En la familia de Nina Gorrissen von Maltzahn había una tradición: el cumpleañero no recibía regalos sino que se los daba a los demás. Entonces, cuando cumplió 80, Nina le regaló al Centro Espigas, institución que había fundado casi dos décadas antes, un nuevo patio de juegos. “Fue el último regalo que recibimos de ella; fue un año antes de su fallecimiento”, contó la directora Mariela Addiego.
El recuerdo de Nina está presente por todos los rincones de su máximo proyecto solidario: Centro Espigas –que incluye programas de Inicial, CAIF, Club de Niños, Simiente y policlínica– y Liceo Espigas, dos instituciones que han transformado la trayectoria educativa de cientos de niños en Puntas de Manga. Alrededor de 700 bebés, niños y adolescentes de la zona asisten todos los días de forma gratuita.
Se dice que Nina amó Uruguay desde la primera vez que visitó el país junto a su esposo y que siempre quiso trabajar por la infancia dado que no pudo tener hijos. Creó la Fundación Retoño y lideró este proyecto educativo que hoy varios amigos y allegados pretenden mantener en pie sin su principal benefactora.
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Los niños.
Centro Espigas y Liceo Espigas están insertos en lo que se conoce (poco) como Montevideo Rural. La zona de influencia es tan extensa que, antes que Nina comprara un ómnibus, muchas familias caminaban hasta cinco kilómetros para llevar a sus hijos a clase. Ese vehículo hoy recorre 100 kilómetros diarios.
¿Cuántos niños de 0 a 11 años recibe al día la primera de las instituciones? Basta con saber el número de porciones que se cocinan: unas 500. Una vez por semana, además, se les brinda el almuerzo a los adultos referentes de los niños que asisten al CAIF. Toda la producción de frutas y verduras es propia. En el terreno de 10 hectáreas de Puntas de Manga hay varios invernáculos y árboles frutales que abastecen también al Liceo Espigas. La producción es a veces tan abundante que se dona a otras organizaciones o se canjean alimentos con productores de la zona. “Este año salieron las primeras mandarinas”, contó Addiego.
El club de niños trabaja con niños de entre 4 y 9 años a contra turno de la escuela. La asistencia es hoy de 120 alumnos que participan de varios talleres (educación musical, inglés, arte, educación física, entre otros) y reciben apoyo pedagógico. La cercanía entre docentes y niños es fundamental, según la directora, dado que se prioriza el ingreso de aquellos insertos en situaciones de vulnerabilidad.
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Luego pueden pasar al programa Simiente, “una innovación educativa”, a juicio de Addiego, que está dirigido a niños de 10 y 11 años, también a contra turno de la escuela, para que preparen su transición a Secundaria. Solo 20 niños del club pasan automáticamente; otros 50 son elegidos por sorteo entre los interesados en las escuelas de la zona. “Es la forma más democrática que encontramos para darle oportunidad a todos los niños. No hay una selección ni clasificación. Acá trabajamos con un pedacito de cómo es la sociedad”, apuntó Addiego en diálogo con El País.
Cada año la lista de preinscriptos es mayor. Por lo que la directora comentó: “Somos un centro de referencia para el territorio. Para las familias ser parte de Espigas es súper importante. Todos quieren que sus hijos estén acá. Pero el lado negativo es que no podemos resolverle la vida a todo el mundo”.
Los alumnos reciben apoyo en matemática, lengua y escritura y clases de inglés, teatro, música, arte en colectivo. Además de lo meramente curricular, se trabaja en habilidades socioemocionales para mejorar la autoestima, el autoconocimiento y la convivencia.
La realidad hizo que con los años se contrataran más maestros especializados y psicopedagogos para dar respuesta a diferentes dificultades.
Dentro del Centro Espigas funciona una policlínica para los estudiantes y sus familias. “Los niños que venían al CAIF y al Club de Niños no tenían controles médicos y no había servicios en la zona”, explicó Addiego. Hoy se ofrece consulta de medicina general, ginecología, pediatría, psiquiatría, oftalmología y vacunación sin ningún costo.
“Ahora no está Nina y es todo un desafío para nosotros seguir manteniéndonos. Ya cumplimos 18 años y hemos crecido permanentemente y siempre con nuestra impronta. Es lo que nos hace crecer y desarrollarnos”, concluyó la directora.
Su familia escapó de la Alemania Nazi y se instaló en Nueva York. En esa ciudad nació Nina Gorrissen von Maltzahn, quien luego adoptó a Suiza y a Uruguay como su hogar. Creó la Fundación Retoño y sus proyectos educativos dado su especial interés en la infancia. También era benefactora de otras instituciones como el Teatro Solís y el Institut Pasteur de Montevideo durante la pandemia por covid-19. Murió en mayo de 2022.
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Los adolescentes.
Nina también tuvo otro sueño: seguir acompañando el crecimiento de los niños del barrio y recibirlos en un liceo –inspirado arquitectónicamente en centros educativos de países nórdicos– hasta los 16 años de forma gratuita. En infraestructura, el Liceo Espigas no tiene nada que envidiarle a los institutos privados.
Siete años después de su inauguración, funciona al máximo. Todos los días y en doble horario concurren 270 alumnos que reciben, además, tres comidas al día (todos los funcionarios de Centro Espigas y Liceo Espigan comen también). Allí tienen talleres de ajedrez, actuación, cocina, recursos audiovisuales, entre otras propuestas.
“Toda la literatura en educación te dice que los cambios se ven a largo plazo. ¿Pero qué pudimos constatar? Que con un trabajo de tiempo completo y de compromiso del equipo hemos podido lograr una comunidad de aprendizaje. Muchos de nuestros chiquilines ya sobrepasaron a sus padres en los años de estudio”, señaló el director del liceo, Ernesto Egaña.
Y añadió: “Vivimos día a día el deterioro social. Vemos familias cada vez más disfuncionales. Con los años hemos reforzado el equipo pedagógico –hoy hay cupos para chicos con grados severos de trastorno del espectro autista y chicos que son derivados del INAU–. En los tres años (de séptimo a noveno) vemos la transformación de los chiquilines. Entran con dificultades en escritura y pensamiento matemático y con grandes problemas de convivencia. Y hacen un lindo proceso. Muchos siguen en la UTU, otros van a liceos públicos y a Ánima. Ya tenemos la generación de alumnos fundadores que están en segundo año de estudios terciarios”.
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Respecto a la deserción, Egaña indicó que esto sucede con dos estudiantes por generación, lo que se considera un número muy bajo. Otros dos, en promedio, repiten el curso. Además, en diálogo con El País aseguró que las instituciones educativas que reciben a los alumnos destacan su buen nivel académico, su autonomía, proactividad y creatividad.
La muerte de Nina en mayo de 2022 fue un cimbronazo para todos los proyectos de la Fundación Retoño. Ella era responsable casi de la totalidad del sustento económico y, por lo tanto, nunca se procedió a dar a conocer las obras más allá del barrio con el objetivo de conseguir donaciones. Si bien dejó estipulado que parte de su patrimonio debe volcarse para garantizar la continuidad de los centros educativos, miembros de la comisión directiva y sus directores hoy trabajan para mantener y aumentar su legado.
En palabras del director: “Los formamos lo mejor posible para que vayan adónde vayan se desenvuelvan solos. Ojalá que hubiera más Espigas en todos los barrios”.