"El estrés es una reacción física y psicológica a una demanda y esa demanda puede ser cualquier cosa. Cuando mis pacientes me preguntan cómo lo defino, yo les digo que es una respuesta inespecífica. Es como oprimir un botón ante cualquier demanda”, afirmó la doctora Safía Debar, experta en el manejo del estrés en la Clínica Mayo Healthcare en Londres, Inglaterra, en un encuentro con periodistas latinoamericanos del que participó El País.
Debar consideró que no es lo más eficaz pedirle a una persona que controle su estrés porque se está yendo contra los dos sistemas operativos que funcionan en el cerebro y que permiten protegernos de una amenaza externa.
El primer sistema operativo lo que hace es funcionar desde el lugar de la supervivencia.
“Nos va a atacar un león y el cerebro nos dice: ‘Aquí me puedo morir’. Entonces mi organismo se prepara para pelear, salir corriendo o congelarse. Mi pensamiento va a estar muy negativo, catastrófico y voy a estar hipervigilante. Me va a subir la frecuencia cardíaca y la presión arterial; como mi intestino no es necesario, se va a apagar... Es decir que todo mi sistema se prepara para salvarme la vida”, explicó Debar.
El segundo sistema operativo entra a actuar cuando la amenaza desaparece. “Mi cuerpo pasa a estar en un modo de relajación, reparación y crecimiento. Bajan mi atención y la frecuencia cardíaca, mi aparato reproductor se vuelve a despertar, mi intestino también. Mi pensamiento empieza a ser menos catastrófico y con menos ansiedad”, detalló Debar.
Ese mismo ciclo se cumple si la demanda es algo bueno, como por ejemplo, un ascenso en el trabajo.
La experta ejemplificó este ciclo usando la alegoría del lavarropas: “Ustedes cargan la lavadora y empieza a girar y girar. La dejamos que haga su trabajo, se detiene y descansa. De esa manera ese lavarropas nos va a servir durante mucho tiempo. Pero si nosotros le seguimos poniendo cada vez más ropa y lo hacemos funcionar sin reposo, a largo plazo va a tener problemas”, advirtió.
Otra forma de verlo es como un bolso en el que se puede llevar una carga pesada siempre y cuando al final del día, de la semana o del mes se vacíe. “Si lo hacemos, podemos seguir poniendo cosas en el bolso”, indicó sobre un ciclo que lo que hace es “construir resiliencia” y evitar el aumento de la inflamación o de los problemas de salud. “Eso es el estrés bueno”, acotó.
La clave de todo está entonces en cambiar nuestra relación con el estrés, reenmarcarla.
“El problema no es el estrés, sino cómo lo manejamos”, apuntó.
¿Cómo se traduce ese consejo? “Puedo comenzar a aprender a regular, aprender a sentir las emociones, ver cómo permitir que la respuesta del estrés suba; pero lo más importante es darle cabida para que se produzca la relajación”, recomendó.
Hay que tener presente que, como seres humanos, somos la única especie de mamíferos que puede pensar y dictar respuesta.
La cosa se complica si el estrés se mantiene como una respuesta prolongada en el tiempo; allí pasaríamos a hablar de estrés crónico.
“El organismo no puede bajar al nivel de relajación y eso empieza a afectar nuestro sueño, estamos más irritables, más enojados, nuestro apetito puede cambiar, no queremos tener actividades sociales ni hacer ejercicio, tal vez nos sintamos cansados todo el tiempo, podemos tener infecciones recurrentes, a largo plazo puede provocar problemas con la autoinmunidad, etc.”, enumeró Debar sobre las múltiples formas en que se manifiesta el estrés crónico y que encienden la alarma para ir en busca de la ayuda de especialistas.
Cómo funciona
Cuando el organismo detecta una amenaza, en el cerebro se activa el sistema límbico y, entre otras cosas, la glándula hipófisis le dice a las glándulas suprarrenales: “Voy a necesitar cortisol”.
El cortisol, que es la principal hormona del estrés, no se libera en forma inmediata, tarda unos 20 minutos en fabricarse y muestra sus efectos en diferentes etapas.
“En la etapa inicial, es antiinflamatorio porque es como que enfría el organismo y ayuda en la respuesta del estrés.
Pero luego provoca una serie de efectos en el organismo, como, por ejemplo, la liberación de azúcar, de glucosa, porque vamos a necesitar energía. También tendrá su efecto en el sistema cardiovascular y van a subir la presión arterial, la frecuencia y el gasto cardíaco”, detalló Debar sobre algunas de las tantas consecuencias que provoca la liberación de cortisol.
Otra cosa que puede ocurrir es que el sistema inmunitario deje de prestarle atención a la lucha contra invasores microscópicos como virus o células cancerosas y entre en un modo inflamatorio.
“No es que el estrés sea una causa directa de cáncer, pero ciertamente lleva a una susceptibilidad y es por eso que vemos que las tasas de cáncer aumentan en ese momento”, aclaró la especialista.
Si todo eso se domina y se pasa a la etapa de reposo, se cumple el ciclo y no pasa a mayores. Pero si transcurre el tiempo y tenemos demasiado cortisol circulando por nuestro sistema de una manera innecesaria, eso puede conducir a un estrés crónico.
Neuroplasticidad
Distinguir si el estrés es bueno o malo va a depender de la percepción de cada persona, se trata de un proceso interno. Por ejemplo, no todos afrontamos un casamiento de la misma manera.
Además, entran a tallar consideraciones tales como: ¿lo puedo manejar?, ¿lo veo como una dificultad o como un desafío?, ¿puedo aprender algo de esto?, ¿me va fortalecer?
Otra forma de saber si se trata de un estrés bueno es, según Debar, preguntándole a nuestro cuerpo. Ahí hay que conocer la frecuencia cardíaca, la presión arterial, los niveles de cortisol, el funcionamiento del intestino. “Lo que hacemos es ir viendo cómo está funcionando cada sistema”, indicó la experta, quien agregó que lo que hay que hacer en definitiva es “ir leyendo entrelíneas”.
¿Se puede pasar del estrés bueno al malo? Para Debar la respuesta es afirmativa porque sigue siendo un asunto de percepción.
“El tema no es el estrés, sino cómo lo está interpretando el cuerpo. Todo eso se puede cambiar, esa es la neuroplasticidad”, señaló.
Añadió que lo que hay que hacer es empezar a hablar el mismo idioma del cuerpo. “¿Cómo le puedo decir a mi organismo que estoy seguro y que puede entrar en un estado de recuperación? Eso es lo más importante”, enfatizó.
Incidencia
Para Debar el estrés se manifiesta distinto en mujeres que en hombres, pero por una cuestión de lo femenino y lo masculino.
“Los hombres tienen más testosterona. El efecto de la testosterona en el cerebro es que lo hace más secuencial, más estrecho, como que se pusieran orejeras; mientras que las mujeres tienen más cambios hormonales, como son los ciclos mensuales, el embarazo, dar a luz, tratamientos de reproducción asistida, la menopausia… A eso se suma si trabajan o su rol de cuidadoras. Además, sabemos que las mujeres, en términos de la función cerebral, tienden a tener ciertas características que pueden implicar que sienten más, que se hacen cargo de más cosas o les hacen más mella”, explicó la especialista.
De todas formas aclaró que nadie es inmune al estrés, sino que, según su experiencia, los hombres lo muestran de diferente manera.
Hay cada vez más niños con estrés
En el último tiempo la doctora Debar ha visto que el estrés en niños ha ido en aumento.
“Hoy no juegan de la manera que lo hacían antes, no tienen la libertad que solían tener, están creciendo más rápido y se les exige más. El efecto antiinflamatorio que viene de la expresión libre se ha perdido”, se lamentó.
Recomendó equipar a los niños con la habilidad de regular sus emociones, diciéndoles que está bien llorar y mostrar lo que sienten.
Auditar
“Antes pensábamos que el cerebro era muy rígido, que una vez que uno hacía una cosa de una manera no podía cambiar. Ahora sabemos que el cerebro es maleable, que podemos recablearlo”, manifestó Debar al ser consultada sobre cómo actuar ante el estrés.
La especialista recomendó hacer lo más manejable para cada persona. En líneas generales aconsejó comer y dormir bien (una noche de buen sueño regula la insulina y el cortisol y resetea el sistema inmunitario de una manera muy rápida y eficaz); volver a las cosas que aumentan las baterías de nuestro sistema y que nos producen alegría; hacer las cosas de manera muy gradual y volver a lo básico. Esto último significa salir al aire libre, caminar, hacer meditación o trabajos de respiración.
“Empiecen por donde puedan y pidan que un profesional los ayude en el proceso porque una vez que comienzan les resulta mucho más fácil seguir”, aconsejó.
Finalmente destacó que es clave dedicar un tiempo concreto para nosotros mismos: “Tómense un tiempo para hacer una auditoría de su vida de modo que puedan empezar a dictar cómo quieren vivir y que la elección no la hagan otros por ustedes. Es un proceso interno antes que externo”.
Cómo afrontar el estrés de fin de año y los cambios
Navidad, Fin de Año, vacaciones de verano... ambiente propicio para estresarse. La doctora Safía Debar aconsejó ser conscientes de lo que está pasando y saber que uno está en el asiento del conductor. Planificar las cosas con anticipación dado que van a surgir muchos disparadores (estar con gente con la que no se está habitualmente, por ejemplo).
“Si la demanda supera los recursos, sean buenos con ustedes mismos y sepan decir ‘esto no puedo hacerlo’. Piensen en ustedes como en un iPhone que tiene una batería: ¿qué carga mi batería y qué la agota?’”, indicó.
Remarcó que la salud es nuestro mayor recurso.
Lo ideal sería tomarse una media hora sin distracciones y preguntarle a nuestro cuerpo, no a nuestra mente, qué nos entusiasma. “Siempre y cuando tengan cosas que los están cargando, podrán incluir cosas que los agoten”, señaló.
“Concéntrense en dormir, salir al sol, hablar con alguien que quieran. Al despertarse en la mañana piensen en algo que les dé alegría”, agregó.
En cuanto a las promesas que hace la gente a comienzos de año de intentar llevar una vida con menos estrés, Debar destacó: “Si usted quiere hacer las cosas a lo grande, comience con cosas chicas”. Y añadió: “Si queremos pasar de lo que conocemos a lo que no conocemos demasiado rápido, sin tener conciencia de lo que eso puede provocar, el cerebro se va a resistir y vamos a dejar de hacerlo”. El consejo es comenzar con los cambios muy de a poco, estableciendo metas inteligentes y realistas.