MEDIOAMBIENTE
La industria textil es una de las más contaminantes; en Uruguay no hay iniciativas de reciclaje
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La industria de la moda es una de las más contaminantes del mundo. En términos de cifras hay un par de datos muy preocupantes: el 8,1% de las emisiones de dióxido de carbono vienen de la industria textil y de diseño; y aproximadamente un 20% de los tóxicos que están en el océano provienen de este rubro.
Una camiseta de algodón puede necesitar 2.700 litros de agua para su elaboración y, en el caso de un jean, el número asciende hasta 7 mil, el equivalente a la cantidad que bebe una persona promedio en siete años. Aquí se contabiliza la parte previa que corresponde a la elaboración del algodón y luego los procesos de producción, teñidos y raído (estos últimos son los que hacen ver al jean usado y es lo que insume más agua).
Materiales como el poliéster, el nylon o el acrílico vierten hasta medio millón de microplásticoscada año. El poliéster, que se obtiene del petróleo –y, por lo tanto, no es biodegradable–, representa el 55% de la producción textil mientras que el algodón supone el 27%. Este, por su parte, sí es un recurso renovable y biodegradable, pero se está llegando al límite de la capacidad de producción mundial.
En una escala global, la industria textil utiliza de seis a nueve mil millones de litros de agua cada año solo para teñir tejidos. Suficiente para llenar más de dos millones de piscinas olímpicas cada año con agua dulce.
Este panorama es aún peor cuando se tiene en cuenta el crecimiento de la producción. Según consigna Reuters, un reporte de 2016 de la consultora de gestión McKinsey & Company confirmaba que la producción mundial de ropa se había duplicado entre 2000 y 2014, con un aumento del 60% en la cantidad de prendas compradas por persona cada año.
Tecnología y consciencia.
Valentina Suárez, cofundadora y directora general de MOLA –un proyecto de la fundación Entre Soles y Lunas, cuyo propósito es promover la industria latina y que sea cada vez más sostenible– confía en que la tecnología puede ser un apoyo fundamental para revertir el panorama actual gracias a la aparición de nuevos procesos para la fabricación de prendas.
Por ejemplo, en Italia se encontró que a través de un crustáceo se puede teñir el índigo sin necesidad de agua (el crustáceo elimina un color específico y no hay crueldad animal de por medio porque simplemente se recogen cascarones de animales que ya murieron); y en España se emplea tecnología para el desgrasado del jean gracias al láser, sin agua.
En universidades a lo largo del mundo estudian cómo transformar productos naturales (desde cáscaras de banana hasta piel de peces) en tejidos. El algodón orgánico, por ejemplo, se produce sin sustancias químicas sintéticas y emplea menos agua en su producción.
Los consumidores también juegan un papel fundamental. “El término sostenibilidad, de manera macro, se trabaja desde la década de 1970. Desde entonces se veía que era necesario bajar la aceleración industrial en la que estamos. En este siglo se empieza a tratar el tema en la moda y hace unos 15 años se empieza a tocar recién de manera incipiente. Se fortalece en lugares como Europa y Estados Unidos, porque son los que producen para el mundo. En América Latina somos vistos como la mano de obra, de donde toman las materias primas, pero podemos decir que hace cinco años aquí también lo hablamos masivamente. Ya la gente empieza a tener un poco más de conciencia. Es un tire y afloje entre la industria y el consumidor en los últimos años”, sostuvo Suárez.
Apuestas de moda locales a la consciencia ambiental
Hay muchas marcas y diseñadores que actualmente en Uruguay están trabajando muy bien en términos de sustentabilidad. Algunas de ellas son Cerrito de indios, Bucle, Selva Juana, Tramma Bambú, Gaia, Lanar, Ruralanas, entre otras.
Valentina Suárez destacó entre ellas a María Bouvier. Esta marca, que lleva el nombre de su creadora y diseñadora, comercializa todo tipo de prendas de vestimenta femenina hechas en algodón orgánico en color natural o coloreado con elementos naturales que le da un carácter único a cada prenda.
La idea de la marca nació en 2015 cuando Bouvier estaba en Nueva York haciendo una especialización en color y por fuera de los cursos descubrió la posibilidad de hacer teñidos de forma natural. “Eso me fascinó, creaba yo misma los colores y de una forma amigable con el medio ambiente, algo que siempre había sido una preocupación personal y que hasta el momento no había podido conectar con el mundo de la moda”, contó Bouvier.
“Cada vez más los consumidores se preocupan por saber que hay detrás de los productos que compran y el impacto que esos productos tiene en el mundo, por eso lo que intentamos es ser una alternativa para aquellas mujeres con gusto por la moda pero que, al mismo tiempo, eligen hacer decisiones conscientes a la hora de comprar”, explicó. “Se pueden lograr productos sustentables de muy buena calidad y diseño, y eso es lo que intentamos hacer sin dejar de lado lo artesanal y hecho a mano que para mí tiene mucho valor”, desarrolló.
En el mercado local la aceptación de la marca fue lenta y lo que más le ha costado es darla a conocer y estar presente en puntos de venta que lleguen al público indicado.
Consumidores sostenibles.
Una de las claves para reducir el impacto es ser consumidores conscientes. “La de la moda es una industria que nos afecta a todos: todos nos vestimos todas las mañanas, nos preocupamos sobre que ponernos para determinada ocasión. Tenemos un poder impresionante y debemos ejercerlo bien”, dijo Suárez.
Para la directora general de MOLA, ser sostenible como consumidor de moda no es tan difícil y en esa vía destaca lo positivo del crecimiento de las tiendas de segunda mano, más allá “de la utopía de que, en realidad, el mundo sería más sostenible si se dejaran de producir cosas nuevas”.
No hay en Uruguay ningún lugar que recicle las fibras propiamente dichas (se parte de una prenda vieja y se la va descomponiendo y separando de acuerdo a los distintos materiales) como sí lo hay en Argentina, Brasil y México, por lo que las alternativas se limitan a las tiendas de segunda mano, a las compras conscientes, al upcycling –prestarse las ropa, encontrar maneras creativas de hacerla durar y si hay una prenda que no nos gusta hacerle algo para que siga funcionando– y a las donaciones.
“Como consumidores lo primero que podemos hacer es pensar si realmente queremos y necesitamos lo que estamos por comprar”, explicó Suárez.
Y añadió: “Cada vez que compramos algo estamos dando un voto de confianza a la empresa que lo hace, le estamos diciendo que está haciendo las cosas bien. Por eso sería muy bueno dejar de comprar en lugares donde la ética se perdió y optar por los pequeños emprendedores, por empresas que rescatan los valores locales y cuyo impacto en el medio ambiente y la sociedad es mínimo. Hay que pensar en la durabilidad del producto en relación al costo. En el momento es más caro, pero a largo plazo termina siendo más barato”.
Grandes marcas, planes globales de reciclaje
H&M llegó a Uruguay en 2018 pero desde 2013 es el primer retailer del sector moda con un programa global de recolección a través del proyecto Garment Collecting. Esta es una iniciativa que consiste en que los clientes llevan sus textiles no deseados (de cualquier marca y en cualquier condición) a sus contenedores de recolección de prendas con el objetivo de contribuir a reducir el impacto ambiental limitando la cantidad de prendas que terminan en los vertederos; a cambio los clientes reciben un cupón de descuento para una próxima compra.
Todo lo recolectado es llevado a la planta de procesamiento más cercana donde se clasifican los textiles siguiendo hasta 350 criterios diferentes. Un 60% es reutilizado/rehecho; 34%, reciclado; el 6% se usa como combustible; y así queda un 0% de desperdicio.
Según consignó a El País el equipo de comunicación de la marca, la respuesta a nivel global es muy buena y ha ido en crecimiento. Hasta enero de 2019 llevaban más de 78 mil toneladas de textiles recolectados; solo en 2018 se recolectaron 20 mil toneladas, un 15% más que el año anterior.
Pero el concepto de circularidad tiene para la marca un nuevo significado desde el pasado viernes 29 cuando en Estocolmo se presentó un servicio de alquiler de ropa de las colecciones Conscious Exclusive y vestidos de novia en su tienda de H&M Sergels Torg.