Artista plástico encontró el vínculo entre el arte y el ajedrez, dos cosas que enseña

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Enrique Souberville

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Enrique Souberville abrió un local para enseñar arte y ajedrez para combatir el confinamiento por la pandemia de la COVID-19 y el resultado lo sorprendió.

Hace seis meses Enrique Souberville (64 años), artista plástico, decidió abrir un local en Pocitos para enseñarle a jugar al ajedrez –su otra pasión- a adultos mayores. También quería aprovechar el lugar para mostrar su arte y mitigar un poco el encierro casi obligado al que estaba sometiendo la pandemia.

“No me quise quedar encerrado en mi taller”, dijo, haciendo referencia a su lugar de trabajo en Jacinto Vera, donde tiene las esculturas más grandes y todas las herramientas. La solución que buscó lo llevó a encontrarse con varias sorpresas.

La primera fue la edad de la gente que se acercó al nuevo local. Tanto para el arte como para el ajedrez, los interesados tenían un promedio de 40 años de edad. “No me interesaba tener alumnos. Las veces que di clases fue a niños de 5 o 6 años y no cobraba, la condición que les ponía era que estuviera el padre o la madre presente”, contó.

La pandemia le acercó gente que él notó que estaba necesitando algo más que clases. “Necesitaban un ida y vuelta hasta casi personal”, advirtió y diseñó para ellos talleres de escultura y de color “para enseñar bien cómo funciona el aprendizaje”.

Se encontró con que el compromiso con los alumnos se volvía más personal porque, por las medidas sanitarias, no podía haber tantos estudiantes en un mismo curso. “Entonces no solo ves lo que hacen, sino que ves lo que sienten, lo que les está pasando y por qué están haciendo esto”, apuntó.

Espacio de arte

Souberville tiene su propio espacio en el taller de su maestro y amigo Clever Lara, con quien comparte su pasión por el ajedrez y discute por temas de fútbol.

Enrique Souberville
Se define como un artista plástico, capaz de trabajar con varios materiales.

La vida como un tablero de ajedrez.

Enrique juega al ajedrez desde niño. Llegó incluso a competir. Pero la cosa se complicó cuando se dio cuenta de que este juego, tremendamente adictivo según dice, empezó a dominar su vida.

“Con 18 años cruzaba la calle como un caballo o un alfil, en diagonal. Me dije ‘me estoy volviendo loco’, andaba por la vida como si estuviera arriba de un tablero”, recordó. Entonces decidió dejar por un tiempo.

Jugaba esporádicamente hasta que empezó a dar unas clases en el Club Nautilus, al que va a hacer deporte. Pasó que la gente le empezó a reclamar más y más clases; fue ahí que resolvió enseñar en su local de Pocitos, pero pensando en los adultos mayores.

“El ajedrez les sirve para su estilo de vida, para que no crucen por la mitad de la calle, sino por el semáforo. El ajedrez te enseña eso, te enseña a tomar buenas decisiones porque sabés que una mala decisión trae enseguida una respuesta en el tablero. Entonces te acostumbrás a no tomar decisiones malas, o sea, tratás de tomar las mejores decisiones”, explicó.

Enrique Souberville
Juega al ajedrez desde niño y confiesa que es un juego adictivo que en un momento lo asustó.

Agregó que con solo armar las piezas en el tablero la cabeza ya funciona de otra forma y ni que hablar cuando se aprende a mover el caballo, “eso lo doy garantizado. Tiene mucha similitud con la vida y ayuda porque te mantiene siempre alerta y sabiendo que no podés dejar las decisiones para atrás porque el otro está esperando”.

Enrique enseña, pero no juega. Por eso pide que quienes vayan a aprender lo hagan de a dos para jugar entre ellos. De esa manera puede aprovechar el tiempo, que considera el bien más preciado de una persona. “En el local no puedo picar ni hacer nada que haga polvo, entonces ya que estoy ahí les enseño ajedrez”, dijo.

Tiene historias de todo tipo vinculadas con este juego. “Más que enseñar, cuento las historias”. De todas formas no ha logrado que los adultos mayores se anoten, cree que por miedo. En el Nautilus era más fácil porque lo conocían y entendían la pasión que pone para decir las cosas. Está en su debe.

La piedra lo tuvo que esperar.

Los casilleros de ajedrez también le sirven para manejar el arte, su otra gran pasión. “El arte tiene un plan, tiene una estrategia, tiene un resultado final… después sucede sin darte cuenta”, apuntó.

Se define como un artista plástico, un hacedor de cosas más que un escultor aunque reconoce que su fuerte son las esculturas. “Trabajo con cualquier material, la expresión plástica la hago con lo que sea, igual con una tiza. Pero soy escultor porque me remito a piedras grandes”, explicó.

Le interesó el arte desde niño, tenía facilidad para componer cosas. Se dedicó a él hasta que le llegó el momento de tomar una de las dos o tres decisiones que él dice que se toman en la vida.

“A los 18 años tenés que ver si seguís lo que te gusta o hacés lo que debés hacer. Yo hice lo que debía hacer y el arte me tuvo que esperar”, contó.

Enrique Souberville
Lo suyo son las esculturas, sobre todo las de gran tamaño, pero también hace cosas chicas.

Siguió realizando cosas chicas, como bajos relieves o murales, pero para las esculturas tuvo que esperar a jubilarse. No era posible ir a trabajar con el pelo blanco de polvo o la ropa sucia, menos en el banco en el que lo hizo la mayor parte de su vida, aún cumpliendo tareas en la calle porque nunca le gustó el trabajo de oficina.

Finalmente, tras 30 años de trabajo llegó el tiempo de la escultura. Se había venido preparando primero en forma autodidacta y luego gracias a la relación que entabló con el artista Clever Lara, maestro y amigo.

“Estuve veinte años con él, no solo en el taller, sino en actividades paralelas, desde jugar al fútbol, aunque tenemos cuadros contrarios, hasta el ajedrez”, señaló. Con él aprendió lo que siempre trata de transmitir a sus alumnos, que es la imitación hacia el hacer.

“No es imitar la terminación del arte, que es individual de cada uno. Se trata de la imitación del compromiso, la seriedad, la responsabilidad… Si viene solo de internet, estás plagiando siempre aunque no te des cuenta. Ahora si estudiás, leés, te comprometés, buscás los mejores materiales, que tu taller esté prolijo, que haya cosas internas fuertes, ahí no hacés plagio; ahí sos tú por más que hagas una cosa igual a otro. No importa que la hagas igual, está todo inventado, pero lo vas a hacer a tu manera. El resultado al final siempre es bueno porque es tuyo, auténtico, pero lleva tiempo”, remarcó.

Y más la escultura, que siempre aclara a sus alumnos que es “lenta, lenta, y además es cara. Tiene todas las contras”.

Considera que encuentra tiempo para todo porque es una persona totalmente rutinaria. “Me han comprado esculturas porque saben a qué hora camino por la rambla. Ser tan rutinario me permite estar cargado siempre para hacer cualquier locura y tener siempre la capacidad de poder moverme libremente”, sentenció sobre su filosofía de vida.

Enrique Souberville
Es hincha de Nacional y por eso le gustaría dedicarle una obra suya al club de sus amores.

Quiere hacerle una escultura al Club Nacional de Football

Enrique se levanta a las 7 y hace spinning y vela en el Nautilus. Tres veces por semana va a su taller de Jacinto Vera y los otros dos días al local de Pocitos. No se pierde un partido de Luis Suárez, mientras que a Nacional lo ha dejado de seguir por falta de tiempo. Igual mantiene intacto el sueño de hacerle una escultura móvil que pueda ir armando a medida que se van ganando Copa Libertadores. “Es una proyección a futuro”, aclaró esperanzado.

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