El destacado arquitecto uruguayo Rafael Viñoly falleció ayer en Nueva York, donde dirigía su estudio, a los 78 años, producto de un aneurisma. Dejó varias obras icónicas en nuestro país como el Aeropuerto Internacional de Carrasco, el puente circular de la Laguna Garzón y el edificio Plaza Alemania de oficinas corporativas en Montevideo. Su último trabajo fue la dirección de la renovación del hotel San Rafael en Punta del Este. Pero también dejó un gran legado internacional con obras en Tokio, Londres, Emiratos Árabes, Argentina y Nueva York.
“Brillante, polémico, controversial; su pensamiento nunca pasó desapercibido y contribuyó al debate sobre la mejor arquitectura”; así lo recordaron en la Sociedad de Arquitectos del Uruguay, desde donde apuntaron que “siempre mantuvo un vínculo intenso y próximo con nuestro país y sus colegas”.
Destacados.
Nacido en Uruguay el 1° de junio de 1944 en Montevideo, hijo del director teatral Román Viñoly Barreto, atravesó buena parte de su crianza en Argentina. En 1969 se graduó en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires; luego emigró a Estados Unidos en la década de 1980 para abrir su primer estudio, Rafael Viñoly Architects PC.
En 1988 tuvo su primer gran proyecto: el John Jay College of Criminal Justice en esa ciudad. Para este mantuvo la fachada original de estilo neobarroco flamenco de 1903, añadió un atrio con luz natural y dotó a la biblioteca de un lugar central. La colección –una de las más grandes en su tipo– está dispuesta alrededor de ese atrio, consiguiendo que el visitante esté completamente inmerso entre los libros.
Un año después ganó el concurso internacional para el diseño del Tokyo International Forum que fue construido en 1996, una estructura que fue considerada una de las más audaces jamás construidas en Japón. La llamada Sala de Cristal se compone de dos arcos de cristal y acero que se cruzan y encierran un amplio vestíbulo central. La impresionante estructura alberga siete pisos sobre el nivel del suelo y tres pisos subterráneos.
“Significó trabajar en una cultura donde la única cosa que santifica todo es el trabajo; entonces, para alguien que le gusta el trabajo, es fantástico. A mi esposa Diana siempre le molestó esta obsesión mía, por eso no la pasaba tan bien cuando iba, pero para mí fue completamente genial, toda una experiencia sobre la base del interés por lo concreto”, dijo en una entrevista en El País Cultural en el año 2003 respecto a esta obra.
También fue uno de los finalistas en el concurso para la reconstrucción del World Trade Center tras los atentados a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, proyecto que le fue finalmente otorgado a Daniel Libeskin, a quien criticó en esa misma nota: “Me parece que el proyecto que nosotros hicimos está por encima de lo que los desarrolladores privados del lote tenían la verdadera intención de hacer, que es nada, con lo cual el proyecto que ganó encaja perfectamente porque es, justamente, nada”.
Su firma también está estampada en museos y hospitales en Cleveland, Tampa, Virginia y Carolina del Norte o en una expansión del John F. Kennedy Center for the Performing Arts en Washington D.C. o en un centro de jazz del Lincoln Center en Nueva York, entre otros proyectos de gran valor cívico.
Algunas críticas.
No obstante, no fueron todas rosas en el camino. Algunos de sus diseños fueron duramente criticados como 20 Fenchurch Street, un rascacielos de 160 metros de altura, conocido como “walkie talkie”, catalogado por la prensa como “el rayo de la muerte” al achacarle que, debido a la forma o a la materialidad, provocaba un reflejo solar que sobrepasaba los 20 grados y que “derretía autos”. En ese momento, Viñoly responsabilizó a la exigente legislación del Reino Unido: “Uno de los problemas que ocurren en Londres es la superabundancia de consultores y sub-consultores, los que diluyen enormemente la responsabilidad de los diseñadores. Los arquitectos ya no son arquitectos. Necesitas consultores para todo. En este país hay un especialista que te dice si algo refleja o no refleja. Es culpa de la disciplina arquitectónica que se ha puesto a sí mismo en un plano completamente secundario”. El edificio fue elegido como “el peor” del país y el problema se solucionó instalando una pantalla para reducir el reflejo.
Y hace dos años, residentes del rascacielos de lujo 432 Park Avenue, de Nueva York, demandaron a los desarrolladores inmobiliarios y al estudio del arquitecto uruguayo por US$ 125 millones por daños, según informó The New York Times. De acuerdo con la demanda, acusaban de múltiples inundaciones, defectos en los ascensores y la presencia de un ruido “intolerable” causado por la oscilación del edificio.
Medallas.
Viñoly recibió una buena cantidad de distinciones; entre muchas otras la Medalla de Honor del American Institute of Architects de la ciudad de Nueva York y también el Doctorado Honorario de la Universidad de Maryland. Fue premiado por la Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos como “Arquitecto de las Américas”, recibiendo la Medalla de Oro en Asunción en 2016.