El dramático vestuario del musical "Les Miserables" exagera los colores y las texturas para funcionar como un puente entre la épica y la fantasía, dijo el vestuarista Paco Delgado, un español llegado de la tradición de Almodóvar y Alex de la Iglesia.
"Hemos usado colores de una manera dramática. Rojos en momentos donde hay mucho dramatismo, colores apagados en momentos de tristeza. Y todo eso distorsiona la realidad para convertirla en la historia que quieres contar", dijo Delgado, el canario responsable de vestir a decenas de actores para un ambicioso relato que va desde 1815 hasta 1835.
Protagonizada por Hugh Jackman y Anne Hathaway, con la participación de Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter como los picarescos Thénardier, el musical basado en la novela Les Miserables de Victor Hugo se estrena en Estados Unidos y España el día de Navidad; y en enero en Latinoamérica. Antes de este proyecto, que fue nominado a cuatro Globos de Oro y al que los críticos auguran una lluvia de nominaciones al Oscar, Delgado vistió muestras emblemáticas del cine ibérico como La comunidad y El crimen ferpecto, ambos de Alex de la Iglesia; La mala educación y La piel que habito, de Almodóvar; y Biutiful, del chileno-español Alejandro Amenábar.
Entre estos trabajos y Les Miserables existe "un hilo conductor, que es el uso del color", dijo Delgado a la periodista Leila Macor de la agencia AFP, adjudicando su dramático uso de las tonalidades a su carácter latino.
"Tenemos una forma de visualizar las cosas con un prisma un poco diferente. Cada uno ve la realidad de forma diferente y nosotros tenemos ese toque de realismo mágico", explicó el artista, nominado por su trabajo a los premios de la Asociación de Críticos de Cine.
La historia original, máximo representante del romanticismo francés, requería que el tratamiento realista de la imagen fuera exagerado, consideró Delgado, pero al mismo tiempo fantasioso por tratarse en este caso de un musical.
"Se quería que todo fuera muy real y eso se ve en las texturas, pero luego hay un uso del color diferente", explicó. Por ejemplo, Bonham Carter y Cohen son "una explosión de fantasía, como de disfraz".
"Cuando abordas una película de época, normalmente la intención principal es reproducir la realidad con mucha exactitud", resumió. "Dado que esto es un musical, y que esa es una situación que no se da en la vida real, teníamos que aportar algo de fantasía. Sabíamos que teníamos que caminar sobre la línea que separa realidad y fantasía".
Para crear ese arte hiperrealista, que no escatima en suciedad y cuyos olores el espectador casi puede sentir, Delgado se inspiró en las obras de pintores de la época como Delacroix, Goya, David e Ingres.
Y al vestir las primeras escenas, en las que el protagonista Jean Valjean es un exconvicto, Delgado eligió tonos azulados y texturas rugosas, con mucho grano, como linos, arpilleras y lanas toscas.
No obstante, a medida que la película avanza y Valjean se redime, Delgado refinó su propuesta hacia "telas con menos grano, colores más complejos, sedas y telas más agradables al cuerpo", dijo el vestuarista originario de Lanzarote, sin querer revelar sus próximos proyectos porque es "muy supersticioso".
La película se basa, a su vez, en un histórico musical de teatro. La versión escénica de la obra de Victor Hugo, con libreto, letra y partituras de Alain Boublil y Claude-Michel Schönberg, debutó en los escenarios londinenses hace veintisiete años, llegó luego a Broadway, y ha sido vista por sesenta millones de personas.
En una fecha tan temprana como 1988, el productor del espectáculo teatral, Cameron Mackintosh, manejó la idea de una traslación al cine a cargo del director Alan Parker (Fama, Evita), pero tanto esa posibilidad inicial como otra posterior a cargo del australiano Bruce (Conduciendo a Miss Daisy) Beresford quedaron en nada.
En 2005, Mackintosh resucitó el proyecto y dijo que deseaba encontrar a un director "que tuviera una visión para el espectáculo y pudiera trabajar con el equipo original, incluido yo", y a la vez hacerlo "fresco y actual". Finalmente creyó haber encontrado a ese hombre en Tom Hooper, quien tenía una vasta experiencia en televisión y venía de ganar el Oscar con El discurso del rey.
Bajo un director que asumió varios riesgos
El director Tom Hooper sabía que asumía varios riesgos a la hora de llevar a la pantalla Los miserables. Naturalmente, el primer problema es insoluble y debía lidiar con él: no hay película que pueda proporcionar la amplitud de anécdota y de drama de la obra maestra de Victor Hugo (por algo, casi todas las adaptaciones fílmicas de la obra se han concentrado en el conflicto Valjean/Javert, y convertido a los demás personajes en una suerte de coro para esa línea central). Quienes han visto el film sostienen que el guión consigue una acertada síntesis y que tiene su fuerza propia como drama, en vez de convertirse en mero pretexto para los despliegues musicales. Con la música y las canciones, Hooper decidió asumir otro riesgo: prescindir del doblaje, y hacer que los actores cantaran "en vivo" durante el rodaje. Existía únicamente un antecedente cinematográfico similar: la desastrosa Al fin llegó el amor (1975).