Darío Sztajnszrajber: “Nos zamarreó el tiempo y el espacio”

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Darío Sztajnszrajber

Actualidad

El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber acaba de publicar su libro Filosofía a Martillazos 2, un texto concebido antes de la pandemia, pero que toca temas que están más vigentes que nunca.

Durante su carrera, Darío Sztajnszrajberse ha dedicado a divulgar sobre filosofía. Su trabajo lo llevó a dar clases, a estar en radio, televisión y hacer teatro y a escribir múltiples libros que llevan la filosofía a un plano menos académico.

A pesar de la pandemia, el libro Filosofía a Martillazos 2 salió a la venta y Sztajnszrajber dedica unas líneas a la situación provocada por el virus SARS-CoV-2 a lo largo del mundo. Aunque los textos compilan, mejoran y amplían algunas de sus clases dictadas entre 2016 y 2018, la introducción deja en claro que la pandemia no ha hecho más que dar vigencia a las preguntas existenciales que atraviesan al individuo.

—¿Por qué te interesaste en la divulgación?
—Soy docente y trabajé toda mi vida en instituciones educativas, tanto formales como espacios no formales. La docencia para mí es más una forma de vida o vocación que, además, es un trabajo. Al mismo tiempo considero que define una forma de relacionarse con el otro y, desde esa perspectiva, siempre tuve el impulso de enseñar. Cuando era estudiante le explicaba a mis compañeros; cuando me preguntan indicaciones en la calle saco un pizarrón en el aire y le explico los movimientos. Siempre tuve una veta como docente muy fuerte y lo que pasó fue que de tantos años de trabajo tuve suerte.

—¿Cómo se dio tu incursión en televisión?
—En una de mis clases estaba quien ese momento era directora del canal Encuentro –el canal educativo de los medios públicos argentinos–, le gustó mi onda y me propuso pensar un programa para jóvenes. Así surgió Mentira la verdad, un programa de cuatro temporadas. Eso abrió la posibilidad de más trabajos y ahí me di cuenta que ese trabajo que hacía el aula podía también continuar para un público más amplio. Todo lo que hago en términos de divulgación no es muy diferente a lo que hago en un aula. Lo que hago es hacerlo con un registro distinto. La tele, los libros, la radio o los shows son siempre como abrir la puerta del aula y mostrar lo que hacemos en lo escolar. Es una reivindicación de la labor docente, que no solo se trata de un trabajo de normalización y disciplinamiento, sino que también puede ser una puerta para la emancipación.

¿Por qué Filosfía a Martillazos?

El martillo tiene muchas interpretaciones, pero básicamente el libro está basado en el concepto de deconstrucción. Es una herramienta que permite desarmar conceptos que se presentan desde el sentido común como inamovibles. El martillazo implica desarmar todo lo que esté en lo cotidiano y que se erigen como pilares incuestionables y naturalizados. El martillazo busca una desnaturalización de todas esas categorías.

—¿Es difícil bajar a tierra los conceptos para un gran público?
—No creo, ni uso el verbo bajar. Por ejemplo, no creo que la divulgación sea algo ni reduccionista ni que le quita calidad a lo que se hace. Lo digo en el sentido de que, del mismo modo, uno podría pensar que el trabajo académico también supone un decrecimiento o usar el verbo bajar. Entiendo a la divulgación como lenguaje o casi como un género literario. Lo importante es divulgar una cantidad de contenidos, que después quien quiera trabajarlo en el formato académico tradicional tenga las posibilidades de entrar a una carrera universitaria. Considero que hay algo de la vocación originaria de la filosofía que lamentablemente en la academia se está perdiendo porque se ha departamentalizado demasiado. No es casual que los grandes pensadores tuvieran una relación disonante con las instituciones, como Sócrates o Nietzsche, por ejemplo. La filosofía tiene la intención de desestructurar el sentido común. Me parece que, si establece su hegemonía en la masividad, es desde el campo de lo masivo desde donde hay que darle batalla.

—¿Cómo permea a la situación de pandemia la filosofía?
—Creo que la pandemia es un acontecimiento que ha llevado a que todos probemos límites del dispositivo en el que estamos inmersos. En ese sentido, generó un desplazamiento filosófico y no es casual que muchos pensadores, desde el inicio mismo de la pandemia, se hayan arrojado a un debate público. Así como toda la cuestión pandémica es un asunto médico y político, creo que es un tema profundamente filosófico, ya que nos obliga a reconsiderar los fundamentos que nos constituyen. Desde las preguntas sobre lo qué es un cuerpo o la enfermedad o nuestra relación con la naturaleza. Al mismo tiempo atraviesan cuestiones que tienen que ver con el disciplinamiento social, la relación con el otro y ni hablar en términos personales. Nos provoca un zamarreo fundamental en nuestra experiencia del tiempo y el espacio, se nos han movido las coordenadas. Por ejemplo, cambiaron los límites del afuera y el adentro. Incluso la presencia del tapabocas atraviesa la cuestión de los límites. Como dice Paul Preciado, un pensador español, es algo que se ha vuelto nuestra nueva frontera. Entonces hay un cambio importante en la experiencia del tiempo y espacio que ya no nos estructura como antes. El acontecimiento pandémico habilitó las preguntas filosóficas de siempre.

—¿Fue diferente escribir un libro en el contexto de pandemia?
—Terminé el libro en marzo, justo antes de que explotara. Es un libro que está escrito antes de la pandemia, principalmente en 2019 y en función de clases de 2016 y 2018. Además, tiene un gran despliegue de investigación de los temas, pero que resguarda un tono coloquial. No tiene la densidad de la pandemia y está escrito con la liviandad darse el permiso de cuestionarlo todo. En este caso los temas que trato son bien categóricos como el tiempo, lo contemporáneo, el poder, la muerte y la amistad.

—¿A quién le recomendarías leer tu libro?
—Le diría que lo leyeran todos o a cualquier persona que tenga la disposición y el deseo de escaparse de uno mismo.

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