Por Alejandro Gorenstein de La Nación/GDA
En octubre del 2022 Soledad Barragán, una mujer argentina de 31 años, sintió un bulto en su mama derecha que le dolía bastante. Fue a consultar con su ginecóloga, quien le dijo que "no era nada", que no se preocupara. Sin embargo, en marzo de 2023 continuaba palpando ese bulto que, incluso, ya era más grande. En ese momento decidió consultar con otro profesional. Enseguida le realizaron una ecografía mamaria y los técnicos le dijeron que lo que veían no era bueno.
Uno de los momentos más difíciles para Barragán fue cuando tuvo que ir a la clínica a buscar los resultados de la biopsia. "Fui sola, tenía un mal presentimiento. Cuando me dieron el sobre que confirmaba el diagnóstico, en lo primero que pensé fue en mi mamá. No me asusté ni lloré. Mi cabeza ya estaba en modo automático para empezar a ocuparme y no a preocuparme. Pero decirle a mi mama que su hija tenía cáncer no era nada fácil. Nos abrazamos y enseguida pusimos manos a la obra".
"Nunca dejé de creer que iba a salir de esta"
La primera parte del tratamiento consistió en una mastectomía donde le extrajeron dos tumores. Uno avanzado y otro "in situ". "Cuando me desperté de la cirugía puedo decir que ya no estaba enferma. El tratamiento se eligió así porque el tipo de tumor que tuve era muy agresivo y podía volver. Pero en el momento en que me dijeron ´no hay más tumores en tu cuerpo´ ya me sentí curada". Sin embargo, todavía faltaban varios meses de quimioterapia, un proceso que en su caso marcó el final de algunas cosas y el principio de otras.
"Algo que escuchamos todo el tiempo aquellos que tenemos que transitar una enfermedad es que la actitud es fundamental. Y definitivamente lo es. Nunca tomé el papel de víctima. Nunca dejé de creer que iba a salir de esta. Mis amigas siempre me dicen ´yo en tu lugar no hubiera podido´ y yo las reto. Les digo que no digan eso. Que todos tenemos esa fuerza interior que sale en situaciones límites. Yo me aferré simple y sencillamente a mi vida. No estaba dispuesta a bajar los brazos a mis 31 años. Tenía demasiadas cosas por hacer y compartir con la gente que amo”, se emociona.
A mitad del tratamiento tuvieron que suspender las quimios porque estaba neutropénica. Es algo normal y que puede pasar. “Una se desmotiva porque tiene las sesiones contadas para terminar, pero lo mejor es suspender, reponerse y retomar. Iba contenta a las quimios, sabía que era día de recibir la medicación que me estaba curando”.
Cambios trascendentales
En medio del proceso del tratamiento Barragán no solamente experimentó cambios físicos en su cuerpo, sino que también ese sacudón repercutió en sus sentimientos. "En mitad de mis quimios me separé. Dejé la casa en la que vivía. Me armé mis bolsitos y me mudé sola. Aún con náuseas de por medio estaba en duelo. Cuando uno aprende que la vida es hoy, no hay tiempo para posponer, ni para un “después veo”. Es ahora. Hay que tomar la decisión de ser feliz. La felicidad no viene sola, no está ahí disponible para que la agarres y ya. Hay que buscarla y trabajarla”.
En enero de 2024 Barragán finalizó la quimioterapia y después tuvo que afrontar unas sesiones de rayos. Actualmente, está con medicación oral de forma preventiva. Volvió a su trabajo, a hacer deporte, a recuperar esa rutina que había quedado desplazada.