La muerte de Sancho Gracia, producida en la medianoche madrileña, cerró una trayectoria artística de más de cinco décadas cuya etapa más notoria debe ubicarse en los últimos treinta años, con su estrellato en el cine y la TV de España.
Nacido en ese país hace 75 años, el actor vivió empero las etapas juveniles de su vida, incluida su formación teatral y el comienzo de su carrera escénica, en Montevideo. Aquí había llegado con su familia tras el estallido de la guerra civil española y había estudiado en la Escuela Municipal de Arte Dramático bajo la batuta de Margarita Xirgú, y en esos años heroicos para los teatreros uruguayos, Sancho integraría una generación de colegas en que figuraron Jaime Yavitz, Juan Jones, Wagner Mautone y Walter Vidarte, entre otros talentos destinados como él a una larga actividad. Porque al egresar de la EMAD, Sancho se incorporó al elenco de la Comedia Nacional en los fermentales años 50, donde había que cubrir un repertorio variado y un agitado ritmo de estrenos.
TABLAS. En los repartos del elenco oficial figuró Sancho desde 1957 (debutando en Sueño de una noche de verano, de Shakespeare, y luego en Volpone de Ben Jonson) y prosiguió ese trote de las temporadas del Solís y la Sala Verdi al año siguiente con papeles en Barrio Palermo de Silva Valdés y Jazz de Marcel Pagnol. Durante 1959 aparecería en El hombre, la bestia y la virtud de Luigi Pirandello, para integrar en 1960 los repartos de La verbena de la paloma, dos títulos de Florencio Sánchez (La tigra, Moneda falsa) y la enorme hueste que pobló Bolívar de Jules Supervielle.
A esa altura, Sancho ya tenía un nombre en el circuito teatral montevideano y un oficio bien afianzado, en el que aplicó su claridad de dicción, su buena estampa y su aplomo para el drama y la comedia. Fuera de escena era un compañero muy estimado, un hombre de vigorosas opiniones y notable poder de comunicación, un entusiasta de las iniciativas que emprendía y un enamorado del teatro.
Pero en determinadas circunstancias, allá por 1963, optó por volver a radicarse en España, en momentos en que también se encarrilaba su vida sentimental al casarse con la uruguaya Noela Aguirre Gomensoro, con quien formó una duradera familia y tuvo tres hijos. Afincado en Madrid, el actor retomó su carrera, que lo llevaría por obras de análisis muy críticos en pleno régimen franquista y en poco tiempo a papeles protagónicos en la pantalla cinematográfica y con más destaque todavía en la televisión de su país. Porque en la década del 70, cuando otro uruguayo (Antonio Larreta) estaba igualmente viviendo en Madrid, el proyecto de una serie televisada sobre el aventurero Curro Jiménez, concretada de 1976 a 1978, lo esperaba para convertirse en el mayor éxito de su trayectoria. Esa tira de capa y espada, resuelta en un nivel de gran pasatiempo de época, con rasgos de humor en medio de su movido ritmo de acción, permitió a Sancho desplegar la madurez de su histrionismo, la soltura de su trabajo, su aspecto conquistador y hasta su sentido de la sátira. Sobre guiones de Larreta, la serie llegó a identificar a Sancho con Curro, hasta confundir al actor con el personaje y establecer su extensa popularidad ante el público internacional.
Desde entonces la carrera de Sancho se mantuvo con una hilera de películas y de apariciones en pantalla chica, sin bajar de los niveles de fama que ya tenía asegurados. Lo dirigieron desde Juan Antonio Bardem, Charlton Heston, Ken Annakin y Vicente Aranda hasta Adolfo Aristarain, José Luis Cuerda y Alex de la Iglesia, para quien fue un actor fetiche que utilizó en Muertos de risa, La comunidad, 800 balas y Balada triste de trompeta, última película en la que Sancho aparecería actuando en 2010. Todo eso lo hizo sin olvidarse nunca de Uruguay, adonde había vuelto como actor para liderar la segunda parte de Curro Jiménez en 1994, obligando a ciertos despliegues de producción que estos lugares no conocían, e impulsando proyectos que implicaran al país que lo había visto nacer como actor. No es casualidad que la última película con la que estuvo implicado haya sido La redota, de César Charlone, de la que fue uno de los productores, concretando un largo sueño que el actor acariciaba desde los primeros años de los `80, cuando esbozó una serie de dedicada a los libertadores de América. Uno de los papeles principales de La redota lo desempeñó su hijo Rodolfo.
Para viejos amigos y espectadores uruguayos, su muerte lleva ahora a evocar aquellos comienzos montevideanos como manera de refrescar la memoria sobre la tenaz y destacada parábola del actor entre las dos orillas del Atlántico, dos colonias artísticas y dos vertientes en su dilatado desempeño profesional. Mientras se lamenta su desaparición -al cabo de una larga enfermedad contra la que peleó valerosamente- puede levantarse el ánimo recordando su imagen en las tablas y la pantalla, que es todo un estímulo.
Trayectoria entre las dos orillas del Atlántico
Salió de la Comedia Nacional rumbo a su país natal, pero siempre estuvo volviendo, como lo testimonia la foto de arriba, tomada el 3 de marzo de 1969. En España consiguió su pico más alto de popularidad al hacer "Curro Jiménez" en televisión, entre 1976 y 1978. Pero Sancho Gracia siempre estuvo volviendo a los orígenes teatrales, dejándose ver por última vez en 2009 en "La cena de los generales".