Un altavoz callejero repite: “Vecino, vecina, vuelven las eliminatorias sudamericanas. Empieza el camino de la celeste rumbo a la Copa Mundial de la FIFA2026 y las entradas ya están a la venta”. Un niño camina por la vereda con una pelota debajo del brazo. Ve un cartel: “Mirá todos los partidos de la Celeste por las Eliminatorias acá”. Una puerta abierta, un bar con una pared de la que cuelga la bandera uruguaya, un estante de madera lleno de botellas, casilleros, fotos de los jugadores de la selección, camisetas de distintos clubes y una televisión vieja desde la que suena una voz: “Gracias muchachos gracias, gracias chiquilines, gracias Broli por hacer jugar al fútbol a este cuadro”. Es el relato del día que Uruguay salió campeón del Mundial Sub 20. El niño entra. Escucha con ojos atentos. El relato se interrumpe. El niño mira hacia el costado, ve un futbolito. Se acerca. Los jugadores -muñecos de madera con la camiseta de Uruguay-, lo miran desde abajo. La cancha se ilumina. El niño agarra la pelota, la tira al medio del campo de juego. Hay algo de epifánico, de ilusorio, de verdad en esa escena: el niño, con esos jugadores de madera que lo saludan, puede ser campeón del mundo.
Podría ser un niño cualquiera en un bar cualquiera de un pueblo cualquiera. La escena es parte del video Se renueva la ilusión, que compartió la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) en la previa del partido de Uruguay contra Chile.
El creador del video es Mauricio Rodríguez, un artista que vive en Rocha y que, alguna vez, quiso ser jugador de fútbol. La AUF lo contrató para hacer la animación y él la hizo en dos semanas.
“Fue una gran oportunidad. Yo hago dibujitos y haciendo eso podés volar si quisieras. Podés hacer lo que quieras. Podés imaginarte que el partido está sucediendo cuando lo único que hay son muñequitos en un futbolito. Creo que esa es una magia que solo pueden tener los niños y los locos. Es en la niñez donde todo arranca. Creo que, incluso cualquier futbolista profesional, también empezó así, imaginando su propio partido, imaginándose campeón”, dice.
Es en la niñez donde todo arranca. Y esta, que es la historia de alguien que una vez soñó con crear sus propios muñecos, también.
Un sueño de niño
Cuando Mauricio tenía seis años, miraba dibujos animados en la televisión -Supercampeones, Dragon Ball, Los caballeros del zodíaco- y los copiaba en un papel. Tenía sus juguetes pero él quería esos, entonces dibujaba. Y después andaba con unos papales arrugados y doblados en los bolsillos, jugaba con ellos. Así empezó a dibujar: para tener los muñecos de los dibujos animados que no tenía.
Después empezó a hacer caricaturas y retratos, pero nunca consideró que eso pudiese ser una profesión, algo a lo que dedicarse.
“El dibujo siempre estuvo ahí, pero no era una vocación ni menos la posibilidad de un trabajo, era casi una terapia, porque nunca me hicieron sentir que yo podía vivir de esto, ¿Viste el famoso ‘ser alguien’? Yo nunca pensé que podía ser alguien haciendo esto”.
Sin embargo, había algo que estaba ahí. Un talento que, dice, fue puliendo a base de mucho trabajo. Su formación fue autodidacta y desordenada: hizo algunos talleres, algunos cursos, se anotó en Bellas Artes, cursó un tiempo pero no terminó, leyó mucho, miró mucho. Eso sigue haciendo.
Fue un día, cuando un amigo le consiguió un trabajo para hacer unas ilustraciones de forma digital para un cliente de España que Mauricio sintió que, tal vez, podía dedicarse a hacer lo que le gustaba. Antes, además de jugar al fútbol en Rocha, había trabajado en una financiera, como recepcionista en algunos hoteles, como vendedor.
“Tengo un grupo de amigos artistas, dibujantes, músicos, con sus bandas, gente muy multifacética que me demostró que se podía. Es un grupo de gente que siempre apostó al lado artístico. No me quedaba otra que ir a por ello, que hacer lo que quería. Cuando empecé a trabajar con Internet cambió todo”.
Una puerta fue abriendo otra y, desde hace unos años, dando clases y de manera freelance, Mauricio puede vivir de lo que le gusta. Sin embargo, hubo una animación que lo cambió todo. Fue un video que creó para Soñé que volaba, ciclo argentino que conducen Migue Granados, Sofi Morandi y Lucas Fridman en el canal de streaming Olga y que, desde entonces, es la apertura del programa.
“Yo a Migue y a Lucas los sigo desde hace muchos años, desde antes de la pandemia, cuando estaban en otra radio. Y la verdad es que soy muy fan, me alegran la vida. Y en la pandemia más que nada, creo que a mí y a mucha gente, ellos me ayudaron mucho, fueron una compañía, me hicieron reír”, cuenta Mauricio.
El video fue un regalo para ellos. Aunque sabía que iba a tener repercusión, no esperaba todo lo que vino después: seguidores en redes sociales, mensajes de todas partes del mundo, propuestas de trabajo, y, por supuesto, el llamado de la AUF.
Empezó a hacer animaciones hace poco. El proceso es, más o menos, así: tiene una idea, crea personajes, les da vida, los hace hablar, caminar, moverse, jugar al fútbol; imagina espacios, los decora, los ambienta, puede llevarlos al lugar que quiera, puede inventar el mundo que quiera. A veces, a esos muñecos los imprime: le pide ayuda a un amigo que tiene una impresora 3D y, entonces, crea sus propios juguetes.