CIENCIA
Investigadores en paleobotánica buscan evidencia sobre el impacto del hombre en la naturaleza
Muy poco de lo que hoy vemos conformaba el verdadero paisaje natural de nuestro territorio. Ni el pasto. “La mayoría del pasto del campo es africano. Fue traído por los ingleses”, apuntó Hugo Inda, especialista en paleobotánica del Centro Universitario Regional del Este (CURE) de la Universidad de la República e investigador de Pedeciba Geociencias. Los eucaliptus, las acacias y los pinos, por poner tres ejemplos, tampoco estaban presente en la “foto” del pasado. “Recién a partir de los últimos dos mil años es que la vegetación de Uruguay adquiere su configuración actual. Gran parte de la misma está muy impactada por los últimos 400 años de historia moderna”, dijo al diario El País.
Inda lo sabe muy bien: él se dedica a “hincarle el diente” a la naturaleza “desprovista” de los humanos. Por eso sabe qué hace 50 mil años los algarrobos dominaban el terreno al este de los departamentos de Salto, Artigas y Paysandú; ahora solo están en el monte del río Uruguay. ¿Cómo lo sabe? Ha examinado la evidencia de muestras microscópicas y macroscópicas de restos botánicos alojados en maderas de la zona. También sabe que los palmares de butiáde Rocha estaban acompañados por otros árboles. “Era un bosque cerrado; lo único que queda de ese bosque antiguo son las palmas”, señaló.
El investigador y colegas han identificado “maderas de 11 mil años” cerca de Montevideo, en la cuenca del río Santa Lucía. Así también se conoce que el paisaje de la actual capital tenía también algarrobos (hoy se los encuentra fundamentalmente en el litoral y en Colonia y San José) y sauces. Más no se puede saber porque no hay lagos ni lagunas naturales de donde sacar testigos de fondo para buscar indicadores.
“La vegetación (en este lugar del planeta) era extremadamente dinámica; se adaptaba a las situaciones climáticas. Hubo grandes periodos con el clima mucho más árido y seco y la vegetación era predominantemente herbácea y la vegetación arbórea tenía menos extensión que la actual; en otros periodos seguramente los bosques fueron más extensos”, explicó Inda.
Hasta que el hombre metió mano. Pero, claro, hay que diferenciar a una población humana prehistórica, considerada por Inda como “ingenieros ambientales”, a los humanos del presente que solo con una ruta pueden transformar todo un ecosistema (y muchas veces para mal).
Respecto a lo primero, una de sus mayores modificaciones en el paisaje fueron loscerritos de indios. Son elevaciones de tierra que fueron utilizadas como lugares para vivir, como cementerios, espacios de reunión y celebración y también como áreas para el cultivo y funcionarios como marcadores del territorio. Solo en Rocha se han localizado, hasta el momento, más de 2.000 cerritos (su diámetro oscila entre 30 y 60 metros y su altura va desde unos pocos centímetros hasta más de siete metros).
Lo más llamativo para Inda es que los cerritos constituyen “una suerte de laboratorio de creación de suelos con una fertilidad que no se ha alcanzado en la actualidad con ninguna adición de nutrientes”. La composición de fósforo, nitrógeno y potasio es tan alta que, primero, no ha logrado ser reproducida por la industria y, segundo, sigue siendo estable después de miles de años. Aquí hay una veta tanto de investigación científica como productiva. “Tiene un potencial enorme para Uruguay”, afirmó.
El paleobotánico agregó: “Muchos de los cerritos de las zonas bajas de Rocha, Treinta y Tres y parte de Cerro Largo han actuado como parches donde, gracias a esa fertilidad, se ha provocado un aumento brutal de la biodiversidad vegetal y de fauna”.
La construcción de los cerritos comenzó hace unos 5.000 años en el este y alrededor de 3.200 años en el noreste del país. Fue una práctica que continuó hasta la llegada de los conquistadores europeos a la región en el siglo XVI. Y otro dato: los cerritos de indios en territorio uruguayo son los más antiguos.
Por otra parte, Inda y otros investigadores estudiaron qué fue lo que sucedió con la laguna del Diario, cerca de Punta del Este: esta permaneció en casi el mismo estado durante seis mil años (en ese entonces el mar estaba cinco metros más alto por lo que, en realidad, era parte de la bahía; luego se transformó en una laguna) hasta que el ser humano construyó una ruta en 1955. “Al sacarle la conexión directa con el estuario/océano se crearon severos problemas; hoy se tiene que cosechar la vegetación de forma permanente para que no se convierta en un bañado”, apuntó. La laguna perdió la conexión esporádica que tenía con el océano y que le permitía regular diversos parámetros (como la salinidad).