La carrera de Lizy Tagliani es digna de una investigación. Comenzó en los medios gracias a una graciosa frase cuando ya había cumplido los 40 años y desde entonces no se detuvo. Ha hecho radio, teatro, cine, pasó por el Bailando por un sueño, el living de Susana Giménez, ha sido panelista y recorrió el mundo junto a Marley. También ha conducido formatos como Trato hecho, Minuto para ganar, El precio justo y ¿Quién es la máscara? Además, lo hizo siendo una mujer trans.
Esta noche, Tagliani suma un nuevo desafío como conductora de Got Talent Argentina, formato que se emitirá en Uruguay por Canal 10. El ciclo tiene como jurados a los argentinos Abel Pintos, La Joaqui, Florencia Peña, y al uruguayo Emir Abdul Gani.
Para Tagliani, conducir Got Talent es distinto a todo lo antes hecho, ya que ella está para acompañar y contener a los participantes. “Me encantan las palabras que usan los jurados. Mirá que puede ser frustrante, porque podés creer que naciste para eso y en un minuto te dicen que no es así. Los ‘no’ son dolorosos, y la forma de decirlos es muy importante”, comenta Tagliani.
Por eso, dice, antes que comenzaran a grabarse las audiciones, recorrió las filas para decirle a los participantes: “esto es el primer paso de una carrera, sin importar el resultado”.
“Es que cuando estás por salir necesitás seguridad, y soy lo último que ven antes de salir, y lo primero que ven cuando vuelven, con alegrías, frustraciones, tristezas porque no le salió como esperaban, o les resultó espectacular y recibieron un botón dorado. Todas las emociones muy fuertes a las que una persona no está acostumbrada. Igual te adelanto, yo defiendo mucho a los participantes, y me he llegado a meter con los jurados. A veces vienen con fiebre, o gripe, y yo salgo a decirles eso. Soy como la mamá pesada que sale a aclararle a la maestra”, dice entre risas la conductora del formato.
—Tu carrera fue de cero a cien y has hecho de todo habiendo empezado ya grande y siendo una mujer trans. ¿Cómo se explica?
—Explicación no le encuentro, ni se la busco. Comencé a los 44 años pero lo que más me llama la atención es que me acosté siendo anónima y me desperté extremadamente popular. Hacía muchos años que trabajaba en el under haciendo shows pero para un público pequeño. De repente salir a la calle y que todo el mundo supiera mi nombre, fue increíble.
—Got Talent le permite a una persona tener sus segundos de fama. ¿Lo ves como un paralelismo con tu historia?
—Sí. Siento que Got Talent es mágico. Hace varios años que me acuesto mirando audiciones en diferentes países, y cuando me dijeron que iba a hacer la conducción, me largué a llorar. Sentí que llamé al destino con esta fascinación que tenía por el formato, de mirarlo durante años.
—¿De qué te sorprendiste?
—Quise presenciar todas las audiciones porque me gustaba saber quién iba a venir. No por si se lo merece o no, sino porque me gustaba saber de dónde son, cómo viven, cómo llegaron hasta la fila. Quería vivirlo, no que me lo cuenten con un video o un textito.
—Tu carrera comenzó con una frase graciosa que dijiste en el Bailando por un sueño.
—Sí, estaba detrás de una valla acompañando a una amiga en el Bailando, Tinelli hace una pregunta y respondo con voz grave: “este micrófono no anda bien, me hace voz de hombre”. Todos se rieron. Al principio me llamaban solo para que diga “este micrófono no anda bien”, y me sentía como Bart Simpson cuando decía: “Yo no fui”. Encima la frase ni siquiera es mía, es un latiguillo que usamos desde hace tiempo transformistas y chicas trans en el under.
—Imagino que, como a muchos participantes también recibiste varios “no”.
—Habré recibido varios “no”, pero tuve muchas oportunidades. Cuando gané el Martín Fierro agradecí y conté de mi infancia, de mi mamá que no sabía leer ni escribir. Dije: “los pobres no somos brutos, necesitamos oportunidades”, y siempre me han aparecido. La gente por ahí cree que oportunidades son estar en la televisión, o la radio, pero en mi vida las oportunidades han sido gracias a los vecinos que me ayudaron a criarme. En el interior le decimos tía a las mujeres que te crían, y la tía Bernarda me ayudaba con la tarea, la tía Norma me llevaba hasta la parada del colectivo. No sé si hubiese podido seguir estudiando sin su ayuda. Después una amiga me llevó a trabajar a una peluquería y no paré. Siempre han sido oportunidades, por eso los “no” no han sido tan dolorosos, porque me aferré a las cosas que me han hecho crecer.
—Decías que despertaste siendo famosa. ¿Fue difícil acostumbrarse?
—Fue de cero a cien, literal, porque antes de eso no me conocía nadie. Siempre fui querida, pero después de la medianoche. Era como al revés de Cenicienta, llegaba la noche, aparecía Lizy, todos se reían y la pasamos bien. Aunque por ahí iba a hacer un trámite o a pagar algo al otro día y ni me miraban. Y ese cariño pasó de ser por un rato y por un grupo pequeño a ser popular y las 24 horas, es muy fuerte, pero lo disfruto y me encanta.
—¿Y cómo lo lleva tu esposo, Sebastián Nebot?
—Es el que más sufre porque salgo del teatro y le dan vuelta el auto cuando me está esperando. El disfruta de ver el cariño que me tienen, pero es extremadamente tímido por lo que le cuesta horrores. El otro día salía del teatro y gritaron: “ahí va el marido de Lizy” y él levantó la manito y siguió caminando. Me gusta eso, porque nos complementamos.
—Sos de contar tu vida en las redes. ¿Hay algo que te guardes para vos?
—Sí, el otro día estábamos haciendo los papeles de la adopción y son momentos donde no podés contar todo el tiempo lo que te pasa porque necesitas un margen de privacidad para terminar con el contexto y para que no sea tan público. Si vas a ver a una criatura para relacionarte al principio, no querés que todo sea tan público, porque es perjudicial. Pero yo disfruto mucho la fama. Mi abuela era igual, odiaba que no la reconozcan y eso me pasa. No puedo soportar que la gente no me conozca.