Historias

El mágico espíritu de Bali habita en un rincón de José Ignacio

Maréa, una posada y un estudio con la vibra de la isla de Indonesia que propone un viaje sensorial sin necesidad de vuelos ni pasaportes.

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Stephanie Menossi junto a Coco, uno de sus 13 perros, en la posada y estudio Maréa.
Stephanie Menossi junto a Coco, uno de sus 13 perros, en la posada y estudio Maréa.
Foto: Rodrigo Jara

Stephanie Menossi nació enJosé Ignacio hace 30 años y nunca se fue de esta paradisíaca tierra cargada de una energía especial que hace conectar con la mística a través de la naturaleza hasta al más escéptico. Un lugar mágico sobre la costa del Océano Atlántico devenido en lo más top y exclusivo por ser el favorito de las celebridades. Aunque por allí circulen coches de alta gama y los terrenos multipliquen su valor cada año, para esta joven diseñadora de moda no pierde la simpleza de antaño.

“Cuando yo nací, acá no había nada. Era como vivir en un campo con playa. Veíamos pasar un auto y mirábamos por la ventana a ver quién era”, comenta Stephanie a El País mientras contempla la piscina de Maréa, la posada que sus abuelos inauguraron 25 años atrás en Eugenio Sainz y Los Cisnes bajo el nombre Renner (por el barco hundido en las costas del balneario en 1969), que fue pionera en José Ignacio y que ella maneja desde 2019.

Apenas tomó las riendas del negocio familiar decidió darle un refresh con su impronta: al cambio de nombre obligado por la llegada de la marca de ropa a Uruguay se sumó una remodelación. Ambientó y decoró el espacio con miras a traer un pedacito de Balia su querido José Ignacio.

Lo suyo con la isla asiática fue un flechazo. Hizo su primer viaje en 2016 con el fin de comprar telas para Gondwana, la tienda de diseño que tenía en Brasil, y desde entonces vuelve cada año y pasa allí los inviernos del sur.

Esta temporada inauguró, pegado a la posada, un estudio con el mismo nombre donde vende muebles, pinturas y artículos de decoración importados de Bali. La curaduría es toda suya: recorrió en moto los talleres de artesanos balineses y eligió cada pieza a pura intuición.

“Después de reformar la posada compré muebles y los huéspedes me preguntaban: ‘¿qué es, una tienda de deco, un spa?’ Me pedían si les vendía tal luminaria de las habitaciones. Así me decidí a importar porque antes me daba pereza convertir en negocio algo que me gustaba desde otro lugar, por miedo a que se convirtiera en rutina”, comenta a El País.

El estudio

Respirar Asia desde artesanía exclusivas

La oferta del estudio es amplia: muebles, pinturas y artículos de deco en bambú, madera y ratán.
La oferta del estudio es amplia: muebles, pinturas y artículos de deco en bambú, madera y ratán.
Foto: Rodrigo Jara

El plan de ampliar Maréa a un estudio de diseño y crear una nueva línea de negocios surgió a partir de que los huéspedes se maravillaran con la decoración de la posada y quisieran replicarla en su hogar. De esta manera, Stephanie se decidió a hacer su primera importación para vender. Todos los artículos son elegidos por ella y hechos por artesanos balineses con materiales nobles y fibras naturales. Se trata de piezas únicas que no se encuentran en otro sitio. Abunda el ratán, el bambú y la madera. Hay jarrones, canastos, pinturas, lámparas, muebles, almohadones bordados a mano e infinidad de artesanías.

Desde el alma.

Aunque tiene muy mala memoria, se acuerda perfecto que en el apartamento que convirtió en la sexta habitación de la posada comía zanahoria “como un conejo”. Lo recuerda con amor porque ese supo ser el hogar de sus abuelos. Ellos se mudaron a José Ignacio detrás de los padres de Stephanie, que se instalaron allí en 1984, cuando el balneario era un austero y desoladopueblo de pescadores.

“Vivían muy pocas personas, ellos iban muy seguido a la playa y se enamoraron de la energía del lugar. Fue algo intuitivo y visionario porque en ese momento no era un lugar con propuestas laborales”, cuenta.

El primer negocio familiar que montaron fue un restaurante en un local que alquilaron frente al faro, donde años después funcionó ‘Los Negros’ del famoso chef Francis Mallmann. La mamá de Stephanie era la cocinera y los surfistas le golpeaban la ventana para preparar platos con ella.

Donde hoy está la piscina de la posada, previo a la pandemia hubo un paseo gastronómico.
Donde hoy está la piscina de la posada, previo a la pandemia hubo un paseo gastronómico.
Foto: Rodrigo Jara

Sus abuelos se afincaron en el predio donde hoy está Maréa. Abrieron un almacén y luego armaron cinco habitaciones en el espacio de arriba. Ambos negocios llegaron a coexistir, hasta que el almacén se convirtió en un restaurante. Ahí cenó Ricardo Darín, se hospedaron Juana Viale, Mónica Gonzaga, Gonzalo Valenzuela, los músicos de Shakira y los guardaespaldas del ex presidente Fernando de la Rúa. Lilián González, tía de Stephanie que también manejó la posada, recuerda que la primera dama argentina le iba a pagar en persona.

El lazo de Stephanie con José Ignacio es para toda la vida. Ahí nació y creció en sintonía con la naturaleza. La paz del lugar es parte de ella y aunque viajó y conoció sitios increíbles, no lo cambia por nada en el mundo.

Traer un poquito del estilo de vida balinés a José Ignaciofue su forma de mantener viva esa sencillez que, en definitiva, es el alma del pueblo, aunque hoy no se note. “En Bali estás en bikini, short y la esencia de los locales de José Ignacio es esa. Si bien la gente viene con la ostentación, acá bajan y conectan desde el lugar que pueden. La energía del lugar llega a tocar esa fibra de lo que de verdad importa, que es la naturaleza: allá es así y se siente”, cierra.

Viaje a Indonesia sin pasaporte

Maréa invita a reconectar con lo esencial

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Stephanie junto a Yunik, su hermana balinesa.

Stephanie está convencida de que su amor por Bali surgió en una vida pasada. Apenas puso un pie en esta isla conectó con la energía de sus habitantes y se hizo íntima amiga de Yunik (foto), dueña del hotel Devata Girl, donde se hospedó en su primera visita y lo hace cada vez que vuelve para esquivar el invierno uruguayo. Bali es la única isla de Indonesia donde se practica el hinduismo y fue Yunik quien la invitó a integrarse a las ceremonias. “No formo parte de su religión pero participo desde afuera”, aclara Stephanie. Describe los rituales como pintorescos por los atuendos, sonidos, mantras y aromas.

“Es muy impactante la energía que vibra la comunidad reunida recitando mantras y entregando ofrendas a algo mayor”, dice. No se trata de aprender sino de volver a conectar con la esencia y lo trascendente. “Estamos todos iguales disfrutando de la naturaleza y compartiendo la amistad”, comenta. Ese estilo de vida es lo que procura trasladar de Bali a los huéspedes de su posada en José Ignacio, que abre solo durante la temporada de verano: “Volver a esa esencia, recordar a los turistas lo que de verdad vale y es importante, y dejar un poco de lado el resto del show”, explica sobre este viaje especial sin vuelos ni pasaportes.

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