Gran Bretaña
En un banal almacén de una calle del centro de Londres se guardan miles de cuadros, grabados y dibujos que esperan a ser distribuidos por todo el mundo como parte de la diplomacia del "soft power", o influencia cultural, de Reino Unido.
La colección de arte del gobierno está compuesta por unas 14.000 piezas, principalmente británicas, reunidas durante los dos últimos siglos, que pueden ser expuestas en edificios consulares, residencias y oficinas gubernamentales en todo el mundo.
"El arte y la cultura son una de nuestras mejores cartas de presentación en el mundo", afirmaba el secretario de Estado británico a cargo de las Artes, Michael Ellis, con motivo de una reciente adquisición de nuevas obras.
La colección "es una marca de nuestro 'soft power' en el mundo", afirmaba.
Este año, Reino Unido se situó en primer lugar del índice Soft Power 30, elaborado por la firma Portland Communications, que subrayó su influencia cultural, deportiva, creativa, financiera y tecnológica.
España se situó en la décimocuarta posición, detrás de países como Francia, Alemania, Estados Unidos, Japón o Italia. Brasil fue 29º y Argentina 30º.
"Las obras de arte pueden servir para romper el hielo, iniciar una conversación, pero también para mostrar la gran creatividad que existe en Gran Bretaña", dice a la AFP la directora de la colección británica, Penny Johnson.
Así, en las oficinas de la primera ministra Theresa May, en Downing Street, hay retratos del pintor Lucian Freud y un paisaje de John Constable, en la embajada británica en Baréin se exponen serigrafías de Barbara Hepworth y en Washington, obras del artista contemporáneo Damien Hirst y del pintor del siglo XVII William Hogarth.
Algunas de ellas pueden ser elegidas personalmente por un embajador, otras reflejan el lugar donde son expuestas.
Por ejemplo, la pintora inglesa Bridget Riley utilizó los colores de las pinturas del Egipto antiguo para su obra "Reflection" de 1982, expuesta en la embajada británica de El Cairo.
Insectos, niños y tensiones diplomáticas.
Cerca de dos tercios de la colección están dispersos en más de 150 ciudades, algunas piezas en mejor estado que otras.
Las muy altas temperaturas y los insectos representan una amenaza en algunos destinos lejanos, por lo que los conservadores someten a los cuadros a un "proceso de tropicalización" por el cual se protege la obra cubriendo su parte posterior con una película metálica.
Otros peligros son de tipo doméstico: un embajador devolvió recientemente a Londres una obra frágil por miedo a que no resistiese los asaltos de sus tres hijos pequeños.
Otros cuadros pueden ser víctimas de tensiones diplomáticas, como cuando los manifestantes asaltaron la embajada británica en Teherán en 2011 debido a las sanciones occidentales contra el programa nuclear iraní y dañaron algunas obras, explica Johnson.
La embajada volvió a abrir sus puertas en 2015 y los dos países normalizaron sus relaciones al año siguiente, pero algunas de las obras no volvieron al lugar hasta hace unos meses.
La colección dispone de un presupuesto, financiado por el gobierno, de 855.000 libras (1,1 millones de dólares, 960.000 euros) este año para cubrir gastos ligados a las adquisiciones conservación, enmarcado, transporte e instalación de las obras.
Pero las donaciones privadas también echan una mano: en septiembre la colección anunció la comisión de diez obras a diez artistas durante la próxima década, un proyecto denominado TenTen y financiado por una donación de 500.000 libras de los filántropos Sybil Robson Orr y Matthew Orr.
El primero de esos artistas es Hurvin Anderson, seleccionado por el prestigioso premio Turner, que creó un estarcido, o estampado con platilla, titulado "Naturaleza muerta con flores artificiales", inspirada en un jarrón que pertenecía a su madre jamaicana.
Una de las copias de esta edición limitada ya fue reservada por la embajada de Reino Unido en París, que recibe a 17.000 visitantes por año.
Sin embargo, la incertidumbre que rodea al Brexit es también una amenaza para este poder blando, advirtió Portland Communications.
"La inversión (...) para exportar el 'soft power' británico será aún más vital cuando se haga el Brexit" a finales del próximo marzo, aseguró.