DROGAS
El inicio del consumo por invitación de familiares ocurre antes que con amigos, según estudios; cifras preocupan a expertos
"Un poquito. No pasa nada”. Y en ese mismo momento la copa aparece servida porque es Navidad y hay que brindar. Ese instante y esa invitación que puede venir de papá, mamá, el abuelo o la abuela, es el “debut” en el consumo de alcohol para muchos niños y adolescentes.
Recientes estudios del Centro de Investigación Clínica de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar) revelan que los chicos que comenzaron a tomar alcohol por ofrecimiento de un familiar lo hicieron, en promedio, a los 12,1 años, una edad más baja que aquellos que lo hacen con los amigos.
Este es un dato que alarma a Paul Ruiz, docente de la Udelar e investigador de PEDECIBA y ANII dedicado al consumo de drogas en Uruguay.
“Es una paradoja que siempre discuto en las charlas para los padres: los adultos preocupados por el consumo de los jóvenes y son los que lo estimulan”, dijo a El País.
Primera vez.
La media de inicio de consumo en Uruguay es de 14,9 años. Pero hay datos que complejizan esta realidad. Uno es que el 15% de los jóvenes arrancaron antes de los 14 años. Ruiz y colaboradores realizan actividades de prevención en liceos. Hace un tiempo asistían a las clases de tercer año. Hasta que se dieron cuenta que estaban llegando tarde. “Teníamos que ir mucho más abajo de lo que pensábamos”, señaló. Entonces empezaron a ir a las clases de sexto de escuela. “Son niños, sí, pero siendo niños ya probaron el alcohol a esa edad en Montevideo”, apuntó.
Una encuesta de motivación y consumo de alcohol realizada por el Centro de Investigación Clínica, cuyos resultados todavía no han sido publicados, consultaba cómo había sido la primera vez que habían probado el alcohol: si había sido con la familia, con los amigos, por curiosidad o en una fiesta, por ejemplo. Y ahí se encontró que el ofrecimiento familiar llega “mucho antes” en comparación con aquellos que empezaron a tomar con amigos.
Otros datos: los hombres empiezan a tomar significativamente antes que las mujeres (aunque la edad de debut se ha emparejado); el inicio del consumo es antes en la capital que en el interior y no hay diferencias por nivel educativo.
Sobre aquellos que debutan antes de los 15 años, Paul indicó: “Toman alcohol más frecuentemente, hacen más consumo abusivo e intensivo, consumen más gramos por episodio y se emborrrachan más frecuentemente”.
Se define como consumo abusivo a una ingesta de alcohol de 70 gramos para los hombres y 56 gramos para las mujeres (por una cuestión corporal, los hombres toleran más el alcohol); sin embargo, en los estudios se recabaron testimonios de chicos que consumieron más de 80 gramos en episodios particulares. Esto equivale a ocho jarras de cervezade 250 mililitros o a tres vasos de whisky o a cinco copas de vino. “Estos valores de gramos son altísimos; el consumo deja de ser recreativo”, afirmó Ruiz.
En promedio, la edad de la primera borrachera es 16 años.
Efectos adversos.
En este problema confluyen dos conceptos: el malestar psicológico y el contagio emocional. Por lo primero se hacen correlaciones matemáticas alarmantes: el consumo de alcohol es una consecuencia del malestar psicológico y este es mayor cuanto más joven es el individuo (lo mismo se ha visto con otras drogas, según estudios relacionados al consumo de sustancias durante la pandemia por coronavirus). “Los jóvenes toman más alcohol y los jóvenes experimentan mayor malestar. Eso hace que esta población tenga otra factor de riesgo”, comentó el investigador.
En otras palabras: mayores niveles de malestar psicológico (el que se mediante la escala K-10 de Kessler que consta de 10 preguntas específicas que se refieren a los síntomas de ansiedad y depresión) producen un efecto facilitador para la edad temprana de inicio del consumo de alcohol.
También lo es para la manifestación de consecuencias negativas. Los jóvenes encuestados han reconocido una lista de más de 30 situaciones adversas; algunas de ellas inquietan a Ruiz por el alto porcentaje de respuestas.
Por ejemplo, el 20,5% dice no recordar cosas después de tomar; el 19,5% ha tomado riesgos; el mismo porcentaje reconoció que ha necesitado más cantidad de alcohol para sentir el efecto buscado.
Otros respuestas alarmantes son las siguientes: el 18,9% dijo que tomar alcohol le hace sentir triste o deprimido; el 14% se pone agresivo; el 11,4% ha faltado a clase o al trabajo después de tomar; el 9,5% ha confesado tener relaciones sexuales que lamentó; el 9% no se ha cuidado ante las enfermedades de transmisión sexual; el 5,5% se despertó en un lugar inesperado; el 5,4% ha manejado después de tomar; el 5% ha cometido actos de vandalismo; y el 3,4% ha participado de peleas.
“Cuando nos sentimos mal tendemos a consumir la droga que nos equipare el malestar. Esto es automedicación pura. No puedo dormir y en mi casa tengo un clonazepam, lo tomo y me duermo. Llego a casa de trabajar muy estresado y me tomo una copa de vino para bajar las revoluciones. Me automedico. Lo mismo pasa con los jóvenes. En un país donde tenemos índices de suicidio tan altos en los jóvenes también tenemos índices altísimos de malestar psicológico con un mayor consumo de alcohol. Es preocupante”, reflexionó Ruiz.
El contagio emocional es la influencia emocional y social que podría llevar a alguien a tomar alcohol pero, a diferencia con el malestar psicológico, la relación no es tan directa. Sí lo es cuando con la depresión.
Edad legal.
¿Es correcta la edad legal para comprar y consumir alcohol? Del punto de vista de la neurobiología, los 18 años se quedan cortos. El cerebro termina de madurar pasados los 20 años por lo que el alcohol bebido con anterioridad impacta en su desarrollo, afectando, por ejemplo, a las capacidades cognitivas.
“Si neurobiológicamente se debería esperar a los 20 o 21 años y en Uruguay, el promedio de inicio de consumo es a los 14, tenemos un problema”, comentó el investigador y docente.
Y remató: “Pensar en la salud de los cerebros de nuestros jóvenes debería ser un tema de salud pública”.
Se necesita más prevención y normativas.
A juicio de Paul Ruiz, docente de la Udelar e investigador de PEDECIBA y ANII dedicado al consumo de drogas en Uruguay, se debería contar con una legislación más rigurosa en materia de alcohol. Puso varios ejemplos: en el país no están regulados los puntos de venta, por lo que cualquiera puede comercializar alcohol en cualquier parte ni se controla que no se vendan bebidas alcohólicas a menores de 18 años.
“No hay un sistema de prevención demasiado bien desarrollado. Hay que masificar la prevención”, comentó. En particular, esta debe llegar al interior del país.
Respecto a normativas, Ruiz afirmó que las etiquetas de los envases deben dar más información.
“En Uruguay, la reglamentación dice cuál es el porcentaje de alcohol que tiene que tener la bebida pero más nada. Si vos comprás una cerveza argentina ves que tiene el sticker de no tomar alcohol con menos de 18 años, el sticker de no manejar si tomás, el sticker de reciclado y el sticker de no tomar si estás embarazada. Todo eso no lo tiene una birra uruguaya”, apuntó.
Y añadió: “Acá estamos pensando en sacar la veda para las elecciones del BPS para la gente que viene a la Conmebol para que puedan tomar tranquila y estamos pensando en modificar la ley de cero alcohol en el tránsito para que la gente pueda tomar una copa. Entonces, al final del camino, está la hipocresía. Estamos todos preocupados por algo pero no se hace. La idiosincracia uruguaya con el alcohol es complicadísima y es complicado para regular”.