Deporte inclusivo: una escuelita de baby fútbol para niños y niñas con TEA

En PaTEAndo Mitos los chicos y jóvenes con discapacidades intelectuales se divierten como cualquiera de su edad.

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Escuelita de baby fútbol PaTEAndo Mitos.

Cada sábado, en una cancha ubicada en el Prado, niños, niñas y adolescentes se juntan a jugar al fútbol. Algo que parece tan común es, en realidad, sumamente especial para ellos y sus familias: se trata de la escuelita de fútbol inclusiva PaTEAndo Mitos, integrada por chicos y chicas con trastorno del espectro autista (TEA), síndrome de Down, discapacidad intelectual, síndrome de Tourette y sordera.

Libres.

La escuelita funciona desde 2018 dentro del club de baby fútbol Carlitos Prado y la dirige Gerardo Britos, que también es el presidente del club. Él conoce de primera mano lo que es ser padre de chicos con dificultades cognitivas. Su hijo mayor, Agustín, tiene dislexia mixta aguda, y el menor, Franco, presenta trastorno específico del lenguaje. Sobre este último, comentó: “No está dentro del espectro autista, pero es similar en algunas actitudes”.

Para él siempre fue importante que sus hijos socializaran con otros niños, así que comenzó a llevarlos a un equipo de baby fútbol. “Franco estaba en una categoría donde casi no se llegaba al cupo mínimo, entonces jugaba siempre. Pero él jugaba a otra cosa”, contó. A veces se ponía a hablar con los rivales en pleno partido o jugaba a que era un Power Ranger en el área.

“Todos nos quedaban mirando como diciendo ‘este está loco’, pero los que lo conocemos sabemos que él es así”. Y agregó: “El TEA es eso, ser muy libres en su forma de actuar. A veces es una de las cosas que más llama la atención y que más envidiamos, esa libertad de hacer lo que quieren sin temor ni vergüenza”.

Motivado por el deseo de crear un espacio donde niños, niñas y adolescentes con discapacidades intelectuales se sientan cómodos y se diviertan como cualquiera de su edad, creó PaTEAndo Mitos. Las letras en mayúscula (TEA) hacen referencia al acrónimo de ‘trastornos del espectro autista’, en tanto la mayoría de los chicos que van a la escuelita tienen esa patología.

El equipo está formado por niños, niñas y jóvenes desde los 2 hasta los 25 años. En total, son 70 los que están apuntados, pero en las prácticas suelen ser alrededor de 20 y no son siempre los mismos, sino que van rotando. “A veces no vienen porque quedan cansados de todas las terapias que tienen por día y depende también de su estado de ánimo”, explicó Gerardo.

La clave de esta escuelita es que “todos vienen a divertirse” y eso genera un ambiente “muy positivo”. “Los chicos con TEA no sigue muchas reglas, entonces no te podés poner muy estricto con los ejercicios o la forma de jugar”, indicó el presidente del club.

Al principio, él no sabía mucho sobre cómo trabajar con niños y niñas con TEA, pero con el tiempo los mismos chicos le fueron enseñando. “Cuando empecé muchos me dijeron ‘estás loco, son muy complicados’ y, sin embargo, ahora siempre estoy esperando que llegue el sábado para tener la práctica”, aseguró.

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Escuelita de baby fútbol PaTEAndo Mitos.

Experiencias.

Tadeo es un niño de 9 años que tiene TEA y está en PaTEAndo Mitos desde los 6. Su mamá, Ana Molina, contó: “Le encanta atajar, pero a su vez le gusta jugar, así que arranca atajando, pero en un momento deja los guantes y se pone a jugar. Deja el arco solo, pero no pasa nada, en este espacio no pasa nada”.

Según ella, estos encuentros son necesarios para los niños y también para las familias.

Gerardo concuerda: “Siempre nos estamos ayudando y conteniendo como si fuéramos una gran familia porque todos vivimos más o menos las mismas situaciones”. Tienen un grupo de WhatsApp donde comparten logros de sus hijos e ideas sobre qué hacer frente a determinadas situaciones. “Cuando tenés un hijo con TEA muchos amigos y familiares desaparecen y por eso es necesario estar en un grupo donde sentirse acompañado”, dijo.

Emmanuel es otro chico que forma parte de la escuelita. Tiene 14 años y en el 2018 fue diagnosticado con síndrome de Tourette. “Ha estado en varios clubes de baby fútbol, pero siempre nos terminaban expulsando”, contó su mamá, Silvia Trias. Emmanuel tenía 10 años cuando conocieron PaTEAndo Mitos y el cambio fue enorme: “Nadie anda diciendo ‘ay, Emmanuel hace esto, hace lo otro’. Antes escuchábamos a gente decir que es un niño maleducado o desubicado, pero acá no”.

Hace tres meses jugaron un partido contra una escuelita de fútbol del Club Social y Deportivo Málaga de chicos con síndrome de Down. Ganaron 3 a 2, pero ellos, más que nadie, juegan para divertirse. “Lo viven como una competencia porque meten un gol y lo gritan como si fuera la final del mundo, pero después de que termina el partido ni siquiera preguntan cómo salió. Tienen otra forma de ver las cosas”, expresó Gerardo.

También han organizado partidos con las demás categorías de Carlitos Prado en donde mezclan jugadores de los diferentes equipos. “Está bueno porque los chicos con TEA siguen a los otros y les copian su manera de jugar”, dijo el presidente del club.

Su idea para el año que viene es incorporar a los niños y niñas con TEA en los partidos oficiales de baby fútbol “para que puedan vivir la situación de estar en ese ambiente, con la gente de afuera, con el árbitro, siempre teniendo una charla previa con los participantes de los equipos sobre cómo actúan ellos y cómo manejarse”. En este sentido, señaló que “a veces la gente tiene miedo y dice cosas como ‘no hagas ruido’ o ‘no hagas esto o lo otro’, pero actuando normal pueden pasarla bien”.

Una de las experiencias más especiales fue el año pasado, cuando fueron a un encuentro de escuelitas de fútbol inclusivas que se realizó en Salto. Vendieron rifas y consiguieron el apoyo de la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI) para el alojamiento y del Ministerio del Interior para el transporte. “Fueron siete horas de viaje sin problema ninguno y luego fuimos a las termas. Hicimos todo lo que se supone que las personas con TEA no pueden hacer”, afirmó Gerardo.

De hecho, aseguró: “Muchos me decían que era una locura, que íbamos a tener que volvernos antes, pero fue un viaje común y corriente. Es un ejemplo de que estas cosas sí se pueden hacer”.

Para Ana, mamá de Tadeo, este espacio no se trata solamente de correr atrás de la pelota y meter un gol, sino que les enseña a los niños y niñas “cómo comunicar las cosas buenas y malas y cómo ayudar al otro”. También aprenden a “reconocer lo que a los demás les gusta y lo que no, por ejemplo, entender que a fulanito no le gusta que le hablen y respetarlo”.

Por su parte, Silvia, madre de Emmanuel, expresó: “Mucha gente que tiene hijos con estas características se encierra y este espacio da a conocer que hay otras opciones. El que quiera acercarse a PaTEAndo Mitos va a ser recontra bien recibido”.

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Escuelita de baby fútbol PaTEAndo Mitos.

Más que fútbol.

Sebastián Cantera es padre de Gonzalo, un niño de 10 años con TEA que entró a PaTEAndo Mitos en 2018. Una de las cosas que destaca de la escuelita es que el enfoque es lo lúdico, la diversión, y no la competencia.

Además, mencionó: “Los padres podemos ser partícipes de las prácticas y yo disfruto de jugar al fútbol con mi hijo y los otros niños”.

Con el tiempo, Sebastián comenzó a involucrarse más con el proyecto y a ser un colaborador activo de la escuelita. En 2021, cuando la Secretaría Nacional del Deporte invitó a Gerardo a participar del primer encuentro inclusivo de básquetbol 3x3, este le propuso a Sebastián si podía darle una mano con eso. “Le dije que sí, claro, porque es un deporte que me encanta y me gusta ver a mi hijo y a los otros chiquilines jugarlo”, contó.

El básquetbol 3x3 se juega a mitad de cancha en equipos de tres jugadores, explicó el padre de Gonzalo. Luego de una “muy buena” primera experiencia, con Gerardo decidieron integrar la parte de básquetbol al proyecto de PaTEAndo Mitos. Aceptaron todas las invitaciones de la Secretaría Nacional del Deporte y eso los llevó a realizar paseos al Instituto Nacional de la Juventud (INJU) y también al interior del país, donde jugaron varios partidos. “La idea es, al igual que con el fútbol, hacer del básquetbol una recreación para los niños. Por ahora no tenemos un espacio físico donde practicar, pero vamos a llevarlos a jugar cada vez que podamos”, sostuvo Sebastián.

A su vez, afirmó: “Para los padres de niños y niñas con TEA, verlos divertirse en una cancha de básquetbol no tiene precio. En general, vamos a una plaza y vemos que nuestro hijo no se integra o que los demás niños no quieren jugar con él, pero acá están todos jugando en equipo. Cuando veo a mi hijo feliz, soy feliz”.

Según Gerardo, es necesario generar conciencia acerca de la importancia del deporte para los chicos y chicas con TEA. “Más allá del deporte en sí, se trata de conversar y jugar con otros gurises, algo que es tan contrario a esta patología porque siempre están solos y aislados. Son niños y necesitan divertirse”.

De hecho, en PaTEAndo Mitos organizan actividades por fuera del ámbito deportivo, como eventos por el Día del Niño. Junto con Pablo Martirena, mano derecha de Gerardo, realizan jornadas con pelotero, juegos y una merienda compartida, y consiguen donaciones de juguetes para regalar a los chicos.

Comparten sus encuentros y eventos especiales en la página de Facebook “Pateando mitos” y en el perfil de Instagram @pateando_mitos.uy.

Aprendizajes

En familia: avances que llenan.

Gerardo aún recuerda la primera experiencia que tuvo con un niño con TEA severo. “Cuando me acerqué por primera vez empezó a gritar de una manera descomunal e hice lo que haría con cualquier niño, que fue contenerlo y abrazarlo”, relató. Sin embargo, no sabía que “acá es distinto, le tenés que dar su espacio”. “Yo lo invadí y se empezó a dar la cabeza con la pared”, contó.

El niño no miraba ni hablaba nunca con Gerardo. Fue un proceso largo para ambos, hasta que un día, cuando se estaba por ir, el chico se paró detrás de Gerardo y esperó a que se diera vuelta para saludarlo con un beso. “Son los avances propios de su crecimiento que a uno le llenan y le hacen sentir parte de la familia”, sostuvo el presidente de Carlitos Prado.

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