MIRÁ EL PROGRAMA
El expresidente Julio María Sanguinetti fue el entrevistado de este viernes en el programa que se emite por la web de El País y por Canal 10
"Nunca pensé que iba a estar en esta etapa activa de la vida política y electoral, y metido en todo ese baile. Honestamente. Estaba dedicado a los libros, a escribir de la historia reciente, a conversar con los jóvenes como usted, contarles las cosas, discurrir, hablar, filosofar... Y me tocó”. Así, más o menos, comenzó el viaje de Julio María Sanguinetti por una nueva entrega de El legado, el programa que se emite por el sitio web de El País, su perfil de Facebook y su canal de YouTube.
El dos veces presidente de la República acompañó a Ignacio González en su recorrida por el Teatro Solís, para repasar aspectos de su vida y su quehacer político. Fue un episodio de tono bien político, de la segunda temporada del ciclo que también va por Canal 10 (viernes a las 22.30).
Cuando transitó los lugares más personales, Sanguinetti recordó sus comienzos como periodista —“nací escribiendo, a los 17 años estaba adentro de una redacción”— y aseguró que mira su vida con orgullo. “Ha tenido tantas etapas... Pero lo que queda siempre es un regusto suave y dulzón, y no porque no haya tenido uno tropiezos y amarguras, que las hubo”, dijo y luego agregó: “No me veo amargado ni derrotado ni vencido por los años, sino al contrario. Siento que todavía están en mí todos esos Sanguinetti que hubo”.
También habló de su relación con Marta Canessa, con quien lleva 61 años de casado más otros seis de noviazgo. “Nos hemos ido haciendo el uno al otro, y es lo que enseña la vida. Eso sí uno se lo dice a los jóvenes, que procuren eso. Que no tengan intemperancia. Que empiecen a respetar a aquel a quien quieren y que más allá de la pasión, haya el respeto, la búsqueda de afinidades, el intercambio, y que de ese modo se va haciendo de dos, uno”. Más adelante, de vuelta sobre su esposa, dijo que lo emociona “la renovación de las cosas” entre los dos.
La síntesis fue precisa: “Marta es mi vida misma”.
Vázquez, Mujica y las memorias
A la hora de remover los recuerdos, Sanguinetti evocó algunos momentos especiales que le tocó vivir en el Solís y recordó cómo vivió las horas previas a ser electo presidente de la República por primera vez, en 1984.
Además, a través de la escena que dos actores representaron para él, y en la que emularon un duelo de espadas y de ideas, de conceptos, viajó al debate presidencial que protagonizó en 1994 con Tabaré Vázquez, y que en El legado fue respaldado con material de archivo.
“Fui a tratar de tranquilizar a mi sector más histórico, que sintieran que yo era el batllista de siempre pero también el histórico”, dijo Sanguinetti, que aprovechó para contar que su última conversación con el líder frentamplista fue 15 días antes de que falleciera.
Dijo que Vázquez lo llamó “por una cosa que no es política”, una entrevista que había visto de la hija del colorado, la crítica de arte Emma Sanguinetti, vinculada a los museos en pandemia. “La vida política enfrenta, pero una cosa es ser adversario y otra, sentirse enemigo”, señaló entonces el también abogado y escritor, y aclaró: “Con (José) Mujica fuimos enemigos, después fuimos adversarios, y ahora somos colegas cordiales”. Los exmandatarios dejaron juntos sus bancas en el Senado en octubre pasado, en una jornada que quedó marcada por el abrazo que se dieron.
El Secretario General del Partido Colorado también repasó una visita a la Casa Blanca estadounidense, algunos encuentros con líderes políticos, y le dedicó un buen rato a explicar, desde su punto de vista, el surgimiento de la última dictadura cívico-militar uruguaya y la posterior vuelta a la democracia.
Su mirada sobre el origen de la última dictadura
“El principio fue Cuba y la magia de la revolución, que era la palabra tras la que iban a ocurrir todos los milagros. Recorre América la idea de una revolución”, relató Sanguinetti cuando Ignacio González le pidió su explicación respecto a por qué se dio la última dictadura militar nacional. Dijo que la expansión de esa idea en el continente devino en una dialéctica que impuso en Uruguay una nueva ola de violencia. “Y empieza allí una etapa de confrontación, que va creciendo y culmina cuando entran los militares en escena. Porque toda la batalla de las instituciones con los tupamaros es con la policía. Llegamos a 1971 y los tupamaros estaban todos presos. 60 días antes de la elección se fugan del penal (...) y ahí se derrumba todo. Entonces se dicta un decreto introduciendo a los militares. Empieza el gobierno de Bordaberry, los militares liquidan el movimiento de tupamaros muy rápidamente, y ahí viene la embriaguez del poder”. Sin entrar en detalles, Sanguinetti dijo que ahí se dieron “10 años de silencio político” hasta que en 1980 se propuso una “salida institucional” de la dictadura.
Cuando González le preguntó si periodismo y política se parecían, Sanguinetti dijo: “Por supuesto, son parte de lo mismo, son el escenario público. La gran comedia de la vida, la gran comedia del poder. El periodismo es parte de eso, y no hay libertad sin periodismo”. Agregó, además, que aunque la función de los diarios ha cambiado o más bien, el lugar que ocupan en la sociedad se ha transformado, lo que hoy se va buscar al papel es “rumbo, orientación, contexto. Y esa es la labor insustituible del diario: explicar, hacer entender”.
En otra instancia, González repitió pregunta, pero esta vez en relación a la política y el fútbol. Ambos son “deportes de alto riesgo”, resumió Sanguinetti.
“Sanguinetti ya está atrás”
“El poder, en la democracia, es mucho más limitado de lo que parece. El presidente llega hasta donde puede porque tiene límites económicos, políticos o porque no siempre tiene la mayoría suficiente”, dijo sobre la figura presidencial. Y de su estilo como jefe de Estado, confesó: “Me gustaba mucho la administración. Y después el trabajo de base, la cosa callejera. Lo que me aburre es eso que llaman el ejercicio del liderazgo político. Eso es terrible porque es una administración de egos”.
Luego, se le propuso una dinámica que ya se había aplicado cuando la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, fue la invitada en esta temporada: un ping pong en el que tenía que definir, brevemente, a diferentes personalidades de la política.
Así, describió a Barack Obama como “un gran seductor”, a Vladimir Putin como “un líder autoritario”, a Nicolás Maduro como “un dictador” y a Alberto Fernández como “un malabarista chino que mantiene los platos en el aire como puede”, entre varios otros.
Sobre los uruguayos, dijo que Wilson Ferreira Aldunate fue “un gran amigo, pero además un espectáculo en sí mismo”; que Líber Seregni era “un caballeresco militar y un ciudadano”, y que Vázquez fue “un típico hijo del viejo Uruguay batllista”. A José Mujica lo definió como “encantador de serpientes”; a Jorge Batlle como “una ametralladora de ideas”; a Luis Lacalle Herrera como “un político de raza” y a su hijo, Luis Lacalle Pou, como “un líder de los tiempos modernos. Práctico y pragmático”.
En esa mirada actual, Sanguinetti opinó que Uruguay es un país “en proceso de modernización”, pero que aún le falta. Y el círculo lo llevó de vuelta a su regreso a la actividad política, que retomó con el afán de revitalizar, a sus 85 años, al Partido Colorado. “Sanguinetti ya está atrás”, reflexionó. “Sanguinetti es un profeta de la historia, el que escribe la historia, el que adoctrina, discute. Y es el que ayuda”.