Hace 50 años un avión se estrelló contra laCordillera de los Andes y 16 uruguayos sobrevivieron 72 días en la montaña. El acontecimiento ya fue narrado y calificado de varias maneras: un terrible accidente, una tragedia, un milagro, una hazaña, un renacimiento e incluso una historia de amor. El consenso ineludible en todas las versiones es que se trata de un hecho de supervivencia humana sin precedentes. Un hecho que marcó la historia y quedó grabado de manera especial en la memoria de quienes tenían la misión de informar sobre lo ocurrido. Tomás Friedmann y Víctor Hugo Pedroso, jóvenes periodistas en aquella época, fueron dos de los uruguayos a los que les tocó cubrir el hecho que, medio siglo después, sigue sorprendiendo al mundo.
Un avión desaparecido
El sábado 14 de octubre de 1972 empezaron a llegar las primeras noticias de que el Fairchild de la Fuerza Aérea Uruguaya no había llegado a su destino.
Friedmann tenía 22 años en ese entonces y era subjefe de informativos de Radio Carve. Vivió el episodio desde su oficio de periodista, pero también en la condición de amigo del artista Carlos Páez Vilaró, padre de Carlos Páez, uno de los pasajeros de aquel avión.
Estaban en contacto diariamente y Páez Vilaró mantenía la convicción de que su hijo seguía con vida. “Estuvimos horas, días, meses conversando sobre eso, sobrevolamos la cordillera dos o tres veces para tener una idea de lo que era ese impresionante mole de rocas y de nieve. Él estaba convencido, me decía: ‘Tomasito, eso es lo que siento, me sale del alma, me sale del corazón, Carlitos Miguel está vivo, tenemos que encontrarlo, vos me tenés que ayudar de alguna forma’”, recuerda Friedmann. Y así fue. Desde la radio enviaron mensajes a los sobrevivientes: “Decíamos, ‘sí nos están escuchando sepan que aquí estamos con toda la fe, que los vamos a seguir buscando’”.
De aquellos días, Víctor Hugo Pedroso, que tenía 33 años y era conductor de Telenoche en Canal 4, también rescata un compromiso con la historia que iba más allá de lo periodístico.
“Era algo nuestro. Estaba inserto en la sociedad uruguaya, que sufrió durante 72 días el silencio. Cuando entrevistábamos a Carlitos Páez él nos decía que sabía que su hijo estaba vivo y que lo iba a encontrar. Esa resistencia enorme provocó que la prensa uruguaya siguiera cubriendo los hechos (...) Llegamos a hacer gestiones a través del canal para ver si no abandonaban la búsqueda”.
La noticia
Después de 72 días, el evento ya no era tapa de los diarios ni ocupaba el centro de los noticieros. De ahí el gran asombro con la noticia que llegó el 21 de diciembre desde Chile: había sobrevivientes.
Uno de los registros emblemáticos de ese momento es la transmisión de radio en la que Páez Vilaró, que se encontraba en Chile, desde la torre de control del aeropuerto de Los Cerrillos leyó los 16 nombres. Del otro lado de esa llamada, estaba Friedmann.
“Hola, mi querido, te voy a decir el nombre de los chicos, ¿tú me escuchas?”, preguntó Páez Vilaró. “Te escucho, adelante por favor”, contestó Friedmann. Entonces Páez empezó la lectura y al decir el primer nombre, el de Eduardo Strauch, Friedmann le pidió que leyera dos veces cada uno. Él lo hizo.
Hoy, Friedmann lo recuerda así: “Se escuchó el ruido de una teletipo. Todo salía al aire. Mis manos temblaban, tenía miedo de que se cortara la llamada. Un coronel no quería que se difundiera por radio, pero Páez insistió y empezó a leer la lista, sin saber que su hijo estaba allí. Leyó cada nombre dos veces y cuando llegó a Carlos, agregó con voz emocionada ‘mi hijo’. Al final cortó, no aguantó más. Enseguida anuncié que por Carve, Uruguay y el mundo habían conocido la lista de sobrevivientes. Luego repetimos la grabación cinco veces (...) Hice un copete y pasamos la cinta a 68 radios de todo el planeta en los días posteriores”.
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Los abrazos
“¡Víctor, nos tenemos que ir, aparecieron los muchachos!”. Fue lo primero que escuchó Pedroso el 21 de diciembre al llegar al estudio de Telenoche. Ese día había salido temprano de su casa en Las Piedras y, como de costumbre, llevaba puesto una camisa, corbata y un traje. Sin otras pertenencias más que sus equipos de trabajo, con su compañero Mario Fonticiella salieron disparados rumbo al aeropuerto de Carrasco.
Cuando llegaron a los Maitenes, en Chile, intentaron ver a los sobrevivientes, pero el acceso al hospital en donde recibían los primeros cuidados era limitado. Entonces, improvisaron. Para poder entrar Pedroso creó una historia dentro de la historia. Dijo que era primo de Parrado: “Lo aceptaron porque en ese momento estaban esperando que llegaran algunos familiares”.
Acto seguido, el encuentro: “Nos abrazamos y lo primero fueron algunas lágrimas de la emoción de verlos vivos. Canessa y Parrado estaban vestidos con unos pijamas largos, como unos camisones blancos, estaban barbudos. En ese momento preferían no hablar y mantenerse un poco en reserva por todo lo que había pasado. Y yo considero que fue una actitud muy loable”.
Era otra época, donde regían otros tiempos para el periodismo. Por supuesto, no había celulares, tampoco señales satelitales. Las cintas grabadas por Pedroso y Fonticiella eran enviadas en avión a Montevideo. “Hicimos un informe y de inmediato volvimos a Santiago. Nos tuvimos que ir para mandar el material lo más rápido posible, todo llegaba con horas de retraso”.
Un recuerdo que el periodista atesora con cariño es el de la llegada a Carrasco. “Afuera estaban otros equipos de Telenoche filmando la llegada del avión. Nosotros nos levantamos antes y con nuestra cámara en marcha registramos cómo ellos se preparaban para el descenso. Tratamos de registrar la emotividad de aquel instante, porque cuando el avión aterrizó hubo abrazos. Fue una sensación tan linda”.
El abrazo, ese gesto de agasajar al otro que puede significar tanto, fue, en el relato de Pedroso, por varios momentos el símbolo definitivo de una odisea que llegaba al final: el abrazo en el hospital al verlos por primera vez, el abrazo de los sobrevivientes con sus familias y, finalmente, el retorno de esos 16 “muchachos” como un abrazo a todo el país después de 72 días de angustia.