CORONAVIRUS
No cree que la pandemia por el coronavirus marque un punto de inflexión en la humanidad ni esta cambiará en lo profundo; solo tendrá un impacto económico. “Hay que tener paciencia”, recomienda
Fernando Savater nada contra la corriente. Considera que esta pandemia del coronavirus es un desastre, sí, pero que no marcará un punto de inflexión en la historia de la humanidad. Ni nos cambiará en lo profundo ni nos hará mejores, como sostienen quienes, entre la ironía y el desprecio, define como “predicadores laicos”.
“No creo que vayamos a salir más fuertes ni más buenos. No. Vamos a salir más pobres, porque esto será un golpe muy grande para todos los países”, plantea el reconocido filósofo español. “Y además tenemos los muertos”, completa Savater, que aún carga con el duelo por la muerte de su esposa, en 2015.
“Hay que tener paciencia porque esto de la pandemia hay que superarlo”, sintetiza. “Cuando llegó esta gripe, yo me encontraba en Lombardía, en un congreso sobre democracia y teatro, di la primera conferencia y ya no hubo más, porque se suspendió y todo el mundo salió huyendo. Al principio no creíamos que iba a ser una cosa de tanta envergadura. Ahora, como todos, lo que quiero es no contagiarme y que encuentren cuanto antes la vacunapara quitarnos esto de encima”.
—¿Qué es lo que más le preocupa del día después de esta pandemia?
—Cuando acabe la pandemia y encontremos la vacuna, la gente volverá a lo mismo que éramos. Pestesy plagasha habido muchísimas y la humanidad no ha dejado de ser lo que era. La condición social de los humanos es mucho más importante que una plaga accidental, por muy grave que sea. Lo que a mí me preocupa, como a todos, es mi salud y la de quienes me rodean y quiero, que ya hemos tenido el disgusto de perder a algunos y, luego, que se encuentre cuanto antes un remedio que evite esta sangría económica y médica.
—¿Tantos meses confinados pueden impactar en nuestras habilidades sociales?
—Habrá gente que sí, gente que tenga nervios muy frágiles y que esto la afecte de un modo muy grave, pero a la mayoría, no. Primero, porque hemos estado confinados en casa, pero saliendo a comprar. No hemos tenido un confinamiento como si estuviéramos en una celda de aislamiento en una prisión. Hemos estado relativamente aislados, pero en contacto con otros seres humanos. Y muchos con sus familias o su entorno próximo. Así que habrá personas que tendrán problemas, pero no será la mayoría.
—Pese a todo, ¿observa algo esperanzador?
—Pues no, en absoluto. No creo que vayamos a salir más fuertes ni más buenos. No. Vamos a salir más pobres, porque esto será un golpe muy grande para todos los países y causará problemas económicos y laborales enormes y además tenemos los muertos. Muchos cargan con eso. De modo que no creo que tengamos una solución positiva. Lo único es que comprenderemos la importancia de la investigación científica.
No es metafísica.
A juicio del filósofo, “el coronavirus no es una emergencia metafísica”. Y en la entrevista añade: “Es como si hubiera pasado un terremoto o una inundación. Son cosas que nos fuerzan a plantearnos las mismas cosas. No es cuestión de poca originalidad: si hay un terremoto, las casas se caen y la gente está asustada y tampoco le vas a preguntar qué piensa de la salvación del alma. Esto es lo que es. ¡No es metafísica!”
—Usted alude a la ciencia y, si me permite, le recuerdo a todo el sector sanitario.
—Casi todo el mundo se está dando cuenta de qué importantes son esos trabajos. Esa es una reflexión que podríamos sacar de esta experiencia: a veces, las personas que hacen las tareas más importantes –como el personal sanitario– son las que cobran menos, las que tienen un peor estatus económico. Eso es injusto. Ahora deberíamos preocuparnos de agradecerles lo mucho y lo bueno que han hecho por nosotros, no solo retóricamente, sino también ayudando todo lo posible a que su situación social, económica y laboral sea mejor para compensar su sacrificio.
—¿También llama a revalorar las cosas más sencillas de nuestra vida anterior?
—Efectivamente, las cosas que cuentan en la vida no son los grandes objetivos, sino el día a día, los pequeños placeres: el paseo, la ternura de una caricia, ir a buscar a unos amigos para ir a tomarse una copa en un sitio agradable, una palabra amable, comprar pequeños caprichos gastronómicos o indumentarios. En fin, todas esas cosas que vemos como rutinarias y que a veces no les damos la mayor importancia. Ahora estamos viendo hasta qué punto perderlas es un cierto fracaso de la vida.
—Muchos sienten que pasan los días, pero no que están viviendo.
—[Niega con la cabeza]. Creo que la mayoría de las personas que están confinadas en sus casas suelen tener familiares cerca y eso les permite sentir la vida lo mismo que en cualquier otro momento. Quizás haya algunas personas para las que su trabajo o la práctica de ciertos deportes sean muy importantes y por eso sientan que están en un paréntesis. ¡Pero ya me gustaría a mí que simplemente dejando el confinamiento volviera a recuperar mi vida! ¡No es tan fácil!
—Muchos coinciden en que la pandemia sí significará un punto de inflexión que podría sentirse acaso por décadas.
—Bueno, a la gente le gusta darse importancia, le gusta afirmar que ocurrirán grandes cosas y grandes procesos. Pero me parece que ha sido Michel Houellebecq quien, cuando le han preguntado cómo creía él que seguirían viviendo los hombres después de la epidemia, ha respondido que igual, pero un poco peor. Eso es lo que creo. Que vamos a seguir siendo lo mismo, pero un poco peor. Peor económicamente y con miedo a que haya otra epidemia. Creer que los humanos vayamos a dejar de ser lo que somos y nos vayamos a transformar en otra cosa, más angélica, no. Eso es ganas de. A la gente, a veces, en vez de hablar, lo que le gusta es declamar. Y para declamar hay que decir esas cosas muy emocionantes.