Adelanto
Dos hombres dicen que la estrella abusó de ellos cuando niños y sus testimonios son contundentes
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Va a ser difícil que cualquiera que atraviese las cuatro horas de Leaving Neverland, termine viendo de la misma manera la obra de Michael Jackson. El documental u2014que HBO emite en Uruguay el sábado y el domingo a las 20.00u2014 destruye la imagen del autoproclamado Rey del Pop, a partir de los testimonios de dos hombres, hoy treintañeros, que aseguran haber sido abusados sexualmente por Jackson cuando tenían cinco y siete años.
Su estreno en el festival de Sundance en enero y en HBO en el hemisferio norte el fin de semana pasado, ya empezó a mellar la imagen y la música del artista fallecido en 2009. Algunas radios dejaron de pasar su música y Los Simpson retiraron un episodioen el que participaba, mientras se evalúan las consecuencias económicas para un artista que sigue siendo muy rentable (en Spoitfy sus canciones se escuchan 17 millones de veces ¡por semana!). Su legado, no hay duda, va a quedar manchado.
Su círculo más cercano y sus fanáticos más acérrimos hablan de una conspiración para dañar su imagen y su obra. Es el mismo argumento que se ha manejado desde que, en la década de 1990, aparecieron las primeras denuncias de pedofilia. Jackson siempre se rodeó de niños, a quienes invitaba a su mansión-parque de diversiones, y con quienes se mostraba en público. Viendo esas imágenes en Leaving Neverland, parece increíble que el mundo haya sido tan ciego con esa clase de conducta.
En 1993, Jackson fue acusado de molestar sexualmente a Jordan Chandler, de 13 años. El artista rechazó los cargos y el tema se arregló con un acuerdo extrajudicial que alcanzó, dicen, los 15 millones de dólares, y evitó una demanda penal. En 2005, tras una acusación similar, fue absuelto.
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Los protagonistas de Leaving Neverland, Wade Robson (quien junto con Macaulay Caulkin testificó en 2005 que Jackson no había hecho nada con ellos) y James Safechuck, dicen haber sido víctimas de un perverso juego de seducción de parte de Jackson que empezó cuando tenían cinco y siete años, respectivamente.
Las relaciones duraron, en algún caso, más de una década e incluyeron encuentros sexuales que en el documental están explícitamente detallados. Jackson sedujo incluso, a sus familias que fueron, sin saberlo, cómplices de una atrocidad hacia sus hijos. Están sus testimonios.
Robson es un coreógrafo australiano (trabajó con Britney Spears, por ejemplo) que a los cinco años ganó un concurso de imitadores de Jackson, cuyo premio era conocer a su ídolo. Dos años después se mudaba con su madre y su hermana a Neverland y los tres se integraron al entorno de lujos del cantante. Su madre accedió a dejar a su hijo solo con Jackson e incluso que durmieran juntos.
Safechuck participó en un comercial con Jackson cuando tenía siete años. El artista se integró a la familia de Safechuck como un niño más, apareciendo por sorpresa en las cenas familiares y haciendo llamadas de agradecimiento desde cualquier parte del mundo. La madre de Safechuck también accedió a que su hijo durmiera en la habitación de un adulto al que no conocían demasiado.
Los dos dicen haber estado enamorados (u201caún lo amo profundamenteu201d, dicen) de Jackson, quien llegó a intercambiar anillos nupciales con Safechuck y hasta sentirse ellos culpables. Eso los llevó a negar (no a olvidar) las horribles cosas que habían vivido. Los dos formaron familias y fue al ver a sus hijos que se percataron del enfermizo vínculo que habían padecido. Robson se atrevió a confesarlo públicamente, y eso alentó a Safechuck a hacer lo mismo.
Las cuatro horas del documental, producido por el Channel 4 británico y distribuido mundialmente por HBO, cubren todas las complicaciones psicológicas, profesionales y familiares que acompañaron esta historia. Aunque parece mucho rato para dedicar a un relato tan duro y doloroso, el documental no deja ningún rastro sin seguir y expone las escurridizas formas que toma el abuso de menores y las consecuencias en sus víctimas. Consigue transmitir el dolor de Robson y Safechuck.
Así, Leaving Neverland se convierte en un documento necesario para entender una realidad feísima. Y eso, más allá de descubrir a un monstruo donde para muchos había un artista genial y hasta bondadoso, es lo que lo hace tan relevante. Esta es la historia de las víctimas. Y, menos importante, la triste caída de alguien que alguna vez fue un ídolo. Y empieza a dejar de serlo.