ARQUITECTURA Y URBANISMO
Hijo de Mauricio Litman, pionero en la historia del desarrollo de Punta del Este, es reconocido por sus proyectos de alta gama
José Luis (68) lleva un apellido con peso que no le recarga la espalda. Dice que lo lleva “naturalmente”. Su padre, Mauricio Litman, fue uno de los pioneros de Punta del Este. Era, cuenta su hijo, un visionario. De esos que en las primeras décadas del siglo XX veían un arenal y sabían convertirlo en algo pujante. José Luis vio cómo creció la urbanización Cantegrill a instancias de su padre y cómo el balneario se fue transformando en una ciudad. Aprendió de él la forma de trabajar, el temple, el arrojo. Aprendió una frase que mantiene como lema: “Se puede”.
Hoy José Luis encarna la continuación del legado que marca el skyline puntaesteño y es uno de los arquitectos más reconocidos por sus desarrollos de alta gama en Punta del Este (y la región) como el recientemente inaugurado Solanas Crystal View.
—Julio Vilamajó dijo: “Sentimos un pujante desarrollo. Y ese sentir nos sobrecoge, nos hace temer un futuro anárquico, tememos que se pierdan los hilos que guían su equilibrio. Tememos que el ambiente que hoy tiene una armonía tan sugestiva se transforme en un conjunto sin interés y que este rincón que hoy nos enamora pierda su encanto”. Estas palabras son de 1943 y alertan sobre el desarrollo urbanístico de Punta del Este. ¿Cómo toma esta declaración sabiendo que hoy es una ciudad para la que algunos ya ha perdido su encanto?
—En esos años no pensaban que el equilibrio económico y social debe apoyarse con el crecimiento sustentable y con la densidad poblacional a lo largo de todo el año. El Punta del Este de 1943 era hermoso. Yo lo conocí. Soy del 53 y mi padre llegó en el 42. Era un Punta del Este con mucha naturaleza pero no tenía una linda arquitectura como tenían las ciudades de Argentina. Era como hoy sería La Pedrera para poner un punto de comparación. Estaba bien trazada, tenía muchas cosas buenas urbanísticas, pero el Punta del Este del 43 era insostenible económicamente. Era una zona demasiado exclusiva, egoísta para los uruguayos, los argentinos y para el mundo. La arquitectura y el urbanismo tienen que respetar la naturaleza y ser sustentable económicamente y es un equilibrio muy finito. Punta del Este lo mantuvo en algunos sectores y en otros, no. Los que quieren el Punta del Este antiguo pudieron encontrarlo en José Ignacio. Mientras tanto, se está transformando en una ciudad para todo el año, que fue un deseo de mi padre desde el día que llegó. Y murió casi consiguiéndolo.
—En esos sectores en los que se perdió el equilibrio, ¿cuál ha sido el error?
—No se han cumplido las alturas, pero el resto hubiera pasado en cualquier ciudad del mundo. Punta del Este sigue teniendo el encanto de llegar y sentirse en Punta del Este independientemente de las torres de alta gama y de gran altura que se han hecho. Es mucho más fuerte el más, la Isla Gorriti, la Isla de Lobos que mirar hacia el norte que es donde están los edificios.
—Respecto a la altura, no levantar edificios altos fue uno de los cambios que introdujo en el proyecto original de Solanas y que se mantiene como característica.
—El día que al estudio se le ocurrió hacer 15 edificios de cinco pisos en un bosque con árboles de 30 metros en vez de torres altas se decidió que nuestra obra iba a pasar desapercibida. No te lo imaginás hasta que entrás ahí y ves el pueblo. Son 140 hectáreas; 5.500 camas. Cada sector mejoró en prestaciones y en calidad y aggiornó el diseño para mantener la integridad con el bosque, el sol, la luna. Desde 2004, Solanas está en equilibrio sin agredir al entorno. Nadie nos ve. No molestamos a nadie. Y somos un hito con premios internacionales tanto de arquitectura como de paisajismo. Y siempre pensamos en la vivienda permanente.
—Ese es el mismo objetivo que tenía su padre con la urbanización Cantegrill.
—Cuando él lo hizo, el club era majestuoso. Era impensado que en 1942 una persona con tercero de colegio como mi padre hiciera un club por el que hoy ningún desarrollo invierte antes. La gente vivía allí y dormía en sus casas. Grandes millonarios y aristócratas uruguayos y argentinos las compraron y algunos la mantienen hasta hoy. Son casas de 120 y 200 metros. Les llaman las Casas Litman. A la gente le interesaba mucho más la vida social y el amenity y no tanto la casa como sucedió a partir del 70 cuando irrumpen las tremendas mansiones. Había 1.100 casas que estaban ocupadas pero no estaban preparadas para el invierno. Ese salto cualitativo lo dimos con Solanas. Realmente, hoy Punta del Este como una ciudad para todo el año es irreversible. Es una de las ciudades del mundo más lindas para vivir.
—Profesionalmente, ¿cuál fue la mayor enseñanza que le dio su padre?
—El tenía varias virtudes que yo no tengo pero que, por lo menos, las escuché y las vi. Era un excelente empresario y desarrollador y visionario. Su visión iba más allá de lo natural. Encontraba un arenal y veía lo que iba a pasar. Lo más importante que aprendí de él es una frase muy sencilla: “Se puede”.
—¿Y cómo se siente cuando alguien le dice que usted mantiene vivo el legado que marca el skyline puntaesteño?
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—Con mucho orgullo, emoción y compromiso. La llevo naturalmente. Desde muy chico siempre estuve al lado de él. Por distintas circunstancias, con las dictaduras rioplatenses no nos fue bien, nos tomaron de punto y a mi padre lo destruyeron pero eso hizo que desde muy joven yo sea arquitecto. Lo último que hizo mi padre fue contratarnos a nosotros para realizar el proyecto que hoy es el actual Enjoy pero que por motivos políticos y económicos no se hizo. Fue su último gran proyecto. Estaba en Cali (Colombia) y fue (el presidente) Sanguinetti a invitarlo a volver a Punta del Este para darle fuerza de nuevo. Volvimos y él se despidió de Uruguay intentando hacer ese hotel pero sufrió un revés. Eso a mí no me amedrentó. Cuando pasó todo esto yo tenía la alternativa de irme a trabajar a Nueva York y decidí hacer lo mío en el Río de la Plata. Lo hice en agradecimiento a mi padre. Mi familia, mi estudio y mi equipo son su continuidad.
—Cerró el 2021 con la inauguración de Solanas Cristal View. ¿Qué espera de este 2022?
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—Terminamos el 2021 con la primera etapa de Cristal View, un edificio con los mejores amenities que tiene hoy Punta del Este. Es un edificio en la playa de la laguna Cristal Beach y que ahora se corona con seis edificios. Se vendió todo a pesar de la pandemia y ya se vendió parte de la segunda etapa. Es el ejemplo de que se puede hacer un diseño respetando la naturaleza.
—¿Cómo es el Punta del Este que quiere dejarle a las próximas generaciones?
—Yo voy a dejar como ejemplo una arquitectura muy respetuosa con el medio ambiente que es lo vengo haciendo ininterrumpidamente hace 25 años. La gente, las autoridades y los desarrolladores tienen que ser los respetuosos de cómo ofrecer Punta del Este. El Punta del Este que quiero es uno en el que haya universidades, colegios de renombre, con el MACA, con el polo tecnológico y que, cada vez, los arquitectos –perdón mi egoísmo– podamos hacer mejor arquitectura. Yo veo el Punta del Este que van a recibir mis hijos y es uno en el que van a poder vivir.