Entonces, mientras caminamos por el Semillero Municipal que funciona en la Quinta Storacce, en el Prado, ella dice que miremos hacia abajo y hacia los costados, que prestemos atención a los detalles, que hay información por todas partes: en las baldosas del piso desgastadas por el tiempo y en las iniciales - N.S- que apenas asoman, en las cuatro estatuas que dan la bienvenida al predio, en la forma en la que está diseñado el jardín, en los árboles, en las flores.
Es sábado 12 de agosto y son las once y media de la mañana. El frío se siente en todo el cuerpo, pero el sol entibia las cosas. Hoy, acá, en este parque alrededor de una casona del siglo XIX, somos casi veinte personas desconocidas que nos reunimos para salir a pasear.
De eso se trata el club de paseo que creó Rosalía Souza, periodista, a través de su página de Instagram Pasear por pasear: de reunirse con personas que quieran salir a caminar por Montevideo con curiosidad. Aunque ella guía, este, el de hoy, y todos los paseos del club, son colectivos. Cualquiera puede unirse, cualquiera puede aportar información, cualquiera puede proponer una idea, desviar el camino, guiar la mirada. Porque este club es para caminar, pero también -y sobre todo- para mirar.
“El club de paseo es un club de personas que nos juntamos una vez por mes a recorrer la ciudad y poder comentarla y compartir información que nos permita cambiar la mirada. Creemos que conocer la historia de los lugares y saber observarlos nos da más información y nos permite conectar con la ciudad de otra forma. Es como cuando conocés a una persona y tenés un prejuicio sobre esa persona y después de que empezás a charlar y a hacer preguntas vas cambiando la mirada, yo creo que con la ciudad pasa lo mismo. Con el club de paseo buscamos eso. Algunos hemos sanado más nuestro vínculo con la ciudad, otros vienen a buscar sanarlo, eso me parece relindo. Es parecido a un club de lectura, solo que en lugar de leer un libro, leemos la ciudad juntos”, dice Rosalía. La actividad es gratuita.
Leer la ciudad juntos. En eso estamos hoy, mientras caminamos desde el Semillero Municipal hacia la parroquia Inmaculada Concepción, a unas cuadras de allí. Rosalía cuenta algunas cosas: que es una de las construcciones más antiguas de la zona, que es de 1849, que fue mandada a construida por Manuel Oribe durante la Guerra Grande. Otras personas comentan sobre el estilo arquitectónico, alguien saca fotos, alguien ofrece café, alguien sostiene un libro.
Todo esto, sin embargo, empezó mucho antes de este paseo por el Prado y por Paso Molino, mucho antes de este club de desconocidos que caminan por Montevideo, mucho antes, incluso, que una página de Instagram para compartir curiosidades de la ciudad.
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Rosalía nació en Melo. Cada vez que venía a Montevideo a visitar a su abuela salían a pasear en taxi y había algo en las calles y en las veredas y en los edificios de la ciudad que le llamaba la atención. “Yo era niña y me generaba mariposas en la panza ver a Montevideo desde el taxi”. Fue una vez, cuando era adolescente y vino a visitar a una de sus hermanas que vivía en Palermo cuando hubo algo en ella y en su vínculo con Montevideo que cambió. Una noche salieron a caminar por la ciudad. Rosalía miró hacia arriba y quedó fascinada: mientras caminaba podía reconocer y entender todo lo que estaba estudiando en Historia del Arte del liceo. Después, en 2012, cuando finalmente se instaló en la capital para estudiar, empezó a transitarla sola: primero por 18 de julio, después por Ciudad Vieja, después por cada barrio al que llegaba. Hay algo, dice Rosalía, que se va develando mientras se camina solo por caminar, solo por conocer, solo porque sí.
“Yo creo que a Montevideo la miro con ojos curiosos y con ojos de amor también. Por ejemplo ahora salí a pasear a mis perros por el Buceo, que es mi barrio y lo amo, está lleno de verde y de flores, pero también puede que haya basura que se vuela de los contenedores, tiene todos los problemas que pasan en todos lados, pero si yo me centro en eso siempre voy a ver el lado malo. Yo vivo acá, entonces tengo que buscar la forma de encontrar las cosas buenas”.
Y Montevideo está llena de cosas buenas. Hay que buscarlas, dice Rosalía, hay que prestar atención, hay que mirar donde no se suele mirar, hay que parar en las flores y en los árboles, hay que observar las baldosas y las fachadas, descubrir cuál es la historia que tienen para contarnos, ir develando el misterio. A eso se refiere ella. De eso habla: del misterio que tiene Montevideo.
“Una casa que está medio abandonadame genera la curiosidad más grande del mundo, necesito saber todo de esa casa. Y obviamente muchas veces no sabés nada. Hay un misterio en la ciudad y en eso también veo belleza. No es tan obvia, tiene cositas de las que tenés que ir tirando para que se develen. Tenés que ir rascando la belleza, pero cuando encontrás las cosas lindas, te cambia el sentido de una cuadra, de un camino, de lo que sea”.
Caminar, encontrar el misterio, recorrer la historia. Eso hacemos hoy. Eso intentamos hacer hoy. Como cuando nos paramos frente al viejo cine Alcázar, hoy transformado en gimnasio, como cuando alguien pregunta si podemos entrar y entramos, como cuando miramos hacia arriba y vemos lo que todavía queda del antiguo edificio, como cuando nos encontramos con la escultura que está en el Rosedal e intentamos entender dónde estaba antes, de dónde vienen esas figuras de mujeres desnudas, como cuando caminamos en silencio, como cuando solo se oyen los pasos, como cuando llegamos al Hotel del Prado y alguien cuenta que la Fuente Cordier que ahora miramos estuvo originalmente en la Plaza Independencia, como cuando Rosalía cuenta la historia del femicidio y asesinato que sucedió en ese hotel que hoy ya no funciona como tal.Caminar la ciudad, mirarla, descubrirla, compartirla: encontrar los matices y los colores, develar la belleza.