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¿Es posible una infección por hongos como propone The Last of Us?

El hongo Cordyceps sí existe pero no es de lo que deberíamos preocuparnos

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Imagen promocional de la serie "The Last of Us"
Imagen promocional de la serie "The Last of Us".
Foto: Difusión

Por María de los Ángeles Orfila

El videojuego y la reciente serie The Last of Us presenta un mundo apocalíptico en la que hay un enemigo: el hongo Cordyceps. Debido al calentamiento global, este adquirió la capacidad de infectar a los humanos, convirtiéndolos en zombies asesinos. Y, así, de espora en espora, humano por humano, se desata el colapso de la sociedad (para saber qué pasa hay que mirar los capítulos; aquí no hay spoilers, sí ciencia).

Aunque la historia es ficticia, Cordyceps sí existe. Y digamos que metafóricamente vuelve “zombie” a otra especie pero esto solo afecta a la hormiga carpintera (Camponotus). Cordyceps ni otro hongo tienen la capacidad para apoderarse del organismo de un humano tal como lo pinta la creación de Naughty Dog.

“No hay casos reportados por Cordyceps en humanos como muestra la serie. Obviamente, nuestra fisiología es diferente a la de un insecto. Es poco probable para no decir que es casi que imposible”, afirmó Dinorah Pan, doctora en biología, profesora adjunta e investigadora de la Sección Micología de Facultad de Ciencias (unidad asociada a Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República).

Esto no quita lo siguiente: ciertas especies de hongos sí son peligrosas para el ser humano y puede llevarlo a la muerte si no recibe tratamiento médico. Ni tampoco quita lo segundo: ha crecido el número global de infecciones fúngicas invasivas y ha aumentado la resistencia a los fungicidas.

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The Last of Us
Chris Large/EL PAIS FOTOS

Efecto zombie.

Hablemos primero de la estrella del show: Cordyceps. Es un género que abarca más de 400 especies. Las que son parásitos que atraviesan y liberan enzimas que degradan la cutícula del insecto hasta ingresar a los tejidos. Alojados ahí empiezan a colonizar todo el organismo, matándolos de a poco. “Las defensas del insecto no lo puede controlar; no puede contra el hongo”, explicó Pan a El País.

El resultado es que queda cubierto por el micelio que es esa red blanca filamentosa que hace visible al hongo que llegó, vio y venció al insecto (no todos los hongos forman micelio; las levaduras son hongos y no lo hacen).

El terror de las hormigas carpinteras (e inspiración para The Last of Us) es Ophiocordyceps unilateralis porque produce una neurotoxina que atenta contra su sistema nervioso central. “Actúa sobre la musculatura de la hormiga y eso hace que se vea como un zombie. Pierde totalmente la funcionalidad a tal punto que, cuando muerde una hojita, no puede nunca más abrir la mandíbula”, retrató la micóloga.

El hongo se alimenta de todo su interior hasta dejar una carcasa inerte. Cualquier hongo entomopatógeno crece lo más que puede hasta liberar las esporas (proceso que se conoce como esporular) para reproducirse y seguir propagándose.

El efecto “zombie” es, a juicio de Pan, una adaptación del hongo para infectar ese hospedero específico y no es replicable para atacar a otras especies. “Hay una serie de condiciones que se tienen que cumplir para ser patógenos de insectos”, señaló.

Por eso repitió lo del inicio: “Es poco probable para no decir que es casi imposible” que Cordyceps dé el salto evolutivo para atacar a un humano como retrata The Last of Us.

La capacidad de infectar insectos tiene su lado positivo. Hay especies de Cordyceps que son utilizadas como agentes de control biológico; es decir, el ser humano los utiliza para combatir plagas. Y, en este sentido, se evita el uso de productos químicos agresivos que pueden ser perjudiciales. Otra especie, Cordyceps militaris, produce cordicepina, una sustancia antitumoral que hoy se puede fabricar de forma sintética.

Pero sí hay problemas.

El tema con los humanos es diferente pero igualmente delicado. Los hongos tienen dos grandes vías de infección: la infección en pacientes inmunodeprimidos o por consumo de alimentos contaminados.

“Muchos hongos son patógenos oportunistas porque tienen que tener una ventaja ofrecida por el hospedero para colonizar e infectarlo; de esa manera invaden los diferentes órganos de nuestro cuerpo y generan una enfermedad”, apuntó Pan.

Inmunocomprometidos, quemados, diabéticos, trasplantados, pacientes con dispositivos intravasculares, oncológicos, con enfermedades respiratorias crónicas, entre otros, son susceptibles a padecer una infección fúngica invasiva. En el caso de una persona sana, el sistema inmunológico eliminará la amenaza o quedará una infección asintomática latente. Sino, el hongo penetrará hacia el torrente sanguíneo y afectará distintos órganos.

Así lo explicó Pan: “Si no fuera así, todos estaríamos infectados porque están en el suelo y las esporas están en el ambiente, dispersas por el aire, en los objetos (otra historia para The Last of Us). Las manchitas negras en una pared con humedad son hongos visibles. Las levaduras forman parte de nuestra microbiota normal. Vos comés una fruta y están en la superficie. Pero no pasa nada porque el sistema inmunológico controla al hongo. Pero cuando el sistema inmunológico se ve afectado o tenemos una enfermedad que predispone a una disminución (de las defensas) viene la parte que genera problemas”.

Aquí apareció un círculo vicioso: se registran más infecciones fúngicas invasivas que antes porque hay más resistencia a los antifúngicos (tal como sucede con los antibióticos). Parte del problema es que hay solo cuatro tipos disponibles pero ha aumentado el número de agentes resistentes. “Los fungicidas son costosos y generan efectos adversos en la salud. Hay que saber aplicarlos de manera correcta y siguiendo los protocolos de la OMS. Es muy importante saber cuál es el hongo que genera la infección y cuál es su perfil de sensibilidad”, advirtió Pan. Actualmente, existe un gran esfuerzo por parte de los micólogos alrededor del mundo para desarrollar nuevas terapias.

Pan concluyó: “Nadie considera a los hongos hasta que tiene un problema con ellos. No se tiene conciencia de la importancia de esa infección. Pero, al mismo tiempo, cumplen un rol biológico importantísimo. No todos son malos. Sin ellos no tendríamos fermentados ni penicilina y vaya que ese metabolito fúngico cambió la medicina”.

Toxinas en los alimentos

Los hongos, además de oportunistas para provocar una infección, también pueden afectar la salud del ser humano al consumir ciertos metabolitos tóxicos. Esto puede suceder por distintas vías: por el consumo de determinadas especies de hongos o por alimentos contaminados por micotoxinas.

En este sentido, Dinorah Pan, profesora adjunta de la Sección Micología de Facultad de Ciencias (unidad compartida con la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República), comentó que los hongos toxigénicos invaden cultivos, preferentemente cereales, y liberan micotoxinas que contaminan el alimento.

“El hongo puede morirse y la toxina puede perdurar. La mayoría de las toxinas son termoestables y si el animal consume ese grano en raciones o se consumen los subproductos (por ejemplo, de trigo o maíz) perdurará porque tolera las condiciones de la elaboración de los alimentos. A la hora de comer, el producto final contaminado genera un efecto adverso en la salud”, explicó.

Respecto a la resistencia a los fungicidas, la especialista apuntó que el fenómeno no es ajeno a los productos de aplicación agrícola y que esto ha generado otro problema de magnitud: “La resistencia a nivel ambiental también incide en los fungicidas de uso clínico”.

¿Y qué ha sucedido con los hongos y los cultivos en estos años de sequía teniendo en cuenta que lo más favorable para su crecimiento es la humedad? Pan indicó que se ha visto casos en los que el estrés hídrico produce una disminución de la defensa de las plantas y “algunas especies fúngicas encuentran esa oportunidad y pueden desarrollarse igual”.

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