CORONAVIRUS
La dexametasona, un esteroide accesible y barato, es el primer medicamento bajo estudio que reduce de manera significativa la mortalidad entre pacientes graves de COVID-19.
Una gran esperanza se abre para los pacientes de COVID-19. La dexametasona, un esteroide accesible y barato, es el primer medicamento bajo estudio que reduce de manera significativa la mortalidad entre pacientes graves de COVID-19, según los primeros resultados de un importante ensayo clínico publicados ayer martes.
“La dexametasona es el primer medicamento que observamos que mejora la supervivencia en caso de COVID-19”, indicaron los responsables del ensayo británico Recovery.
Se trata de un esteroide recetado a menudo para tratar reacciones alérgicas, asma y artritis reumatoide debido a su potente efecto antiinflamatorio.
Tras el anuncio, el gobierno del Reino Unido indicó que comenzará inmediatamente a suministrar este esteroide a los pacientes con COVID-19.
“El beneficio en términos de supervivencia es importante entre los pacientes que necesitan oxígeno. Para ellos, la dexametasona debería convertirse a partir de ahora en el tratamiento de base”, estimó uno de los responsables de Recovery, el doctor Peter Horby, de la Universidad de Oxford. “La dexametasona es barata, ya está comercializada y puede utilizarse de inmediato para salvar vidas en el mundo”, destacó.
En un video colgado en su cuenta de Twitter, el ministro británico de Sanidad, Matt Hancock explicó que Reino Unido disponía de 200.000 tratamientos listos para su empleo desde marzo.
“Este es un resultado que muestra que si a los pacientes que tienen COVID-19 y están con respiradores o con oxígeno se les da dexametasona, se salvarán vidas, y lo hará a un costo notablemente bajo”, dijo por su lado Martin Landray, profesor de la Universidad de Oxford, otro de los responsables del estudio.
Según estimaciones de los investigadores, si ese fármaco hubiera estado disponible en este país desde el principio de la pandemia, se habrían podido salvar hasta 5.000 vidas.
Los investigadores administraron la dexametasona a más de 2.000 pacientes en estado grave. Según los resultados preliminares, entre quienes solo podían respirar con la ayuda de un respirador, la dexametasona redujo las muertes en un 35%, mientras que la mortalidad bajó en un quinto entre quienes recibían oxígeno mediante una mascarilla.
Estas cifras son prometedoras porque, en general, 40% de los pacientes bajo respiración artificial mueren.
“Con este tratamiento podría evitarse una muerte por cada 8 pacientes bajo respiración artificial”, aseguraron los autores del estudio.
En cambio, el ensayo mostró que este medicamento no tiene ningún beneficio entre los pacientes que no necesitan asistencia respiratoria.
“Es un gran avance en la búsqueda de nuevas maneras de tratar a enfermos de COVID-19”, dijo en un comunicado el doctor Stephen Powis, director médico del NHS, el servicio de salud británico.
Hasta ahora, un medicamento de otra familia, el antiviral remdesivir había mostrado una cierta eficacia para acelerar la recuperación de los enfermos hospitalizados. Pero el remdesivir no resultó eficaz para evitar muertes, según el estudio presentado a finales de abril por las autoridades estadounidenses.
A principios de junio, el mismo ensayo Recovery concluyó que la hidroxicloroquina, en la que muchos países tienen puestas esperanzas, no tiene efectos beneficiosos contra el COVID-19.
Esta constatación condujo el lunes a las autoridades sanitarias estadounidenses a retirar la autorización de urgencia para el empleo de la hidroxicloroquina contra el COVID-19, así como la de otro medicamento pariente, la cloroquina, defendidas durante un tiempo por el presidente Donald Trump.
El grupo hospitalario parisino AP-HP había asegurado a finales de abril que otro medicamento, el tocilizumab, reducía “significativamente” el riesgo de morir o de ingresar en reanimación. Pero estas afirmaciones todavía no han sido probadas por ningún estudio.
El ensayo Recovery se lanzó en abril como una prueba clínica aleatoria para probar una serie de posible tratamientos para el COVID-19, incluyendo la dexametasona en dosis bajas y el fármaco contra la malaria, la hidroxicoloroquina.
Vacuna.
Mientras se abre la puerta de la dexametasona, avanza la búsqueda de una vacuna contra el COVID-19. Estados Unidos está reduciendo su lista de vacunas experimentales prometedoras a alrededor de siete desde 14, dijo ayer martes el Departamento de Salud y Servicios Humanos.
Las vacunas están recibiendo respaldo y financiamiento del gobierno de Estados Unidos como parte de la “Operación Velocidad Warp”, el programa de la Casa Blanca para acelerar el desarrollo de una medicina contra el virus.
El New York Times informó este mes que la Casa Blanca había seleccionado cinco compañías, incluyendo a Moderna Inc, AstraZeneca Plc y Pfizer Inc, como las candidatas más probables para producir una vacuna.
Estados Unidos planea ensayos clínicos masivos que involucran 100.000 a 150.000 voluntarios, con el objetivo de llegar a una vacuna efectiva para fines de año. Y ya definió quiénes tendrán prioridad a la hora de suministrar la vacuna.
Estas serán las personas mayores, las que tienen afecciones preexistentes y los trabajadores esenciales, dijo ayer martes un alto funcionario de la administración Trump.
En el marco de la Operación Velocidad Warp, el gobierno estadounidense tiene como objetivo distribuir 300 millones de dosis de vacunas para enero de 2021.
Las autoridades prevén administrar la vacuna para la COVID-19 por niveles, empleando una metodología que una década atrás fue utilizada para la influenza pandémica.
Los menores de 20 años tienen la mitad de posibilidades de contraer COVID-19 que el resto de la población, según un estudio publicado ayer martes que sostiene que cuatro de cada cinco jóvenes no presentan síntomas. La investigación, publicada en la revista Nature Medicine Journal, podría alimentar la reflexión de las autoridades sobre la conveniencia de reabrir las escuelas a medida que sus países salen del confinamiento.
Expertos de la Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical desarrollaron unos modelos de transmisión del COVID-19, según la edad, basados en datos como la tasa de infección y la gravedad de los síntomas en seis países: Canadá, China, Corea del Sur, Italia, Japón, Singapur.
Concluyeron que los menores de 20 años tienen la mitad de posibilidades de contraer la enfermedad que los mayores. También hallaron una amplia brecha de casos sintomáticos, según la edad: solo 21% de los jóvenes de entre 10 y 19 años pueden presentar potencialmente síntomas, comparado con 69% de los mayores de 70.
Los investigadores simularon luego brotes de COVID-19 en 146 capitales del mundo para determinar si el cierre de escuelas afectaba la propagación de la enfermedad.
Al contrario que los brotes gripales, cuya transmisión puede reducirse de forma significativa si se cierran las escuelas, los autores señalaron que la medida no tiene ningún impacto en el caso del nuevo coronavirus.
“Abrir o no las escuelas es una cuestión complicada”, indicó la coautora del estudio, Rosalind Eggo. “Hemos suministrado algunas pruebas que indican una menor sensibilidad en los niños” al COVID-19, agregó.
Numerosos estudios mostraron que el COVID-19 golpea principalmente a las personas mayores. Entre los niños, apenas hay casos aunque todavía no se sabe si se debe a que la contraen menos o es que no presentan síntomas. (En base a AFP)
43 dólares
“El tratamiento consta de diez días de dexametasona y cuesta unas 5 libras (6,2 dólares) por paciente. Así que esencialmente cuesta 35 libras (43 dólares) salvar una vida. Es un fármaco que está disponible en todo el globo”, explicó Martin Landray, profesor de la Universidad de Oxford y uno de los responsables del estudio sobre la dexametasona.