ENTREVISTA
La jurado del concurso de Canal 4 habló con El País sobre su carrera. "No soy una persona seria, pero me tomo mi trabajo con seriedad", asegura
Rose Galfione siempre se sintió atraída por la gastronomía. “Hay gente a la que la comida les da lo mismo, pero a mí no. En mi casa comer era una ceremonia y se la ponderaba mucho”, comenta la nueva jurado de la segunda temporada de Bake Off Uruguay de Canal 4, que estrenó el miércoles pasado. Este año, Galfione y Hugo Soca se sumaron a Sofía Muñoz, que venía de la temporada anterior; Jimena Sabaris tomó el lugar de la conducción.
La chef se ríe mientras relata que de chiquita iba a la cocina, su lugar “preferido” en la casa, y pasaba el tiempo hablando con la cocinera, quien le pasaba las recetas que iba a hacer. “La cocinera siempre fue un personaje en mi casa y con quien tuve mucha afinidad”, comenta.
Galfione pertenece a una familia de origen griego, y seguramente por eso la comida y la celebración siempre fueron cuestiones importantes. “Los agasajos son todos a través de la comida, entonces siempre tuve mucha atracción hacia la cocina y hacia la combinación de sabores”, dice.
Nació en Montevideo, pero cuando tenía 20 días a su padre le salió un traslado a Argentina, y con su familia se mudaron a Buenos Aires. Allí se crió, se casó, tuvo a sus dos hijos y realizó sus estudios universitarios.
Estudió en un colegio inglés y cuando dijo que quería dedicarse a la cocina, a sus padres no les causó mucha gracia. Entonces primero se recibió de Licenciada en Relaciones Públicas.
“Ellos quedaron contentos, yo también porque es una carrera que me gustó mucho, te abre la cabeza culturalmente, pero después de que me recibí opté por la carrera de gastronomía y sommelier”, dice.
Y si bien es una de las caras nuevas de la televisión uruguaya, Galfione no es nueva en esto de estar frente a la pantalla. En 2000 comenzó a trabajar en la señal Utilísima con una columna en el programa Estilo Andrea. Sus espacios eran de delicatessen y realizaba mermeladas exóticas, licores y todo lo que era el ceremonial de la mesa.
Dos años más tarde se pasó a la conducción con el ciclo Bajo la lupa, donde trabajó junto a Ennio Carota. “Recorríamos restaurantes de Buenos Aires, los evaluábamos y les dábamos puntaje. Fue un programa muy entretenido porque educaba, divertía y sobre todo daba información sobre las diferentes alternativas gastronómicas de la ciudad. Después, como lo de los restaurantes tuvo tanta repercusión, se hizo la misma versión pero en hoteles. La verdad es que nos divertimos, estuvo muy bueno el ciclo”, dice.
Toda su vida estuvo en Buenos Aires hasta hace 10 años, cuando por un tema laboral de su entonces marido, volvió a Uruguay.
En Carrasco abrió su local, La casa de Rose, que tuvo que cerrar cuando comenzó la pandemia. “Fue un sueño cumplido en Uruguay. Era un espacio que desde que vivía en Argentina tenía ganas de hacer y fue una casa muy feliz para mí, porque pude reunir todas mis habilidades, conocimientos y virtudes en ese espacio donde organizaba eventos. Daba clases de cocina, hacía degustaciones de vino, hacía clases de arreglos florales”, dice Galfione. “Mi mundo siempre fue la mesa y todo lo que sucedía alrededor de ella, y en esa casa podía plasmar esos conocimientos y compartirlos”.
Tomar la decisión de cerrar su local no fue traumático. “A veces uno tiene que ser más racional que emocional, tomar decisiones a tiempo y yo estoy muy acostumbrada a los timonazos en mi vida, y cuando tengo que dar un volantazo e ir para otro lado no lo dudo. En eso soy muy práctica”, dice.
Y gracias a esos volantazos se sumó a Bake Off. Había visto la primera temporada y pensaba en la devolución que haría si fuera parte del jurado. “Sentía que hacían devoluciones livianas, pero son apreciaciones que uno dice cuando mira un programa. Es muy fácil decir lo que haría y otra cosa es estar en el lugar”, admite.
Cuando se confirmó su nombre como jurado, le dijo a El País que a ella no le gusta la mediocridad. “Si es una competencia, me gusta elegir al mejor pastelero, porque a eso vienen. En mi caso voy a poner mucha exigencia en todo lo que un buen pastelero tiene que representar para llevarse el título”.
Gracias a sus estudios y a su formación, hoy se siente con el respaldo suficiente como para dar una devolución en Bake Off.
“No soy una persona seria, pero me tomo mi trabajo con serie dad y las devoluciones las hago desde ese lugar, porque tengo personas enfrente que están compitiendo por ser el mejor pastelero”, comenta. Quizás por eso no quiere mostrarse divertida frente a los participantes. “No quiero que se interprete como una falta de respeto. Entonces tenés que mantener un equilibrio de seriedad sin pecar de ser demasiado seria, arrogante o snob. Yo soy todo lo contrario a eso, pero uno tiene que mostrar un perfil, porque estoy desarrollando una actividad y es la de ser jurado”.