ENTREVISTA
El programa que fomenta la capacitación de científicos uruguayos cumple 35 años; su director reclama más generación de empleo en empresas públicas para evitar la emigración de jóvenes investigadores
Fondos congelados desde 2019, fuga de cerebros, falta de oportunidades laborales para ciertas áreas en el país; con todo, el Programa para el Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba) cumple con la formación de estudiantes de posgrado y doctorado para que la ciencia uruguaya siga trabajando. David González, su director académico, habló con El País sobre qué es lo más urgente para lograr su crecimiento.
—Pedeciba cumple 35 años. ¿Cómo llegó a este 2021?
—Fue un programa creado poquito tiempo después de la salida de la dictadura y, por lo tanto, era un momento muy fermental. En estos 35 años, Uruguay, por suerte, ha ido evolucionando y la ciencia es ahora muchísimo más fuerte y mucho más madura que en ese momento. El Pedeciba también ha ido evolucionado y adaptándose a las nuevas circunstancias. Llegamos al 2021 con un montón de tareas y con el foco en los investigadores más jóvenes a los que muchas veces les resulta más difícil acceder a la ANII porque tienen que competir contra proyectos de investigadores consolidados. Ellos necesitan un escalón para empezar a armarse; es el rol que intentamos cumplir. Es importante no desestimular a los estudiantes para que sigan dedicándose a la ciencia. Voy a decir un lugar común: los estudiantes son el presente y el futuro. Si no tienen oportunidades se van a desencantar de esta tarea.
—¿Cuántos estudiantes han egresado?
—Se han graduado unos 3.400 estudiantes de maestría o doctorado. Actualmente hay casi 1.000 y otro tanto de investigadores que forman la red que los orienta. La relación es de un investigador formado por un estudiante de posgrado.
—Las áreas tradicionales han sido biología, física, informática, matemática, química y geociencias. ¿Se han sumado nuevas?
—Originalmente eran las cinco primeras y luego se agregó geociencias. También tenemos una maestría interdisciplinaria que es bioinformática que ya tiene 10 años y hay una mucho más nueva que es nanotecnología que tiene un año de funcionamiento. Tenemos otros programas para formar a los estudiantes en capacidades blandas: herramientas de comunicación, preparación de proyectos, gestión de proyectos. Un grupo de investigación es como una PYME. El jefe del grupo de investigación tiene que conseguir el dinero, tiene que gestionar a los estudiantes y tiene que conseguir resultados, publicar y formar a esos estudiantes para aspirar a nuevos fondos. Ser investigador, además de los conocimientos científicos y del trabajo de día a día en el laboratorio, también implica tareas de gestión, de vender su proyecto, de presentar adecuadamente los resultados. Hay que profesionalizar esa parte del trabajo.
—En ese sentido, este año se creó un programa de capital semilla. ¿Cuál es su objetivo?
—Es un programa que da una pequeña suma de dinero para dar un primer paso, que pueda servir para colectar datos y así presentar un proyecto más importante. Es para una idea que no está lo suficientemente madura y precisa un mínimo testeo primario para saber que puede andar. Teníamos dinero para unos 10 proyectos; entonces, se hizo un llamado, hicimos una preselección y luego se hizo un sorteo. La idea de hacer un sorteo y de no hacer una selección es una idea muy moderna. A veces los comités de selección pueden tener sesgos de género, de edad, de área temática. Se trabajó muy bien y están marchando. Igualmente vamos a contactarnos con la ANII para conseguir algunos fondos para quienes no fueron sorteados porque nos parece una pena; es una tarea que tenemos para el 2022.
—¿Cómo se ha trabajado para lograr transferencias tecnológicas?
—Es una preocupación que tenemos nosotros y que tiene la academia en el mundo y en América Latina en particular. América Latina es un continente que se caracteriza por publicar bastante pero no patenta demasiado. Tenemos una unidad de valorización y transferencia tecnológica que colabora con investigadores que tienen una idea que tradicionalmente la hubiesen transformado en un artículo científico pero que puede tener posibilidad de patentamiento. Esa unidad trabaja con ellos y los ayuda a transformar un avance científico en una tecnología aplicable y realizable en Uruguay. Esta es una tarea muy importante porque el sistema académico no puede absorber a todos los egresados de posgrados. Si nosotros no buscamos salidas laborales para esos jóvenes fuera de la academia los estamos condenando al exilio. Tenemos fuertes empresas públicas que deberían tener fuertes departamentos de desarrollo.
—¿Así se podría evitar o, al menos, reducir la fuga de científicos?
—Sí, porque esa es una realidad. Es muy importante tener eso en cuenta para que el país no pierda todo el dinero que se invirtió en la formación de estas personas. Es importante saber que si el sistema los están preparando para algo que no tiene salida laboral, la ciencia va a decaer.
—¿Cómo los detenemos y cómo los recuperamos?
—Es más difícil retener a los jóvenes. Quienes están en el exterior ya están asentados, con trabajo y familia. Con ello se trata de generar redes de vínculos para que reciban estudiantes en pasantías cortas y vengan a Uruguay a dar cursos o que participen en proyectos. Sí podemos hacer un esfuerzo para evitar que los jóvenes se vayan de Uruguay. Hay un rol muy importante de las empresa públicas uruguayas en ese sentido. Muchas veces les pedimos a las empresas privadas que inviertan en I+D que es un coste muy grande y no podemos pedirles eso si no estamos dando el ejemplo con las empresas públicas.
—Pedeciba tiene su presupuesto congelado desde 2019. ¿Qué perspectivas hay para 2022?
—El presupuesto es de $ 68 millones al año. Y está congelado desde hace varios años. Es un congelamiento mucho mayor que puede tener un organismos público porque los empleados de Pedeciba no son empleados del sector público, son privados. Recibimos ese dinero y nada más y, por supuesto, nuestros empleados reciben los aumentos correspondientes. Quiere decir que de esos $ 68 millones que, además, son menos dólares y menos dinero por la inflación, es el dinero que nos queda para gastos y cada vez es menos en valores nominales. La situación en este sentido es muy delicada. Explicamos esto en el último presupuesto y en la rendición de cuentas pero no hubo fondos para atender nuestra solicitud pero esperamos que en 2022 tengamos un ajuste que nos permita volver a los valores de 2017-2018 por lo menos.
—¿Cuáles son los nichos de la ciencia uruguaya que tienen más oportunidades de crecimiento?
—Distintas áreas tienen potencial en distintos aspectos. Por ejemplo, si pensamos en el tema de la transferencia tecnológica, sin duda que hay áreas muy dinámicas del punto de vista de su crecimiento y su rápida formación de empresas. La más rápida es la informática, seguida por la biotecnología y la bioinformática. Luego vendría la química y la biología. Y uno siempre piensa: “Ah, la física y la matemática son cosas absolutamente teóricas que difícilmente tengan una rápida aplicación”. Pero la física y la matemática son uno de los mayores problemas educativos de nuestro país, tanto a nivel de enseñanza secundaria como en los primeros años de la universidad. Son las materias que tienen más bajo porcentaje de promoción, los estudiantes tienen que concurrir a clases particulares y muchos dejan el liceo sin terminar por estas materias. Entonces, si logramos desarrollo científico en esta áreas esto impactará en mejores profesores y en mejores capacidades para transmitir esos conocimientos a los estudiantes. Eso nos ayudaría como sociedad a superar ese escollo. Además, el año pasado por el tema de la pandemia se vio que había que tener buena capacidad estadística para evaluar lo que podían ser los picos, las subidas y las bajadas y las olas de la pandemia y en eso los investigadores de matemática y física trabajaron muchísimo. La física está detrás de una cantidad de aspectos que tienen que ver con el funcionamiento de las máquinas informáticas y de las luces LED, de los generadores fotovoltaicos y de la energía eólica. En realidad, la ciencia básica siempre está detrás de toda mejora tecnológica y de toda oportunidad de negocios. Es obvio que si un biólogo desarrolla un nuevo test para la COVID-19 eso inmediatamente tiene aplicación, es verdad, pero cuando un físico estudia los patrones de viento en un cerro de Uruguay, en 10 años después eso impacta en que exista generación eólica o no.
—¿Qué es lo más urgente se debe hacer para afianzar la ciencia uruguaya?
—Oportunidades laborales para los jóvenes es, sin duda, lo número uno. A veces Uruguay hace un gran esfuerzo y se compra un determinado equipo científico que es de alto costo. Es muy importante tener la capacidad de mantenerlo. Es fundamental el mantenimiento del instrumental científico ya adquirido para que siga siendo utilizable y de punta. El tercer aspecto es insertar a la ciencia como parte de la cultura uruguaya: que la sociedad perciba que es importante tener herramientas científicas, que entienda que eso es tan cultura como lo puede ser las ciencias sociales, la literatura o el arte.