Cromosoma Y: ¿qué tiene para decir sobre los uruguayos?

Ausencia de linaje indígena paterno en Montevideo sorprendió a investigadores

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Patricia Mut acostumbra a abrir “huequitos” parar mirar el pasado. Y cada vez que lo hace, al igual que sus colegas del Departamento de Antropología Biológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, descubren historias familiares largamente ocultadas o verdades de la población uruguaya que no forman parte del relato oficial. La última revelada es que la diferencia entre linajes indígenas maternos y paternos es muy grande; tanto que en Montevideo no se encontró ningún rastro genético indígena en hombres.

Un nuevo estudio, publicado en la revista American Journal of Human Biology, retoma una vieja investigación de Bernardo Bertoni (coautor), quien había analizado solo cuatro marcadores genéticos del cromosoma Y (solo los hombres tienen un cromosoma X y uno Y) con las deficiencias técnicas de la época. Más de 10 años después, la investigadora lo amplió a 13 marcadores bialélicos (mutan más lento) y 27 repeticiones cortas en tándem del cromosoma Y (mutan más rápido y son los se usan, por ejemplo, en los estudios de paternidad). También aumentó la muestra: participaron 157 hombres; 98 de Montevideo y 59 de Tacuarembó.

No era fácil estudiar el linaje paterno –rastrea solo lo heredado de padre, abuelo paterno, bisabuelo paterno y así hacia atrás– porque, en comparación con el linaje materno –madre, abuela materna, bisabuela materna y así hacia atrás–, la cantidad de ADN para buscar información sobre ancestría paterna menos abundante y accesible. “Es una molécula versus miles”, puntualizó la científica.

Una molécula de ADN mitocondrial –que se encuentra fuera del núcleo de la célula y se hereda únicamente por vía materna– tiene 16.500 pares de bases; el cromosoma Y tiene 60 millones de pares para encontrar la información correspondiente a los haplogrupos.

Este concepto es fundamental para entender lo buscado y encontrado: es el acervo genético común de un conjunto de personas. “Son las mutaciones que comparten todas las personas que tienen un ancestro común que puede ser más o menos lejano en el tiempo, dependiendo de las mutaciones que quieras mirar”, explicó Mut.

Así pueden definirse los haplogrupos europeos, indígenas y afro presentes en la población uruguaya o, dicho de otra forma, los orígenes geográficos. Respecto al lado paterno, era información que no se conocía hasta ahora.

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¿Dónde están?

Investigaciones sobre el linaje materno ya habían sorprendido. Mientras que solo el 4,5% de la población uruguaya reconoce tener ancestros indígenas, estudios genéticos han calculado que entre el 34% y el 37% de los uruguayos tiene ancestría materna indígena, llegando al 62% en Tacuarembó. “Esto es una diferencia con el relato histórico que dice que fueron eliminados todos los indígenas y somos un país europeo”, apuntó Mut.

Ahora se tuvo otra sorpresa: 0% de linaje paterno en Montevideo. “Eso no lo esperábamos”, dijo. Y en Tacuarembó, donde se suponía que podía suceder lo mismo que con la ancestría materna, solo se encontró un 3%. ¿Entonces? Es una evidencia de que el mestizaje estuvo fuertemente sesgado por el sexo. En otras palabras: las indígenas tenían hijos de los inmigrantes europeos pero rara vez sucedía lo contrario. En comparación con otros países del continente, (esta diferencia) “está profundamente marcada en Uruguay. Los hombres desaparecieron del pool genético”, añadió.

Mut continúa los estudios para ampliar la muestra. Analizó el ADN de otros 70 hombres con sospecha de linaje indígena paterno y no hubo diferencia. De estos, saltó en solo cinco.

Se pueden ensayar tres posibles respuestas: una es que la gran mayoría de los europeos que llegaron a América eran hombres, especialmente durante la primera etapa de la colonización; otra es que la inmigración de la población europea se mantuvo a un ritmo algo constante hasta mediados del siglo XX, concentrándose en la capital; y la tercera, y en la Mut pone más énfasis, es que las campañas de exterminio contra los indígenas (eventos militares en Salsipuedes y Mataojo en 1831) afectaron principalmente a los hombres.

“Somos hijos de la violencia contra las mujeres indígenas. Hubo sometimiento físico pero también simbólico. Y eso lo cargamos. Familiares que vivían alrededor de 1830, por ejemplo, cuando todavía no habían sucedido las campañas de exterminio, sufrían segregación y condiciones muy precarias. Muchos morían jóvenes o no llegan a tener descendencia como las personas de origen europeo. Esto explica tanto la exclusión social como biológica de los hombres indígenas uruguayos”, explicó Mut a El País.

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Muestra de ADN extraída en el Departamento de Antropología Biológica de FHCE

Desde Europa.

¿Entonces qué se encontró en los voluntarios? El 99% de las muestras de personas de Montevideo y el 93,2% de las de Tacuarembó revelaron un componente europeo por línea paterna. Pero, otra vez, una sorpresa: aparecieron diversos orígenes. El haplogrupo más frecuente fue el R1b. Este es, a su vez, el linaje europeo más común en Europa Occidental. También apareció el R1a que se rastrea hasta Europa del Este.

Una diferencia entre capital e interior es que en Tacuarembó se encontraron afinidades mayores con poblaciones ibéricas (España y Portugal), lo que, a juicio de Mut, refleja un mayor aporte de las primeras oleadas de inmigrantes (en las etapas de colonización). Montevideo, en cambio, está conformado por haplogrupos más diversos que llegaron con las corrientes migratorias posteriores (de países del Mediterráneo y países eslavos, por ejemplo). Por otra parte, la variante subsahariana africana apareció muy poco: 2% en Montevideo, 3% en Tacuarembó.

Y añadió: “Mucha gente llega al laboratorio pidiendo hacerse un estudio de ADN mitocondrial porque hay huecos en la genealogía. Si hay un ancestro indígena, muchas veces de eso no se hablaba porque era algo que se consideraba marginal. Le devolvés el resultado y eso tiene un impacto. Cuando le confirmás la ancestría indígena, a la gente le genera muchísima alegría. Es una reivindicación de una identidad perdida”.

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