EN COLOMBIA
La exitosa telenovela colombiana de los noventa volverá, protagonizada por William Levy y Laura Londoño. Se filma entre besos e hisopados
Decenas de campesinos con mascarilla permanecen inmóviles bajo el sol del mediodía en un cafetal del centro de Colombia. De repente, una voz exclama: “¡Fuera tapabocas, vamos a grabar!”. Las telenovelas reviven en uno de los mayores referentes de esta industria en América Latina, luego de la parálisis por la pandemia del coronavirus.
Café con aroma de mujer, una adaptación de la célebre telenovela escrita en los años noventa por el colombiano Fernando Gaitán, se graba en Chinchiná.
Los culebrones se producen con asepsia, pruebas de COVID-19, restricción en los aforos, mascarillas, trajes antifluidos, presupuestos ajustados por la crisis y un riesgo permanente, lejos del romanticismo de sus historias.
En mayo, cuando el país atravesaba el segundo mes de un confinamiento que paralizó los rodajes, este día parecía lejano. Pero en setiembre se relajaron las restricciones impuestas por el gobierno desde el 25 de marzo y las productoras emprendieron un regreso gradual a los estudios bajo estrictos protocolos. Colombia supera los 1,5 millones de casos de COVID y las 42.000 muertes.
“Nosotros íbamos a empezar a grabar en abril (...) Quedamos en cuarentena por seis meses casi”, resume Yalile Giordanelli, productora ejecutiva de Café.... Según la Asociación Nacional de Medios de Comunicación, el confinamiento obligatorio llevó a RCN y a Caracol a detener 38 producciones.
Muchos de los 270 empleados de Café estaban en un set de grabación cuando cayó la noticia. “Nos dijeron que recogiéramos todo, que nos íbamos para la casa, pero era provisional (...) Cuando se fue alargando el tiempo se volvió un poco desolador”, dice Adriana Ortiz, diseñadora de maquillaje.
Según Ortiz, el canal mantuvo su contrato durante la inactividad, aunque con salario reducido. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, el sector de las artes y el entretenimiento fue de los más golpeados por la pandemia: se perdieron 203.000 empleos entre octubre de 2019 y el mismo mes de 2020.
Ahora, las producciones audiovisuales riñen con el distanciamiento social. Maquilladores, vestuaristas y actores dependen de la cercanía física para hacer su trabajo.
Del otro lado de la cámara, Laura Londoño y William Levy, los protagonistas de Café, conversan sin mascarilla a pocos a centímetros de distancia, anticipando el romance que unirá a Paloma y Sebastián. En la versión original, la dupla protagónica la formaban Guy Ecker y Margarita Rosa de Francisco; es una de las telenovelas claves de la producción colombiana y la que explotó las riquezas propias del país, y combinó cultura rural con urbanidad. En los noventa fue un fenómeno de audiencia al que Uruguay no le fue para nada ajeno.
Ante la imposibilidad del distanciamiento, ahora todo el equipo es sometido los lunes a una prueba PCR. Según Giordanelli, el testeo regular ha tenido “costos enormes”, pero es necesario: un contagio podría obligar a aislar a alguno de los actores y retrasaría toda la producción, un precio aún mayor.
Mauricio Cruz, director de la telenovela, considera vital la realización de pruebas para que los actores se sientan cómodos en escenas de contacto. Y Katherine Vélez, quien interpreta a Carmenza, la madre de Paloma, sabe que es imposible blindar el rodaje contra el virus, pero asegura que al momento de estar frente a la cámara “todo el mundo (está) sin tapabocas, confiado en que la producción tiene el control”.
Aunque la mayoría duerme en la hacienda donde se graba, todos pueden salir en su días libres para ver a sus familias.
La industria de las telenovelas se juega su superviviencia en una cierta contradicción: hay más gente televisión, pero hay menos inversión en publicidad, lo que se traduce en presupuestos ajustadísimos.
Pero el virus no solo trastocó ingresos y cronogramas, también se coló en la ficción. Los libretistas de Café tuvieron que reescribir las escenas de fiestas y grandes eventos para acomodarlas a pequeñas reuniones familiares. Así, la nueva versión es, en palabras de su productora, “una historia mucho más recogida, íntima”, reflejo de la coyuntura en la que se grabó.