Director de la Real Academia Española: "La lengua no se cambia ni por imposición de la RAE ni por imposición de minorías"

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Santiago Muñoz Machado, director de la RA

ENTREVISTA

El académico sostiene que el español cambia muy lentamente y solo lo hace si así lo deciden los hispanohablantes; no lo hace por las minorías que impulsan el lenguaje inclusivo ni por la propia RAE

Santiago Muñoz Machado, director de la RA

Casi 600 millones de personas hablan el idioma español y lo hacen de muchas maneras distintas. Pero, aunque se llame de forma diferente a las cosas en algunos casos, he ahí la riqueza de nuestra lengua: todos nos entendemos. Santiago Muñoz Machado, como director de la Real Academia Española (RAE), vela por la calidad del español que es “riquísimo”, a pesar de tanto trol, bot, Bitcóin o webinario, y de las reivindicaciones del lenguaje inclusivo. “La lengua evoluciona por sí misma y es el el pueblo el que va a decidir poco a poco qué variantes va a elegir. La lengua no se cambia ni por defecto ni por imposición de la RAE ni por imposición de minorías que aspiran a conseguir hacer común un lenguaje”, dijo a El País.

- ¿Cuál es el análisis que hace la RAE del estado actual del idioma español?
- Que está en una muy buena situación. No podemos tener ninguna queja. Cada año crece el número de hispanohablantes. Y, por otro lado, la calidad de este idioma se demuestra en la unidad. La posibilidad de que usted, que vive en Montevideo, y yo, que vivo en Madrid, nos podamos entender sin dificultad a pesar de que tenemos vocablos o léxico propios o palabras distintas para designar las mismas cosas. Mantenemos una lengua unida a los dos lados del Atlántico y es un bien preciosísimo.

- El lema de la RAE es “limpia, fija y da esplendor”. El uso que hoy hacemos los hispanohablante del idioma ¿es limpio y esplendoroso?
- Aquel viejo lema es de 1713. La RAE sigue limpiando el idioma de impurezas estableciendo en el diccionario cuáles son las palabras que deben usarse; fija porque establece el uso correcto de nuestra lengua; y da esplendor porque contribuye a su difusión y a que sea una bella lengua de comunicación. Después de 300 años este trabajo está hecho; hoy debemos procurar que sigamos comunicándonos sin dificultad.

- ¿Dónde se encuentran las mayores impurezas?
- Bueno, tampoco nos ocupan mucho las impurezas. El lenguaje es lo que utiliza la gente en la calle, en su casa, en la comunicación con los amigos, en la correspondencia ordinaria. Las redes sociales son un ambiente un poco distinto. Ahí hay comunidades virtuales que tienen su propia jerga que luego no trasciende, que no se publica en los periódicos. No trascienden de los usuarios y no estropean al idioma al final.

- ¿Se puede tolerar ese uso de la gramática siempre que esté circunscripto a las redes sociales?
- Tolerar es una palabra un poco dura. Tolerar es algo que hace el imperante con sus súbditos y la RAE no es ningún imperante. Simplemente reconoce lo que ocurre con la manera de hablar. No solo no prohibimos sino que no tenemos manera de prohibir. Cada cual habla como le parece. La RAE no codifica por gusto, codifica porque oye, lee y entiende que así es cómo se habla y, por tanto, somos notarios de cómo se habla la lengua. Tomamos nota, pero no la inventamos ni la imponemos.

- ¿Cómo es el proceso a través del cual una palabra nueva deja de ser una moda y se convierte en una palabra del idioma español ingresada al diccionario de la RAE?
- Es un proceso que no es caprichoso. Es más serio de lo que la gente en general cree. Algunos piensan que los académicos de la RAE nos reunimos los jueves y ahí definimos lo que nos parece respecto de incorporar o no palabras al diccionario. Lo cierto es que es mucho más democrático y más complicado. Cualquiera, usted o sus compañeros o cualquier persona que nos lean, pueden si quieren dirigirse a la RAE o a la academia uruguaya y pedir que se incorpore una palabra al diccionario. Se estudiará por comisiones esa posibilidad. Verificaremos en nuestros corpus que la palabra se usa efectivamente, dónde se usa y con qué intencionalidad se usa. Terminados los estudios, definiremos la palabra y luego la enviaremos a todas las academias de lengua española del mundo, que son 23 en total, para que la aprueben o la rechacen o la modifiquen o la enmienden. Y una vez terminado ese proceso se incorpora al diccionario. Es algo muy rigurosamente procedimental. No es algo que se hace con un chasquido de dedos. Es algo que requiere un estudio riguroso. Y se incorporan palabras cuando se han consolidado en nuestro idioma; no las palabras efímeras que aparecen como moda que desaparecen tan rápido como entran en la jerga.

- Se refiere a palabras que puede utilizar un cantante para una canción, por ejemplo, y que la gente usa mientras está de moda. Pienso en “motomami” de Rosalía, por ejemplo.
- Esas palabras a veces no trascienden, no pasan de la moda, son efímera, duran poco tiempo tanto como la moda de la canción de Rosalía o Rosalía misma. (Los artistas) son personas muy conocidas que son capaces de imponer alguna palabra pero desaparecen pronto.

- ¿Pero no hay palabras cuya inclusión fue más rápida? “Trol” ingresó al diccionario hace poco o “poliamor” o “cisgénero” ingresaron el año pasado o circulan desde hace mucho tiempo. ¿Aquí se acortaron los tiempos?
- Siempre depende de esa verificación, que comprobemos que la palabra está siendo muy usada geográficamente en una extensión de países importante o de territorio importante y que también se está usando por muchas personas. No valen las palabras que por muy intensamente que se estén empleando, se empleen solo en un pueblecito de España o de Uruguay. Tal vez esas palabras que cita son palabras consolidadas. Hay palabras que, además, vienen para quedarse. No teníamos en nuestro diccionario “covid”; se incorporó inmediatamente. Nos parece que, aunque sea una enfermedad transitoria, el nombre va a quedar el recuerdo.

Santiago Muñoz Machado, director de la RA
Santiago Muñoz Machado, director de la RAE. Foto: L. Mainé

- Usted señaló el caso de “covid”, ¿pero que pasa con otros vocablos? ¿Cuál se elige y cuál no? Por ejemplo, en estos años se han usado los verbos “hisopar” o “acuarentenar”.

- Ahí decidimos dos cosas respecto a esas palabras. Si están lo suficientemente documentadas, es decir, si son palabras que podemos verificar por los periódicos, por las novelas, por los locutores de radio y de televisión que se están empleando mucho, entonces son palabras que forman parte del español de ese tiempo y merecen la pena ser consignadas. Las incorporamos en tal caso al Diccionario Histórico del español que es una obra que pretende dar cuenta de todas las palabras que han formado parte del idioma español en cualquier momento histórico. Puede incorporar palabras que están muertas pero que forman parte del vocabulario. El diccionario de uso, el que manejamos todos los días, solo recoge las palabras en uso y, por lo tanto, somos muy cuidados de no recoger las derivaciones de covid, por ejemplo, como “covidiota” o “coviestúpido”; sí está documentado y hacemos un registro para que quede claro que se usó en algún momento de la historia, pero no debe de ir al diccionario de uso porque no son palabras que se estabilicen.

- ¿Qué desafíos presenta la tecnología y el inglés para el idioma español?
- Estamos en un periodo que parece que hay una revolución de palabras pero la lengua cambia muy lentamente. Si tenemos palabras en español que pueden designar los vocablos nuevos o los inventos, lo recomendable es que las usemos; pero hay muchos inventos que no tienen una designación en español, entonces usamos las palabras de sus fabricantes que, mayoritariamente, pueden ser en anglófonos; así incorporamos palabras en inglés y lo hacemos con mucho gusto. No pasa absolutamente nada. Nuestro idioma siempre ha sido muy mestizo, muy capaz de incorporar conceptos externos y de otras lenguas y no ocurre nada, no temblamos por eso. Al final, o las castellanizamos o las usamos en crudo. ¿Esto significa un cambio radical de la lengua? Pues no, porque al final del año no sumamos más de 10 o 12 palabras de este tipo en nuestro diccionario que tiene 94 mil entradas, de tal forma que no tienen una importancia significativa.

- ¿Qué tipo de variantes se solicitan?
- Se piden cambios porque no les gustan las definiciones y, en todo caso, lo estudiamos. Por ejemplo, ahora tenemos muchas peticiones para cambiar una de las definiciones de autista porque consideran que es discriminatoria. En otros casos se tratan de peticiones para evitar palabras o definiciones que resultan difamantes o contrarias al prestigio de una determinada institución. Le pongo un ejemplo que ha dado mucho que decir en España. Hay una acepción de gitano que es trapacero. Han hecho campañas en las que aparecen niños con el diccionario sobre sus piernas y dicen “yo no soy un trapacero”. Al final, añadimos una marca sin invalidarlo. Nosotros no podemos cambiar lo que la gente piensa de cada palabra. Tenemos que recoger el sentido. Pero sí podemos marcarla indicando que es una acepción despectiva.

- Respecto a las modas, ¿lo es el lenguaje inclusivo?
- Es moda. El régimen que aplicamos ante la reivindicación del llamado lenguaje inclusivo es el mismo que hacemos con cualquier palabra nueva. Analizamos si está en uso o no. Se trata de un grupo de personas que se empeñan en imponer a los demás formas de hablar que no están en uso y no se puede imponer que se generalicen sustituyendo a las formas tradicionales. Dicho esto, a la RAE la parece muy bien que se empleen formas verbales o expresiones que ayuden a evitar una excesiva masculinización del lenguaje. Utilizar formas que no desbordan y que son más neutras y que no marcan el masculino me parece muy bien. En el diccionario ya hemos editado muchas de definiciones antiguas que empezaban definiendo palabras con “hombre que...” Fue hecho en un momento en el que la sociedad era muy masculina y machista. La RAE no lo es en absoluto. Somos razonables en cuanto a la puesta al día de nuestro lenguaje para evitar este tipo de efectos y, como es cierta la desigualdad de la mujer, todo lo que ayude a mejorar lo apoyamos decididamente y no tenemos ninguna objeción. Nos quejamos de las veces que se utiliza el lenguaje al servicio de esa igualdad estropeando el lenguaje, manipulándolo de una manera que no resulta aceptable. Estamos muy seguros que lo que hoy se acepta como fórmulas o desdoblamientos, en un inmediato futuro van a caer. La lengua no se cambia ni por defecto ni por imposición de la RAE, ni por imposición de minorías que aspiran a conseguir hacer común ese lenguaje (...) Lo que que ahora procura la RAE es la unidad de la lengua y la capacidad de entendernos en la misma lengua sin obstáculos para la diversidad. Ese es lema de la academia para nuestro tiempo: unidad y diversidad. No vamos a cambiar el lema porque es muy romántico pero limpiar, fijar y dar esplendor es algo que ya se ha hecho, ahora tenemos que tener la capacidad de comprendernos unos y otros.

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