ENTREVISTA
El comunicador habla de su vida, carrera en la televisión, el desafío de conducir "El gran juego de la oca" y reflexiona sobre el incidente en Salto
"Yo fui medio nómade de pendejo hasta los 16 años", dice Rafael Villanueva. Nació y vivió hasta los 12 en Parque Batlle, y por el trabajo de su madre estuvo instalado en distintos barrios de Montevideo y hasta en la ciudad de Rivera. “Vivimos en Malvín Norte, Prado, Barrio Lavalleja... Después me independicé y me habré mudado unas 20 veces. Conozco Montevideo de punta a punta”, dice el hombre que no para de moverse. Ni siquiera para atender la llamada de El País puede quedarse quieto: a lo largo de esta charla, estará paseando al perro.
Ese movimiento también está en su vida profesional, que ahora suma una nueva apuesta: conducirá El gran juego de la oca. De eso y más, esta nota.
—¿Crees que esa vida de mudanzas y altibajos te ayudó para hacer Súbete a mi moto?
—Sin dudas, creo que tengo un máster en convivencia. A raíz del empleo de mi madre he vivido en barrios muy pudientes, y también en monoambientes con mi vieja durmiendo en el sillón. Eso ha colaborado muchísimo para hacer Súbete. Tengo un amigo cuyo padre trabajaba como recolector de basura, y otro que el padre era cónsul agregado de Inglaterra y comía cada tanto con la Reina. La familia de mi madre es de Santa Clara del Olimar y desde muy chico iba en vacaciones para allá, así que conozco la vida del interior, y no cambiaría nada de todo lo que viví. Todo eso me dio herramientas que uso en Súbete, porque es muy raro que me puedas mostrar algo que no haya visto.
—Si bien tu programa de mayor tiempo es Súbete, hace poco volviste al rol de conductor de entretenimientos con La ruleta de la suerte. ¿Cómo se sintió el regreso al estudio?
—Eso estuvo muy bueno. El primer programa de ese estilo que hice fue Telemental, al tiempo vino Me resbala y después tuve un impasse grande porque la moto se lo comió todo. En 2020 empecé con La ruleta de la suerte, que seguramente vuelva este año o el que viene. Fue un desafío lindo, porque no tienen nada que ver los formatos e implican otras exigencias. Fue una bocanada de oxígeno, un ejercicio muy bueno que estaba necesitando, porque, además, Súbete a mi moto no lo voy a poder hacer toda la vida. Es un programa que exige mucho.
—Te recorriste todo el país.
—Y fuimos a Rusia y a donde se jugaba la Copa América, porque le cuadra todo a Súbete a mi moto, todo lo que sea fuera de un estudio de televisión lo puede cubrir. Donde haya más de 20 personas ya tenemos para hacer una nota. Mirá cómo cambió todo: antes llegábamos a un evento y si había 50 personas ni nos bajábamos, seguíamos de largo. Y durante la pandemia era lo que buscábamos, porque si encontrábamos un evento multitudinario no lo podíamos mostrar porque estaban prohibidos. A partir de la pandemia fue un programa nuevo.
—Ahora te confirmaron para ser el conductor de El gran juego de la oca. ¿Es un desafío?
—Sí. Esto es como jugar en el estadio porque es un programa que yo miraba, eso es algo que nunca me pasó. Cuando me dijeron si quería conducirlo, ni lo pensé. Encima vamos a viajar a Buenos Aires para hacerlo, lo que es un desafío extra al de conducir un ícono del entretenimiento mundial. O sea, ya hay un piso para ese programa, la gente que lo vio ya sabe qué esperar. Eso es un desafío en sí mismo, pero aparte hacerlo afuera es más grande. Y no es un programa que hacés con cuatro cámaras: esto es una cosa monstruosa. La escenografía es tan grande que todo se va moviendo. No es que la cámara tres es la mía, después está la grúa y el plano general. No: acá hay más de siete cámaras que encima se mueven, porque la dinámica del programa te hace pasear por la escenografía. Absorber todo eso en poco tiempo era todo un desafío. Pero desde el arranque estamos disfrutando.
—¿Ya comenzaron las grabaciones?
—Sí, hicimos una tirada con varios episodios que están en posproducción. Eran jornadas de dale y dale, porque además es un programa que te lleva mucho tiempo hacer. Tirás a uno al agua y esa persona no puede seguir así, hay que secarlo. Tratamos de hacerlo lo más dinámico posible, pero igual hay momentos donde hay que cortar porque tenés que desarmar un juego y armar otro, y eso lleva tiempo. Por eso es fundamental un buen ambiente de trabajo.
—Al margen de la televisión, a fines de 2021 fuiste noticia porque diste positivo en una espirometría en Salto. ¿Qué pasó?
—Lo primero que tengo que decir es que me equivoqué. La tolerancia de alcohol en sangre para conducir en Uruguay es cero. Me tomé medio vaso de cerveza, literal, y lo corté con Sprite. Estábamos en Salto todo el día filmando con calor, nos sentamos a cenar y un compañero se pidió una cerveza. Vi la cerveza y le pedí que me sirva un poquito. Eso fue lo que tomé. No tengo el hábito de tomar y no tengo el ejercicio de cuidarme por los controles de alcoholemia. Ando por la vida re tranquilo. Tomé y salí a conducir: me equivoqué.
—¿Qué problemas te causó?
—Me causó problemas en mi vida cotidiana. Hace cinco meses que no puedo manejar y me trastocó la vida, más allá de que tuve que pagar la multa. Lo que me molestó fue la dimensión que tomó el tema. ¿Es una noticia que cometí una infracción de tránsito, como pudo haber sido no respetar una señal de Pare, o ir a 75 en zona de 45? Me sorprendió eso, porque infracciones se cometen todos los días, y los que trabajan en medios o las personas públicas, las cometen todos. ¿Es noticia eso? Incluso llegó a portales en Argentina. Por suerte esto lo entendió la gente que me da laburo, porque en mi trabajo me pudo haber complicado mucho.