ESTRÉS
Se estima que cuando finalice la pandemia de COVID-19 se duplicará la prevalencia de trastornos mentales y emocionales en el personal de salud
"Es la primera vez en 30 años de experiencia que no tenía ganas de volver al trabajo después de las vacaciones”. Laura M., médico de unaunidad de cuidados intensivos.
“Cuando estaba en la situación no fui consciente de lo que estaba ocurriendo. Ahora, con el tiempo, me doy cuenta de que no actué tan profesionalmente como siempre lo he hecho. No me veo capaz de volver a vivir una situación similar”. Consuelo S., auxiliar de enfermería con 27 años de experiencia.
¿Qué les ocurrió a los profesionales sanitarios? La relación de ayuda implica una interacción entre dos o más personas, con los roles bien definidos. Una parte solicita ayuda y la otra la presta. Como cualquier relación, implica una interacción emocional. Pues bien, la exposición a pacientes en situación de trauma, sufrimiento y malestar emocional que demandan ayuda puede representar una fractura emocional difícil de gestionar por parte del personal sanitario. Estamos hablando de la fatiga por compasión, también denominada desgaste por empatía.
Se estima que cuando finalice la pandemia de COVID-19 se duplicará la prevalencia de trastornos mentales y emocionales en el colectivo de profesionales de la salud. No olvidemos que, a excepción de las unidades de cuidados paliativos, los profesionales han estado muy preparados para curar. Pero quizás no lo suficientemente dotados de herramientas personales para la gestión de las propias emociones cuando el objetivo terapéutico se debe centrar en cuidar, en vez de “luchar” contra una enfermedad, siendo el paciente el campo de batalla.
¿Qué es? La fatiga por compasión es una forma de estrés secundaria de la relación de ayuda terapéutica.
Se presenta cuando se desborda la capacidad emocional del profesional sanitario para hacer frente al compromiso empático con el sufrimiento del paciente.
El término fue acuñado por Joinson en 1992. Se refirió a un síndrome observado en el personal de enfermería que atendía a pacientes con enfermedades potencialmente amenazantes para sus vidas.
El síndrome de fatiga por compasión afecta en mayor medida al personal sanitario que está en lo que se denomina popularmente “primera línea” de atención. Afecta a aquellos que más contacto humano tienen con el paciente que sufre y que teme por su vida a causa de la enfermedad.
En este contexto, se entiende por compasión el sentimiento de gran simpatía y pesadumbre por otra persona afectada por un gran sufrimiento. Un sentimiento muy humano que se manifiesta junto a un deseo personal de aliviar el malestar emocional del enfermo o de eliminar su causa.
La satisfacción por compasión proviene de una motivación (vocación) intrínseca y aporta plenitud en el plano espiritual del profesional sanitario.
Poder llegar a sentir la satisfacción por compasión implica dotarse de fuerza y esperanza para hacer frente al sufrimiento ajeno. La satisfacción por compasión dota al profesional de una gran resiliencia. Por el contrario, no conseguir sentirla deriva en desesperanza y frustración, llegando incluso a incapacitar para el ejercicio de las funciones.
La investigación sobre lo que desencadena la fatiga de compasión apunta a cuatro factores principales: autocuidado nulo o insuficiente; traumas no resueltos en el pasado, frecuentemente parecidos a la situación del paciente; dificultades para gestionar la presión asistencial y el estrés; falta de satisfacción en el trabajo.
Los síntomas psicológicos de la fatiga por compasión son varios y a menudo son inadvertidos o no relacionados con este síndrome. Se manifiestan en forma de ansiedad, disociación, ira, trastornos del sueño y pesadillas, y sentimiento de impotencia. En cuanto a los síntomas somáticos, se manifiestan en forma de dolor de cabeza, aumento o disminución de peso, náuseas, mareos, pérdidas de conocimiento y, en algunos casos, dificultades auditivas. Son frecuentes también los síntomas psicosociales tales como el abuso farmacológico, abuso de sustancias, sobrealimentación, evitar o dedicar menos tiempo a los pacientes y la aparición de sarcasmo, cinismo e irritabilidad.
La primera medida que hay que tomar contra la fatiga por compasión es la prevención. La COVID-19 ha sacudido casi todos los sistemas sanitarios del mundo, por lo que ya no es posible aplicar medidas preventivas.
El primer objetivo psicoterapéutico debe ser el reconocimiento del fenómeno emocional y la conciencia plena sobre los síntomas y los factores de riesgo individuales. El autoconocimiento no evitará sentir las emociones por exposición al intenso dolor y malestar emocional de los pacientes, pero tendrá una mayor capacidad de afrontamiento de la situación.