, donde liderás con tus espacios, ¿te imponés la presión de estar a la altura de vos mismos?
—En la radio, hace más de diez años que hacemos el programa más escuchado, pero, si uno dimensiona mucho eso, puede terminar jugándote en contra; con la televisión sucede lo mismo. El desafío es todos los días, nadie tiene nada ganado ni comprado, el rating no te lo llevás a tu casa. Todo eso está y me encanta, el que dice que no le importan los números del rating, miente. Es importante, pero no me modifica a mí como profesional ni como persona; de lo contrario, me limaría la cabeza, así que trato de preservar mi vida. Soy quien soy, me vaya bien o más o menos.
—Mantenés un estilo de vida muy discreto.
—Somos una camada que es así, mi amigo Guido (Kaczka) es igual. Hay gente que, en su currículum, lo único que tiene para mostrar es su vida privada, eso nunca fue lo que me interesó. De alguna manera, preservando la vida privada, se puede vivir con los pies sobre la tierra. Cuando contás toda tu vida, es muy difícil cerrar esa puerta y pedir cordura y respeto. Lo único que me interesa es mi trabajo, no busqué la popularidad que, desde ya, viene de la mano y no reniego de eso, bienvenida sea, pero que sea algo que llegue por tu trabajo y no por tu cama.
—Tu ecuación se contrapone con gran parte de la lógica del medio y de un mundo definido por el latido de las redes sociales, donde lo invasivo está a la orden del día y la frontera entre público y privado está, en gran medida, difuminada.
—Cada uno elige lo que quiere mostrar. Yo elegí esta vida, soy un tipo muy básico, elemental, disfruto tomar mate y estar en mi casa vestido así nomás. Las fiestas me dan cierto pudor, me cuesta asistir a las tapas de las revistas; de hecho, a veces ni siquiera voy.
El oficio de Santiago del Moro
“Al día siguiente de la final anterior me puse a trabajar en la nueva edición de Gran hermano. Me gusta trabajar en equipo, soy uno más. Tiro mis ideas y, si alguien tiene alguna mejor, la tomo. No soy complicado, soy apasionado de lo que hago. Y me gusta la gente que trabaja con esa misma intensidad. Soy un trabajador de la televisión, me encanta, y, cuando hay que jugar ese juego, lo hago, pero se trata de trabajo, no consumo lo que vendo, la televisión es muy peligrosa si te creés que sos eso que sale por la pantalla”.
—¿Quiénes son tus referentes en el medio? ¿Hay influencias de nombres históricos?
—No sé si es una virtud o un defecto, pero nunca admiré mucho a nadie para que sea mi referente o convertirme en fanático. Soy lo menos cholulo del mundo, puedo estar sentado al lado de la persona más famosa del planeta y jamás voy a pedirle una foto. Sí, en cambio, respeto mucho a los conductores, creo que la Argentina, históricamente, tuvo y tiene enormes profesionales. Pienso en grandes (Cacho) Fontana, (Héctor) Larrea, (Leonardo) Simons, que formaron parte de una época de oro. Más acá, pienso en Beto (Casella), que es un fenómeno y me dio una mano tremenda en la radio; (Nico) Repetto, en su momento, fue una cosa descomunal. Es difícil poner nombres porque siempre uno se olvida de alguien. Pocos países tienen figuras de la conducción tan fuertes como sucede acá.
—¿Qué valorás de un conductor?
—Que tenga firma personal. Lo peor que podés hacer es imitar a otro. Lo mejor, con defectos y virtudes, es hacer el propio camino.
—Sin ir más lejos, pienso en la pantalla de Telefe donde Marley y vos abordan el trabajo desde puntos de partida diferentes, son muy distintos.
—Nunca miré para los costados, cada uno tiene que hacer lo que mejor pueda y, por otra parte, todos queremos lo mismo. Lo importante es enfocarse en el propio objetivo, no mirar qué hace el otro.
Del Moro menciona a su colega Guido Kaczka más de una vez. Los une el afecto personal y un curioso engranaje laboral. Kaczka es uno de los accionistas de Kuarzo, productora que realiza Gran hermano. Además, Del Moro comparte con su colega la mañana radial en LA100, donde el animador del reality ocupa el primer tramo del amanecer y el líder de The Floor (eltrece), abarca la franja horaria que arranca a las 10. Y, en este Tetris de la convivencia se suma que, desde el lunes, ambos volverán a competir televisivamente.
“A Guido (Kaczka) lo conocí en la radio, somos dos acuarianos apasionados por el laburo. Puedo hablar con él de igual a igual, tenemos una rivalidad muy sana. Los dos queremos ganar y que nos vaya bien. Antes de conocernos, ya competíamos en radios distintas. Nos gusta hablar sobre el medio e intercambiar nuestras miradas, es una muy buena persona, amante de su familia. Una vez, mi mujer me dijo ´todo el psicoanálisis que le sobra a Guido, te falta a vos´”.
Conocida es la regularidad de Kaczka para enfrentarse con la disciplina desarrollada por Sigmund Freud. El conductor de Los 8 escalones (eltrece) suele frecuentar a su analista cuatro veces por semana.
—¿Hacés o hiciste terapia?
—Jamás.
Tampoco realiza yoga, aunque, en sus redes sociales, muestra gran habilidad para encuadrar su físico en una postura llamada “sirsasana”. “Me aburre hacer yoga, pero tengo buena destreza física para colocar mi cuerpo de esa forma”.
—Con un trabajo tan expuesto y exigido, ¿cómo bajás a tierra?
—Tengo que tener un gran entrenamiento porque Gran hermano te insume mucha energía física y mental, y, a eso, hay que sumarle la radio. Cuando puedo, me gusta dormir.
No es poca cosa para un hombre que, cuando está al frente de Gran hermano, finaliza su día entrada la madrugada y, a las seis en punto, comienza la conducción de El club del Moro, su espacio de radio en el que se encuentra acompañado por Maju Lozano, Edith Hermida, Costa, Fernando Carlos y Bebe Sanzo, entre otros profesionales.
Será por su exigida rutina que, buscando no salirse de su andarivel armónico, pide que el estudio de LA100 ubicado sobre la calle Mansilla, en el Barrio Norte porteño, prácticamente se encuentre a oscuras. Una forma de amanecer “despacito” cuando aún el cuerpo le pide varias horas de sueño más. “También me gusta estar con la gente que quiero, con mi mujer y mis tres hijas”.
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