ENTREVISTA
El conductor habla de La ruleta de la suerte, el nuevo formato que se estrena el martes en La Tele, de sus viajes, de cómo maneja la ansiedad y por qué no tendría que haber hablado de política
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Aunque no parece, Rafa Villanueva tiene más de dos décadas en la televisión uruguaya. Comenzó en Cerrá y vamos en canal 10, por el año 2000. Después participó en Dale con todo que hacía Luis Alberto Carballo también en Canal 10. En 2005 hizo Planta baja, su primer programa en Canal 12 donde también ha estado al frente de Sin atajos, un programa de viajes, luego abrió su propia productora y participó del ciclo Telemental. Después vino otro programa de viajes y uno de verano, SQP donde llevában gente al cerro Pan de Azúcar, “todavía les han de doler los músculos”, dice Villanueva. Desde hace ocho temporadas está al frente de Súbete a mi moto donde ya lleva recorridos todos los puntos de nuestro país.
Desde este martes suma un nuevo proyecto a su carrera: conducir La ruleta de la suerte. Se trata de un formato que se ha adaptado en distintas partes del mundo, en España y Bélgica comenzó la nueva temporada en estos días y la producción uruguaya ya recibió saludos de los conductores de esos países.
El programa se basa en Wheel of Fortune, un concurso de televisión creado en 1973 en Estados Unidos. La mecánica consiste en que tres concursantes que compiten por resolver un puzle de palabras para ganar un auto cero kilómetro.
—El martes comienza La ruleta de la suerte, un proyecto distinto a lo que venías haciendo en televisión.
—Sí. Había tenido la experiencia como conductor de Me resbala, pero esto es distinto. Hay algún punto de conexión, es un formato conocido y un programa de estudio, pero tampoco es como esto.
—¿Cómo han sido los primeros ensayos?
—Bien, como todo, vas encontrándole la vuelta, los tiempos, viendo las referencias y de a poco le vas encontrando el “jeito”, como dicen los brasileños. Estamos muy contentos, obviamente te gana la ansiedad porque sabés que lo podés hacer mejor, pero tenés que tener paciencia.
—¿Cómo te llevás con la ansiedad?
—Terriblemente mal, es uno de mis problemas principales. Siempre fui un loco muy ansioso del aquí y ahora. En este momento está a flor de piel porque querés que el programa salga, que la gente lo mire y te haga devoluciones. Hay que manejarla.
—¿Y hacer terapia?
—He quemado muchos psicólogos, alguno me dijo “no vengas más”, pero ahora uno maneja la ansiedad de otra manera, es una compañera y no es la misma que en tiempos anteriores.
—Se había hablado de Fernando Vilar para la conducción, ¿cómo terminás en el programa?
—Sé que se hicieron unos casting, pero en un momento me llamaron y ni pregunté, dije que sí. Primero porque tenía ganas de hacer un proyecto de estudio como este. A parte hacía cinco meses que me estaba rascando el ombligo. No se conjuga bien con mi ansiedad eso. Los primeros dos meses la llevé bien en casa, después ya me empezó a picar, a tener hormigas y esto cayó justo. Además, el formato me encanta porque es muy divertido, me gusta trabajar con gente y está bueno trasladar esa empatía que hemos conseguido en el afuera, al estudio. Porque la gente que viene a participar, a los dos minutos se olvidó que hay cámaras y juega, se genera un clima en el que los participantes se olvidan de todo, cosa que si estuvieran en un programa tradicional capaz que se reprimen.
—Volvés al estudio luego de ocho temporadas haciendo Súbete a mi moto. ¿Esperabas que ese programa de turismo uruguayo tuviera tanto tiempo en pantalla?
—No, era un programa por un verano. Lo que se habló en un comienzo fue hacer 13 episodios y se fue quedando. Pausamos en la octava temporada por la pandemia, ya que no se podía hacer nada y hasta que la gente no pueda volver a reunirse el programa no va a volver. Ni bien esto suceda el programa vuelve porque estamos deseando que pase.
—Ya hace veinte años que hacés televisión.
—Sí, no parece. Pasa el tiempo, no te vas dando cuenta y cuando querés acordar sos un gerente televisivo. Está Maxi de la Cruz que prácticamente nació acá, Victoria Rodríguez que estaba desde antes y yo para ocupar el podio.
—¿Te falta algún lugar por visitar del Uruguay?
—Creo que no queda ningún rincón. Puede que alguno muy chiquito, pero hemos viajado mucho. Y por el mundo hemos viajado a más de 40 países, son unos cuantos pasaportes. Soy un agradecido porque lo que más me gusta hacer, es viajar. Ya sea por trabajo o vacaciones, viajar es lo mejor que le puede pasar a un ser humano. Es un capital que uno se lleva para siempre y muchas veces es intransferible, porque es difícil transferir la experiencia. Soy un agradecido a La tele porque se conjugaron dos grandes pasiones: hacer televisión y viajar. Cada vez que hago un programa de viajes soy feliz. A la mitad del ciclo estás muerto y no querés pisar otro aeropuerto, pero ahora miro el aeropuerto y pienso cuándo podré viajar otra vez.
—¿Cuándo dijiste: quiero dedicarme a viajar por el mundo?
—De muy pendejo, tendría 13 años y estaba trabajando en Punta del Este, en el gimnasio de un tío mío y cuando podía me daba una vuelta por Gorlero. En una plaza había un colombiano haciendo caricaturas y el dibujo siempre me gustó, entonces me fascinó. Y esto de ser descarado siempre lo tuve, entonces hablé con él y me dijo que estaba viajando por toda Latinoamérica, que su pasión era el dibujo y que se le ocurrió un día que podía hacer esto. Me fui de ahí diciendo que quería hacer lo mismo. La vida después te va llevando por otro lado y hace lo que quiere con tus planes pero en un momento, cuando vimos la veta, pudimos cumplir el sueño. Y me recorrí toda Latinoamerica menos Bolivia y Nicaragua que todavía me faltan. Después cruzamos a Europa, pero haber hecho primero Latinoamérica, para mí fue un sueño cumplido.
—Me imagino que te habrás acordado de aquel colombiano más de una vez.
—Todo el tiempo.—El año pasado generaron revuelo tus comentarios sobre política, ¿esperarabas que tuvieran esa repercusión?
—Me preguntaron en una radio qué había votado, y cometí el error de decirlo, cosa que en este país y en ese momento no se podía hacer porque estaba todo muy polarizado. No contesto comentarios de usuarios y si tuiteo algo no es politizado, pero en ese programa me preguntaron, hablé y saltaron. Pasa que soy de otra época, tengo 47 años y empecé el liceo con el regreso de la democracia, uno de los momentos más politizados del país. Tengo amigos con los que nos cruzábamos hablando de política y hasta hoy seguimos siendo grandes amigos. No era un impedimento, para entablar una amistad, a quien votara o dejara de votar.
—¿Cómo te llevás con las redes sociales?
—No soy muy amigo del Twitter y no leo comentarios, sean buenos o malos, para estar al margen. Soy más amigo del Instagram porque me gustan más las fotos. Además, cuando estás en la tele, cuanto menos decís, mejor, porque hacen un mundo por todo. Y para la gente sos un genio o un tarado, no hay término medio. Y lo que tenés que tener claro es que no sos ni un genio ni un tarado.