Una película cubana con un aire de cine independiente

| Llega "Viva Cuba", una obra dirigida por Juan Carlos Cremata

HUGO GARCÍA ROBLES

Puede resultar una sorpresa para quien conozca algo del reciente cine cubano. Mañana se estrena en Cinemateca 18 Viva Cuba, pelicula realizada por el joven cineasta Juan Carlos Cremata, aquí a la altura de su segundo largometraje (luego de Nada, 2001).

Rodada con exiguos recursos y solamente un parcial apoyo oficial, se trata de una "road movie" con niños que tiene como telón de fondo el tema de la emigración. Una pequeña escapa de su casa con su mejor amigo para evitar que su madre, que quiere marcharse de Cuba, los separe. Los protagonistas son dos niños que se han prometido amistad para toda la vida, no quieren ser separados y exigen ser tomados en cuenta, aunque sus familias se detestan. El director insiste en que lo que cuenta es "una historia humana, no política", y agrega que la política más bien no le interesa.

La película fue rodada con una cámara digital y un equipo de 15 personas, fuera del esquema de producción del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC): el director ha dicho que quería demostrar que "sí se puede hacer cine alternativo" en la isla, y también "contar una historia de niños y con niños de protagonistas, algo que nunca se había hecho en Cuba".

Es también una película familiar, tanto por su tema como por el modo en que fue realizada. Los niños actores, Malú Tarrau y Jorgito Miló, trabajan en el grupo de teatro infantil La Colmenita, que dirige su hermano Carlos Alberto. La codirectora de la película fue su madre, Iraida Malberti. Su abuela desempeñó el papel de la abuela de Malú, mientras que dos primos suyos hicieron la dirección de arte y la música.

INDEPENDENCIA. La película es una coproducción de la compañía francesa Quad, la Televisión Cubana, La Colmenita y varios amigos asociados en el grupo de creación artística El Ingenio ("por el ingenio que hay que tener para sacar cualquier proyecto adelante", bromea el director).

El presupuesto no llegó a los cincuenta mil dólares, y la edición se realizó en la propia casa del director Cremata, en su domicilio del barrio del Vedado, desde donde se ve la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, en la que cada día muchos cubanos hacen cola para emigrar.

En música no todo se encuentra perdido

Ha pasado unos días en Montevideo el maestro Hugo López, quien reside en Mérida, Venezuela, desde los tiempos en que la dictadura militar obligó a muchos a ensayar una inesperada forma de turismo. Quien escribe mantiene con el que fuera director de la orquesta Filarmónica de Montevideo una amistad de décadas y por lo tanto hubo en estos días oportunidad de conversar largo. El correo electrónico alimenta esta relación y vale la pena comentar el último recibido ya desde Venezuela.

Cuenta Hugo López que en el último día de su visita a Montevideo, tomó un taxi. La radio del vehículo estaba sintonizada en la emisora Clásica del Sodre y difundía, en ese momento, un minué de Haydn que el maestro López sabía interpretar cuando comenzó el estudio del piano. Preguntó al taxista si siempre escuchaba esa música. La respuesta fue afirmativa, seguida de un complemento tajante, que valía tanto como la estrategia de un Ministerio de Cultura iluminado: "en este taxi, no entra la cumbia villera".

Al llegar a destino, Hugo López ingresa al edificio donde se dirigía y el portero tenía, increíble casualidad, la radio conectada en la mis-ma emisora que continuaba difundiendo el minué de Haydn. Sorprendido, conversó dos palabras con el señor quien sencillamente le dijo que siempre escuchaba la CX 6.

El e-mail del maestro dice, en algún párrafo, que no todo está perdido en nuestro país. Lo cual es cierto. Contra tanto taller de lo que se ha dado en llamar candombe, alternando con la murga, organizados por varias intendencias municipales del país. Ajena la política cultural del Ministerio respectivo a la música nacional, expresada en estilos, milongas, tangos y atenta solamente al carnaval, la luz persiste en la anónima masa del pueblo. Mientras la sede de la calle San José del Ministerio de Cultura ha sido marco de un reciente encuentro de "cumbia villera", los taxistas y porteros de la ciudad muestran sensatez y cultura que pueden envidiar las altas esferas que no cumplen con su deber.

Embarcada la vida cultural oficial en el populismo que roza lo ridículo en celebraciones que suman a Zitarrosa y Mozart, en una ardua conciliación de áreas distintas, que dan razón a Discépolo cuando en Cambalache puso la Biblia contra el calefón. En eso estamos pero, como se ve, los taxistas y los porteros, miembros del pueblo llano son una reserva todavía confiable. No todo está perdido.

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