Hay un momento en el que el sueñodeja de ser sueño y se transforma en una meta: en un sitio al que, de alguna manera, en algunas circunstancias, se puede llegar. Es un instante que se parece más a una certeza que a un deseo y que, algunas veces, tiene la potencia de cambiar el rumbo de las cosas.
A ellas les pasó un día de noviembre de 2024. Llegaron al salón de Florida Ballet Estudio en la calle Joaquín Suárez para su clase, pero, antes de empezar, su profesora, Bettina Basso, les dijo que necesitaba hablar con ellas. Entonces les anunció que habían quedado seleccionadas para la final de YAGP (Youth America Grand Prix), el concurso de ballet para jóvenes de entre nueve y 20 años más grande e importante del mundo.
Ese fue, para 14 chicas de la ciudad de Florida, el momento en el que, tal vez, todo cambió.
Cambió lo cotidiano: si querían participar de una competencia a nivel mundial no alcanzaría con ir a clases tres veces por semana, habría que empezar a preparase con más fuerza, habría que trabajar durante las vacaciones de verano, habría que hacer beneficios, rifas y esforzarse para juntar el dinero para los pasajes, para el vestuario, las zapatillas, las inscripciones, el hospedaje.
Pero, también, cambió algo más esencial: llegar a esa competencia representa la posibilidad de ser vistas por maestros, escuelas y academias de todo el mundo y, por lo tanto, de seguir por el camino que les permita bailar de manera profesional.
Tienen entre 12 y 19 años y, desde que supieron de la clasificación no han parado de trabajar para conseguir todo lo que necesitan para viajar en abril de este año a Tampa, Estados Unidos, donde se realiza el encuentro. En la página de Instagram @beneficios.bailarinas.fbe se puede conocer más sobre cómo colaborar con ellas.
“El YAGP era el sueño de todas nosotras. Cuando surgió YouTube todos empezamos a mirar el concurso y a seguirle el rastro a ciertas bailarinas. En ese concurso ves que hay niñas que empiezan a participar muy chiquitas y después, con los años, ves que son solistas o primeras bailarinas de las compañías más grandes del mundo”, cuenta Bettina. “Es como si a un cuadro de baby fútbol del interior del país lo eligieran para entrenar con el Real Madrid, algo así”.
Las bailarinas participarán de la competencia de forma individual, en dúos y con la coreografía Mi Revolución, de Paula Della Ventura, docente de contemporáneo de Florida Ballet Estudio, hija de Bettina.
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La primera vez que una bailarina uruguaya llegó a la final de YAGP fue en 2024. Las tres chicas que lo lograron eran bailarinas de Bettina y son parte del grupo que viajará este año a Tampa. “Es un poco impensado”, dice Bettina. “Somos una escuela del interior del Uruguay y, en general, la danza está centralizada en Montevideo. Creo que eso ha sido un valor agregado de las chicas, el decir bueno, se puede, si uno trabaja, si uno se enfoca, se puede”.
Esta, además de ser la historia de 14 chicas que están por cumplir un sueño, también es la historia de Bettina, la primera profesora de ballet de la ciudad de Florida.
Encontrar la vocación
Cuando era niña Bettina Basso tenía pie plano y un traumatólogo la mandó a hacer ballet. Le dijo que la ayudaría a mejorar su problema. En ese entonces había una profesora de Montevideo que recorría algunas ciudades del interior dando clases, Elena Ochoa y Bettina empezó a aprender con ella. Tenía tres años.
A los 14 comenzó a enseñar ballet en Florida y fue la primera profesora de al ciudad. A los 15 viajó por primera vez a Montevideo para seguir formándose. Primero lo hizo con Raúl Severo y después con Eduardo Ramírez, bailarín y director del Ballet Nacional del Sodre, una de las figuras más destacadas de la danza nacional. Ramírez se convirtió en su referente y Bettina participó de sus clases hasta el final.
Fue en esos años de viajes a la capital que Bettina entendió que, más que bailar, lo que le apasionaba era enseñar.
Empezó dando clases de ballet en un club de la ciudad, donde estuvo durante 29 años. En algún momento la directiva cambió y no quisieron seguir con la actividad, pero le propusieron acondicionar un salón en otro lugar para que pudiera continuar.
Hoy tiene 56 alumnos, de entre 3 y 19 años. De ellos, cinco son varones. Desde hace un tiempo que Bettina decidió becarlos, como una forma de incentivar que más chicos se animen a estudiar danza.
Por su estudio han pasado varias generaciones y algunos de los maestros y bailarines más destacados de la región, como Raúl Candal, Nadia Mara o Rosina Gil.
De alguna manera, Bettina ha trabajado para que la danza no sea una actividad más, sino que sea, para sus alumnas, una posibilidad real, un futuro posible.
“Creo que durante todo este tiempo le hemos puesto muchas ganas, mucho amor y mucho trabajo, porque hay que cambiar la cabeza, primero de una misma y después, de a poco, de los demás, para que te acompañen en ese cambio de cabeza. El ballet necesita de una autodisciplina y de una constancia, que, sobre todo hoy día, es muy difícil de lograr, pero cuando de pronto encontrás a un grupo de chicas que están dispuestas a hacerlo, es hermoso, te vas retroalimentando y ahí es cuando las cosas empiezan a suceder”.
Las cosas empiezan a suceder, dice Bettina, mientras 14 de sus alumnas ensayan desde cualquier sitio en el que estén para representar a Uruguay en la competencia de danza más importante del mundo.