SALUD
Existen muchas formas de alimentarse, pero esta se basa en la predisposición que tienen nuestros genes: la nutrigenética
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La nutrición es un tema que atrae (y preocupa) a muchas personas. La dieta cetogénica, paleo, vegetariana o detox son algunas de las que más resuenan en el presente y cada una de ellas propone diferentes formas de alimentación con distintos objetivos: ganar mayor musculatura, lucir un cuerpo más tonificado o, el más común, perder peso. Por otro lado, los kits genéticos tienen cada vez más difusión: la genealogía, las enfermedades y también las sensibilidades alimentarias se ponen en foco al analizar cómo está formado el ADN.
De la combinación de estas dos grandes tendencias surge la nutrigenética, un análisis de los genes para conocer cuáles son las sensibilidades escritas en el genoma de cada ser humano y cómo indicen en la pérdida o aumento de peso o en la tolerancia a ciertos alimentos.
“La nutrigenómica estudia las interacciones entre los genes, la dieta y su impacto sobre la salud. Es una ciencia multidisciplinaria que incluye la nutrición, la biología molecular, la fisiología, la genética, la epidemiología, la estadística y la bioinformática”, indica el informe que Luciana Lasus, nutricionista que se especializó en el tema en Reino Unido y España, entrega a los pacientes que deciden analizar su ADN.
Dentro de la nutrigenómica, aparece la nutrigenética, una rama que se ocupa específicamente de cómo los genes influyen en las respuestas que tiene el individuo a la dieta. Por ejemplo, los hidratos de carbono que tanto engordan a uno, pueden ser beneficios para otro. O la dieta mediterránea –considerada como saludable– puede resultar mala por exceso o defecto de algunos nutrientes para algunos sujetos.
Entonces, en función del genotipo, se definen los diferentes planes alimentarios que deben seguir las personas para mantener una vida saludable o, en otras palabras, una cartilla nutricional individualizada que pretende ser una herramienta para prevenir, mitigar, pronosticar y curar enfermedades.
“Todos tenemos una programación genética respecto a diferentes áreas. Una vez que se descubrió el genoma en el año 2003, se pudo conocer cómo se relacionan determinados genes con enfermedades y alimentos. Entonces, conociendo esa información nosotros podemos tener como el manual de instrucciones de la persona y saber cuáles son los alimentos y nutrientes que más lo favorecen o que mejor toleran”, explicó Lasus a El País.
El análisis genético define sensibilidades (al gluten, lactosa, sal, cafeína y alcohol); cómo se asimilan vitaminas y minerales; cómo es la programación del gen de la obesidad y saciedad, entre otros; y cuáles son los ejercicios más apropiados para la persona (por ejemplo, aeróbicos, de fuerza o mixtos).
Al obtener esos datos, la nutricionista realiza un diagnóstico integral para mejorar la calidad de vida del paciente. “La mayoría llega por problemas de sobrepeso; sin embargo, se ajusta a las necesidades de cada individuo, como podría ser la preparación para una carrera u otros intereses”, apuntó.
Al momento de hacer el diagnóstico se busca conocer al paciente teniendo en cuenta su estilo de vida, su trabajo, sus horas de sueño, su nivel de estrés y otros puntos. Toda esa información, combinada con los datos genéticos, determina los pasos a seguir.
“No es lo mismo una persona más joven que otra más adulta. No todas las personas llevan el mismo estilo de vida”, sostuvo.
Lasus enfatizó que este método da un pronóstico y no un diagnóstico: “Por ejemplo, si hay un resultado que indica alto requerimiento de vitamina D, significa que debe consumir mayor cantidad”, no si tiene bajos los niveles, explicó.
¿Cómo funciona el análisis de ADN?
El análisis genético mapea 33 genes que tienen relación directa con la alimentación. La prueba se basa en un kit que incluye cinco cepillos de muestra bucal para la recolección de saliva y la obtención de células de las que se analizarán los cromosomas. Esto tiene un costo aproximado de US$ 390 (más IVA) a los que deben agregarse US$ 120 de los honorarios de la profesional.
Los resultados tardan alrededor de un mes y los pacientes reciben un documento personalizado que establece su perfil genético.
“Se hace una secuencia genética de cada gen y, a su vez, ese gen multiplica muchas partecitas y se analizan las variantes; luego, ese resultado aparece en el informe”, detalló Luciana Lasus.
Este tipo de análisis está en auge, principalmente en Estados Unidos y Europa. Además, en algunos países los tests genéticos pueden adquirirse en las farmacias por un precio menor, aunque solo son útiles para investigar unos pocos genes.
Lasus trabaja con el Laboratorio Genia. El test elaborado en conjunto analiza más de 30 genes que fueron seleccionados tras nueve meses de investigación. “Comparamos 12 paneles de genes que se usan en todo el mundo e identificamos qué es lo que realmente nos sirve para la información nutricional. Eliminamos lo que carecía de respaldo científico o que no era importante para este tipo de análisis”, dijo a El País.
En Uruguay, en los últimos dos años, alrededor de 50 personas por mes se acercan a Luciana Lasus para conocer su genoma desde el punto de vista nutricional. La mayoría de los pacientes llegan a la especialista más cerca del verano y la mayoría lo hace para consultar por sobrepeso.
“La mayoría de las personas que consultan, alrededor del 98%, tienen activados los genes de falta de saciedad, obesidad y rebote. Sin embargo, eso no quiere decir que sea representativo de la población”, sostuvo.
Además, Lasus afirmó que muchos de sus pacientes tienen intolerancia al gluten– proteínas asociadas al trigo, cebada y centeno– y a la lactosa –un glúcido presente en los productos lácteos–.
Las cinco sensibilidades más comunes
Gluten. La sensibilidad a las proteínas presentes en el glúten es una de las más comunes que ve la nutricionista Luciana Lasus en su consultorio. Personas que sin ser celíacas desarrollan una intolerancia a este componente que trae aparejados algunos temas de salud.
Lactosa. Otra de las sensibilidades que según Lasus es de las más comunes es a la lactosa. Este sacárido presente en la leche vacuna y sus derivados es responsable de algunos trastornos digestivos que pueden afectar la salud de los seres humanos.
Sal. Según distintos estudios científicos gran parte de las personas con hipertensión tienen sensibilidad a la sal, lo que provoca que su presión arterial aumente ante el consumo. Los tests de ADN analizan el gen que determina si una persona tiene esta sensibilidad o no.
Cafeína. La tendencia a tomar más o menos café, por ejemplo, está también marcada en nuestros genes. Quienes tienen el gen más activo son menos propensos a consumir mucho café, mientras que quienes lo tienen más apagado toman más cantidad.
Alcohol. Al igual que con la cafeína, cómo metabolizamos el alcohol es algo que viene escrito en nuestros genes. Hay personas que tienen mayor o menor tolerancia al alcohol y eso se traduce en diferentes efectos físicos que el consumo de bebidas alcohólicas tenga en el cuerpo.
El auge de los sitios de genealogía favorece la moda de los kits de ADN. Sitios como My Heritage, Ancesty, Geni, 23 and Me, proponen análisis de ADN a costos accesibles. La oferta comienza a partir de los US$ 79. Cuanto más barato el test, analizará menos genes.
Esos kits de ADN pueden ordenarse por correo a Uruguay y luego son enviados al exterior para su análisis en el laboratorio.
La mayoría de estos kits internacionales ponen el foco en los ancestros, en particular, para reconectar familias diseminadas por el mundo. No obstante, cada vez más se analiza la salud de quienes solicitan el servicio: diabetes, colesterol, enfermedades genéticas, entre otras, pueden ser detectadas con este tipo de instrumentos.
En Uruguay existen dos laboratorios que realizan este tipo de estudios enfocados a la salud: Genia, con el que trabaja Luciana Lasus; y Southgenetics, que hace un estudio similar pero enfocado en el rendimiento deportivo.