ESTRENO
Se estrenó la segunda temporada del programa que conduce Ignacio González y que se emite por el sitio web de El País y por Canal 10
"Cuando me miro en el espejo es un poco de angustia y de emoción, porque estamos en el tramo final de este inicio. No va a haber nada, lo tengo clarísimo; no va a haber nada que pueda llenar ese vacío de jugar al fútbol”, dijo Sebastián Abreu en el primer tramo del capítulo inaugural de la segunda temporada de El legado, el programa que conduce Ignacio González, se transmite por el sitio web de El País y en Canal 10 y es una producción de American Bussiness, Pardelion Films y el canal. “Sé que hay ese interior que ya está golpeando la puerta a un nuevo futuro, pero sé que esto va a ser inolvidable y que no se va a volver a repetir”, resumió con la emoción a flor de piel.
Este viernes, el ciclo que celebra a figuras uruguayas de reconocimiento público recorrió el camino del minuano que acaba de colgar los botines y que en 2010, cuando picó el penal ante Ghana que clasificó a la selección uruguaya a las semifinales del Mundial de fútbol de Sudáfrica, se convirtió en un héroe nacional.
La importancia de ese tipo de logros individuales que se vuelven la gloria de un país fue la que marcó esta entrega de El legado, que para su nueva temporada cambió de locación y modificó el formato con una impronta de corte más artístico.
El Palacio Legislativo, que fue set del primer año del programa, quedó atrás y ahora la acción se trasladó al Teatro Solís, donde el recorrido propuesto ya no se presenta en capítulos sino en actos: “El espejo”, “La función”, “Sombras chinas”, “Todas las pieles” y finalmente “El legado”.
En el primer acto, Abreu se ubicó frente al espejo de un camarín y fue guiado, por las preguntas de González, hacia su interior. A través de un par de objetos —la réplica de un álbum deportivo que hizo cuando era niño, para registrar sus propios logros; y la carta del tarot que representa al loco—, se sinceró respecto a lo que le provoca el retiro como futbolista.
En junio, con 44 años, Washington Sebastián Abreu jugó su último partido profesional (con Sud América ante Liverpool) y le puso fin a una carrera de 26 años, 851 encuentros disputados incluyendo varios con la Celeste, y 31 clubes defendidos, cifra que le valió un Récord Guinness.
Ante el espejo, el Loco parafraseó a otros colegas para asegurar que “el futbolista muere dos veces”; contó el origen de su apodo y se quebró al repasar dos momentos de su vida a los que quisiera volver para poder modificar. Por un lado, el hecho de no haber podido llevar a sus abuelos a la cancha para que lo vieran jugar con la selección; por otro, el accidente en el que murió su amigo Fernando Suárez. “Aprendés a vivir con ese dolor, a tenerlo presente siempre, y a siempre sentirte con culpa, que la vas a llevar por el resto de tu vida”, manifestó.
El viaje de Abreu siguió, siempre apelando a la emoción, ya en la sala del Solís. Sentados de frente al escenario, entrevistado y entrevistador vieron cómo un grupo de actores recreaba una escena clave en los comienzos de la carrera deportiva del exfutbolista, en tanto reafirmación de su compromiso y de sus prioridades. Eso disparó la charla de un segundo acto enfocado en lo deportivo y en las claves que hicieron de Abreu una referencia en la mayoría de los planteles que integró en Uruguay, Argentina, México,
Brasil, Europa y más.
Así, el Loco aseguró que un manual de liderazgo en el plano futbolístico debe tener como máxima el “no imponer y no querer llevar tus costumbres, tu cultura, al vestuario”, y explicó que hay diferentes formas de ser un líder dentro de un equipo, y una es “ser muy buena segunda guitarra”. Ese lugar, dijo, fue el que ocupó en la selección uruguaya que tuvo de caudillo a Diego Lugano y que logró el cuarto puesto de Sudáfrica 2010 y el título en la
Copa América de 2011.
¿Qué tuvo de especial la selección de la última década?
“Se fue dando ese vínculo de familia porque nos tocó vivir muchos momentos de adversidad, difíciles, duros, de ser castigados, desvalorizados, menospreciados. Porque hoy es hermoso el ambiente, pero no hay que olvidarse”, repasó Sebastián Abreu.
“Yo siempre llevo a aquel partido con Perú que perdimos 1-0 en Lima, y volvimos y había una pancarta a la entrada del Complejo Celeste que decía: ‘Vende patrias’, y esas cosas te duelen porque en definitiva es tu propia gente. No es un club, es la selección. Y poder clasificar al Mundial, hacer ese Mundial, ser campeón de América al año siguiente, fue reivindicar a la selección y a muchos que no estaban, porque hubo jugadores que hicieron mucho por conseguir lo que hoy tiene la selección”, remarcó.
“Los Enzo Francescoli, los Paolo Montero, los Darío Rodríguez, los Pablo García. Después se allanó el camino junto con la fuerza del Maestro, para que liderado por la Tota Lugano se pudiera tener hoy un desarrollo a nivel de selecciones que es fantástico”, aseguró el Loco.
En su charla con González, Abreu también habló de su relación con las críticas y con la fama. “No hay nadie que te enseñe de chico: mirá que vas a estar con Susana Giménez, Tinelli, salir en El Gráfico, en la revista Caras, con 22 años, salís y todo el mundo te ve lindo y de ojos verdes, todos te invitan y quieren estar contigo”, dijo. “Después estuve seis meses sin club y cuando quise acordar muchos se empezaron a abrir, a no llamarme ni venir a verme. En aquel momento fue duro”.
Para el tercer acto, el Loco entró en el mundo onírico y de la memoria a través de sombras chinas que representaron distintas historias de su vida, y confesó que sueña con ser campeón de América y del mundo como técnico en Nacional, el club de sus amores. Y en el siguiente reflexionó sobre los distintos roles que le ha tocado ocupar en la vida —el de padre, jugador y personalidad mediática o televisiva—, mientras recorría un escenario lleno de maniquíes. “El demonio con el que lucho constantemente es con el del día después”, afirmó. “No saber cómo afrontar el retiro y no tener esa sensación hermosa de ser futbolista profesional”.
La última parada de este viaje, que el viernes próximo recibirá a la intendenta de Montevideo Carolina Cosse, ubicó a Abreu y a González ya en el escenario del Solís, para tocar diferentes puntos como, por ejemplo, el vínculo con Óscar Tabárez. “Es totalmente diferente al rol de entrenador profesional. Capaz que si utilizo esa palabra se enoja el Maestro, pero es como llegar y ver a tu abuelo, un tipo que se preocupa por el detalle de que cuando llegues sepas que hubo algún arreglo de decoración en el complejo porque es como llegar a tu casa”.
Tras haber abarcado lo esencial de su carrera, Abreu revivió la experiencia del penal picado ante Ghana y recordó cómo el día antes había errado tres penales en el entrenamiento y cómo Tabárez lo había anotado tercero en la lista de pateadores del choque por cuartos de final, pero él pidió ser pasado al quinto lugar porque tenía el presentimiento de que “lo iba a liquidar”. “Ese penal tiene mucho que ver con que hoy estemos acá”, reconoció el exfubolista, para resaltar así el valor de su gol más significativo y de uno de los puntos más memorables de la historia deportiva del país.
“¿Cómo se escribe el final?”, fue una de las últimas preguntas que le hizo González. “No sé. Esperemos”, replicó Abreu. “Porque seguramente se termine el futbolista pero inicie el entrenador. Y por más de que es otro libro, es de la misma historia”.