Fatiga por Zoom: por qué nos agotan las videollamadas durante la cuarentena

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TECNOLOGÍA

Requieren una atención extra y una exposición mayor que una conversación cara a cara

La pandemia de coronavirus COVID-19 transformó de un día para el otro la forma de relacionarse que tenían las personas. Con una computadora, teléfono o tableta, las videollamadasse convirtieron en la herramienta virtual imprescindible para coordinar el trabajo remoto, las clases y hasta para celebrar cumpleaños y reuniones con familiares y amigos.

Sin embargo, muchas personas terminan agotadas después de una videollamada por Zoom, ya que no están acostumbradas a usar este tipo de servicios, ya que este tipo de interacciones requieren de una atención extra. A su vez, es una forma virtual de comunicación que genera un estrés adicional ante una exposición inusual frente a colegas de trabajo, familiares o amigos.

“Es casi como si exteriorizaras más los sentimientos solo porque estás en un recuadrito en una pantalla. Estoy cansadísima”, dijo Jodi Eichler-Levine, profesora de estudios religiosos de la Universidad Lehigh, en Estados Unidos, a National Geographic.

Este cansancio también se aplica si se usa Google Hangouts, Jitsi, Skype, FaceTime o cualquier otra interfaz de videollamadas.

Falta el lenguaje corporal.

“En comparación a una charla cara a cara, una videollamada demanda una mayor atención en las expresiones faciales, el tono de voz y el lenguaje corporal. Todo esto exige un gasto extra de energía, ya que hay una situación antinatural: nuestras mentes están conectadas pero nuestros cuerpos están distanciados, y por eso nos sentimos exhaustos después de una conversación virtual”, dijo Gianpiero Petriglieri, profesor de la escuela de negocios Insead, especializado en comportamiento de las organizaciones.

Si una persona tiene la cara ligeramente girada, si está inquieta mientras habla o si inhala rápidamente antes de interrumpir a alguien más son señales naturales que interpretamos con poco esfuerzo consciente. Si solo se le ve la cara y los hombros de una persona, la posibilidad de ver los gestos de las manos u otro tipo de lenguaje corporal queda eliminada. Si la calidad del video es mala, no se pueden deducir ni siquiera las expresiones faciales mínimas.

“La cámara de los teléfonos y las computadoras exponen a todos los integrantes en estos encuentros y generan una presión social que suman otro estrés adicional, similar al que muchos experimentan cuando tiene que subirse a un escenario por primera vez. A su vez, muchas personas no están acostumbrados a verse en pantalla”, dijo Petriglieri en una entrevista de BBC.

El contacto visual prolongado se ha convertido, de acuerdo con la nota de National Geographic, en la señal facial más intensa disponible y puede parecer amenazadora o demasiado íntima si se sostiene demasiado.

A su vez, las demoras en una conversación telefónica o una videollamada pueden tener diversos efectos como una mayor ansiedad, además de provocar distracciones durante la conversación y respuestas menos amables de los participantes de las reuniones virtuales. “El agotamiento que generan las llamadas por Zoom se potencian con los factores externos, como la cuarentena, el distanciamiento social y el trabajo remoto”, agregó el profesor de Insead.

Mezcla de mundos.

A su vez, esta situación extraordinaria pone en un mismo espacio a tres ámbitos que suelen estar separados, como el trabajo, las amistades y la familia. “Es como ir a un bar para hablar con tus profesores de la facultad, mientras están tus padres y a la vez estás en una cita con alguien. ¿Suena raro? Es lo que está pasando ahora mismo cuando hacemos todas estas interacciones con la misma herramienta, desde una ventana de una computadora por internet desde casa”, explicó Petriglieri.

Una manera de limitar la fatiga de Zoom es evaluar el uso adecuado de las videollamadas, ya que muchas tareas se pueden resolver con otras herramientas, como los documentos compartidos. “Las reuniones virtuales también deben tener un espacio para que las personas puedan expresarse en este momento, es una forma de saber el estado de ánimo que permitirá reducir la fatiga en los encuentros virtuales”, dijo Marissa Shuffler, profesora de la Universidad Clemson especializada en el estudio del bienestar laboral y equipos de trabajo efectivos.

Hacer un poco de ejercicio, realizar algunos estiramientos o tomarse una pausa para un refrigerio son algunas de las pausas recomendadas por los especialistas para evitar la fatiga que generan las videollamadas. “También es recomendable utilizar los viejos métodos de comunicación, como escribir un mensaje o realizar un llamado telefónico en vez de utilizar Zoom”, agregó Petriglieri. (Con información de La Nación / GDA)

Un reto para el cerebro: ver a varios a la vez

Las pantallas con varias personas en una videollamada amplían el problema de la fatiga. La vista en galería supone una dificultad para la visión central del cerebro y lo obliga a descodificar a tanta gente al mismo tiempo que no se obtiene nada significativo de nadie, se afirma en un artículo publicado en National Geographic. Esto se denomina atención parcial continua. Esto provoca problemas, como que las videollamadas grupales se vuelven menos colaborativas y más compartimentadas. Como cada participante usa una secuencia de audio y es consciente del resto de las voces, es imposible mantener conversaciones paralelas. Si se ve a un solo interlocutor cada vez, no se puede reconocer el comportamiento de los no activos, algo que sí se percibiría con la versión periférica.

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