ATMÓSFERA
Uruguay entra en una zona del globo delicada entre setiembre y mayo de cada año por el consiguiente aumento de radiación UV-B
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Flúor, cloro, bromo, iodo. Cuatro sustancias con una mala fama merecida: son las destructoras de la capa de ozono. Estas estaban presentes, por ejemplo, en aerosoles o refrigerantes de aire acondicionado; y aunque fueron prohibidas a nivel mundial en 1987 por el Protocolo de Montreal –suscrito por Uruguay–, hace 33 años, todavía quedan otros 40 para desaparezcan por completo de la atmósfera. En cambio, se estima que el agujero del Ártico se recuperará alrededor de 2035.
“Son sustancias muy estables y tienen una vida muy larga. Tampoco se redujeron a cero instantáneamente. No se apagaron las máquinas una vez firmadas las convenciones. Cada tanto se detectan algunas fuentes de este tipo de productos”, acusó Erna Frins, profesora agregada del Instituto de Física de Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República.
A pesar de los avances obtenidos de 1987 a la fecha, el agujero sigue siendo extenso –ahora de cuatro millones de kilómetros cuadrados– y se reactiva entre agosto y setiembre de cada año en la Antártida.
Con esto, Uruguay entra en una zona del globo delicada: las medidas registradas en Montevideo llegan a niveles considerados críticos durante el verano con el consiguiente aumento de radiación UV-B.
Niveles críticos.
El agujero se abre cuando comienza a terminarse el invierno y llega la radiación solar a la Antártida y se cierra cuando comienza a llegar el verano y sube la temperatura.
¿Y por qué importa? Porque el ozono es un gas que absorbe la radiación ultravioleta.
El 90% del ozono atmosférico se encuentra formando una capa a unos 15-30 kilómetros de altura dependiendo de la latitud. “Gracias al ozono presente en la estratosfera es posible la vida en la Tierra”, dijo Frins.
Y, del planeta hasta usted, importa porque la exposición a radiaciones UV-B aumenta el riesgo de contraer cánceres de piel, cataratas y sufrir daños en el sistema inmunológico. Sin ozono, la intensa radiación ultravioleta del Sol esterilizaría la superficie de la Tierra.
La unidad Dobson (UD) es la unidad de medida de la capa de ozono y está relacionada con la cantidad de moléculas de ozono, principalmente, en la estratosfera. Los valores normales de ozono en la estratosfera sobre la Antártida son del orden de las 350 UD. Cuando la cantidad de ozono disminuye cada año, el espesor de la columna de ozono puede llegar a valores de 220 UD. Esta medida se considera crítica por los consiguientes aumentos de radiación UV-B.
Datos analizados entre 2017 y 2019 sobre Montevideo dan cuenta de esa variación anual. “Lo deseable sería 300 UD para arriba –dijo Frins– pero, en promedio, se observan 280 UD y puede llegar a 260 UD”. La recuperación recién se observa entre abril y mayo.
No obstante, se ha medido sobre Montevideo columnas de entre 200 UD y 220 UD a finales de 2017 y entre 190 UD y 210 UD en diciembre de 2018, según ha constatado los especialistas de la Facultad de Ingeniería.
Esto significa que, aunque el agujero esté sobre el continente blanco, Montevideo está algunas veces bajo una capa en estado crítico, particularmente entre setiembre y diciembre, y muy debilitada hasta mayo, lo que representa un cierto grado de riesgo para la salud humana.
Investigadores del Instituto de Física compararon la situación de Montevideo con la australiana Perth, ubicada en una latitud similar a la capital uruguaya y también influenciada por las masas de aire polar –pobres en ozono–, y descubrieron que ambas registran el mismo ciclo anual de subida y bajada de ozono pero, Montevideo, se coloca un poco más abajo.
Frins, ganadora del premio L’Oreal-UNESCO en 2012, se excusó de no tener hecho un relevamiento sistemático pero es que no se ha podido dedicar un proyecto a la medición. Los instrumentos para medir gases traza atmosféricos, incluido ozono estratosférico, están ubicados en la azotea de la facultad. El trabajo del grupo de investigación está enfocado, principalmente, al desarrollo de nuevos métodos ópticos de medición.
La protección contra este fenómeno que persistirá, al menos, hasta el año 2060, es la conciencia de que no hay que exponerse directamente al sol entre las 10 y las 16 horas. Si se está en la playa, hay que saber que es inútil estar en el agua o bajo la sombrilla.
“La arena es un reflector espectacular para todas las longitudes de onda, inclusive para el UV-B”, apuntó la física.
Un informe de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos indicó que gracias al Protocolo de Montreal y sus enmiendas se podrán evitar para 2030 hasta dos millones de casos de cáncer de piel en el mundo.
Problemas actuales.
Recientemente, científicos del Programa de Investigación sobre la Sostenibilidad de Sussex, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y de la Universidad Estatal de Colorado publicaron un artículo en el que denuncian que, a pesar de las normativas internacionales, no se han estado contabilizado las nuevas fuentes de compuestos detectadas en el mundo ni se ha controlado la fuga involuntaria de gases en proceso de fabricación o actividades agrícolas.
Uno de los autores de ese estudio fue categórico: “Si fallamos (en reducir la cantidad de gases que agotan el ozono en la atmósfera), la humanidad tendrá que enfrentar un mayor riesgo de cáncer de piel y un cambio climático más rápido”.
COVID-19 no impactó en índices mundiales.
Una imagen ha sido compartida por más de 89.000 usuarios en redes sociales con la afirmación de que, gracias a las medidas de confinamiento en varios países para prevenir contagios por el nuevo coronavirus, la capa de ozono se ha recuperado. Sin embargo, esta información es falsa.
“No hay una conexión entre la capa de ozono y las medidas de cuarentena, dijo Simon Herrmann, gerente de Cuentas del Servicio de Monitoreo Atmosférico Copernicus (CAMS) a la agencia AFP.
Sobre si las medidas de confinamiento y suspensión de actividades durante la pandemia de COVID-19 podrían tener algún efecto en la recuperación de la capa de ozono, explicó: “Muy marginal, si lo hay. La mayoría de las sustancias que reducen el ozono están prohibidas bajo el Protocolo de Montreal; existen aún algunas pocas sustancias que están permitidas. El confinamiento podría tener un impacto marginal dentro de unos años, pero pensamos que podría ser apenas visible y no adelantar mucho la completa recuperación de la capa de ozono (esperada para) 2060”.
Sobre la reducción de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera debido al confinamiento, el CAMS explicó que tampoco es verdad: “Las concentraciones de CO2 en la atmósfera son muy altas porque estas moléculas se acumulan en la atmósfera durante unos 100 años: tomaría muchos años de reducción de emisiones/condiciones similares al confinamiento, para ver una baja en ese índice”.
Pese a que no se observaron cambios profundos en la capa de ozono durante este año, la NASA sí informó que hubo efectos notorios –y positivos– sobre la calidad del aire en este periodo debido a la disminución de emisiones de dióxido de nitrógeno.